Econom¨ªa de guerra
La UE necesita financiar la resistencia contra Putin con un plan hermano de los fondos Next Generation
La carnicer¨ªa en la estaci¨®n de tren de Kramatorsk, con m¨¢s de 50 muertos, ha vuelto a conmocionar al mundo. Ni huir los deja Vlad¨ªmir Putin: los asesina por ser ucranios mientras esperan un tren que los lleve lejos. El salvaje ataque se ha producido el mismo d¨ªa en el que la presidenta de la Comisi¨®n Europea, Ursula von der Leyen, y el alto representante de la UE, Josep Borrell, contemplaban consternados los cad¨¢veres descubiertos en Bucha tras la retirada de las tropas rusas. Su presencia en Kiev es s¨ªmbolo de la derrota de Putin, pero tambi¨¦n de la amenaza de castigo que se cierne sobre Ucrania y en el fondo sobre la misma Europa.
Porque estamos en guerra, y es mejor decirlo sin eufemismos. La UE respalda al pa¨ªs agredido por todas las v¨ªas a su alcance: sanciones, armas, diplomacia y auxilio a los refugiados. Sin ese abanico de actuaciones, Ucrania no habr¨ªa resistido militarmente la agresi¨®n ni hubiese frustrado los planes rusos de una conquista r¨¢pida. Pero es preciso hacer m¨¢s. La UE ha programado ya una actuaci¨®n contra el carb¨®n ruso que ser¨¢ efectiva en los pr¨®ximos meses. En la lista de medidas, el paso siguiente es el corte radical de aprovisionamiento energ¨¦tico del gas y el petr¨®leo y completar as¨ª el embargo comercial, financiero y empresarial a Rusia. Todo aplazamiento prolonga la paradoja dram¨¢tica de que los europeos estamos financiando las masacres que perpetra Putin en Ucrania. Suministramos 1.000 millones (oficiales) de euros en armas, m¨¢s la ampliaci¨®n de 500 millones anunciada el viernes por Josep Borrell, pero hemos pagado ya 35.000 millones de euros a Rusia en carburantes desde el 24 de febrero.
La UE debe modular el principio de ahorrar penalidades a los ciudadanos de pa¨ªses que imponen las sanciones. Una guerra no se libra por fasc¨ªculos sino mediante compromisos muy costosos. Como bien dej¨® dicho el primer ministro italiano, Mario Draghi, habr¨¢ que escoger entre la paz y el aire acondicionado. Pero modular no significa abandonar a su suerte a alemanes, finlandeses, h¨²ngaros y los dem¨¢s afectados por su alta dependencia del gas y el petr¨®leo rusos. No se puede repetir, pero a la inversa, el error del austericidio de la gran crisis. Modular significa reaccionar colectivamente y con ambici¨®n consecuente ante un momento crucial de la historia de Europa, sin callar los efectos asim¨¦tricos de esta crisis, compartiendo los esfuerzos y mancomunando costes.
La conciencia moral europea ha interiorizado la excepcionalidad del drama que vive y es ahora la Comisi¨®n Europea quien debe estar a la altura de s¨ª misma ante el reto financiero de cargar al presupuesto com¨²n sus propuestas en suministro de armas, en el cap¨ªtulo de sanciones al invasor y en las disposiciones que han abierto las fronteras de la UE a los refugiados. Lo que hoy se echa en falta es un planteamiento similar al que patrocin¨® la UE cuando se abati¨® sobre Europa la recesi¨®n pand¨¦mica: un gran plan econ¨®mico, financiado mediante eurobonos y a muy largo plazo. Habr¨ªa de ser el hermano mayor de los Next Generation o unos Next Generation bis. Y supone asumir la pol¨ªtica fiscal que conlleva un esfuerzo p¨²blico de ese calibre. Las necesidades de la econom¨ªa de guerra ¡ªarmas, energ¨ªa, atenci¨®n a refugiados, cuesti¨®n social¡ª se acumulan sobre las que gener¨® la pandemia, en torno a unos 175.000 millones anuales, y por varios a?os, seg¨²n las primeras estimaciones. Los presupuestos y endeudamientos nacionales de cada Estado europeo no pueden afrontarlos en ning¨²n caso pero una econom¨ªa de guerra debe poder hacerlo.
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