Contra toda esperanza
Putin ha ido m¨¢s all¨¢ de la intolerancia. Ha tomado buena nota de los aut¨®cratas que le preceden, de que para mantenerse en el poder hay que sembrar miedo y desesperanza
¡°Al encontrarnos, habl¨¢bamos en un susurro y mir¨¢bamos de reojo hacia las paredes: ?no estar¨¢n escuchando los vecinos? [...] Nadie confiaba en nadie y en cada conocido ve¨ªamos a un sopl¨®n¡± escribe en Contra toda esperanza Nadezhda Mandelstam, sus memorias que recorren el siglo XX para dejar un monumento literario sobre el sufrimiento, resistencia y represi¨®n que padecieron tantos escritores e intelectuales rusos bajo el estalinismo, entre ellos su esposo Osip Mandelstam, liquidado en 1937. Hope against hope fue el t¨ªtulo original que la viuda del escritor pudo publicar primero en Estados Unidos en 1970 y que en Rusia se edit¨® d¨¦cadas m¨¢s tarde. El t¨ªtulo alud¨ªa a que si llegase a ver la luz del d¨ªa un testimonio escrito del inimaginable terror que padecieron en los tiempos de Stalin, queda esperanza. Mandelstam hab¨ªa dicho que Rusia es el ¨²nico pa¨ªs donde realmente valoran a la poes¨ªa: ¡°Solo en Rusia matan a los poetas¡±, constat¨®.
¡±La gente dice que es usted poeta; ?puede describir el horror de lo que estamos viviendo?¡±, inicia su poema Requiem Anna Ajm¨¢tova, que perdi¨® a sus dos maridos en las purgas estalinistas y su ¨²nico hijo, Lev Gumilev, pas¨® pr¨¢cticamente 20 a?os entre diversas c¨¢rceles sovi¨¦ticas. La poeta recuerda como en los terribles a?os del terror de Yezhov, aguardando en una cola ante las c¨¢rceles de Leningrado para saber algo de sus pr¨®ximos, una mujer se le acerc¨® para preguntarle si pudiera describir el insoportable sufrimiento que vivieron ¡ªy que en Rusia y las tierras con ella relacionadas se ha repetido tantas veces a lo largo de la historia¡ª. ¡°S¨ª, puedo¡±, contest¨® Ajm¨¢tova a esta mujer, y ¡°entonces algo como una sonrisa resbal¨® por aquello que antes hab¨ªa sido su rostro¡±.
La literatura rusa siempre ha representado una potente arma de lucha contra el despotismo del poder y a la vez una enorme fuerza moral y esperanza para su pueblo. Ya en los versos del consagrado Aleksandr Pushkin, que marca el comienzo de la gran literatura rusa, se reclamaba la necesidad de libertad ante el despotismo zarista: ¡°?Quiero cantar la libertad al mundo entero y en el trono ahogar tanta vileza!¡± leemos en su Oda a la libertad, donde a su vez la poeta se dirige a sus compatriotas apelando: ¡°Y ustedes: ?valor, de pie, hermanos, lev¨¢ntense, esclavos oprimidos! [...] ?tiemblen de este mundo los tiranos!¡±. No es de extra?ar que a este poeta se le tendi¨® una trampa en forma de un duelo conjurado en los c¨ªrculos zaristas, a cuyas consecuencias Pushkin perdi¨® la vida. El poder ruso siempre se ha empe?ado a censurar o silenciar las voces de estos, no solo grandes literatos, sino aut¨¦nticos profetas del pueblo, erigidos a este pedestal precisamente por atreverse desafiar el despotismo pol¨ªtico. Desde el primer novelista ruso, Aleksander Radischev, enviado a Siberia por Catalina la Grande por haber descrito la miseria de Rusia en Viaje de San Petersburgo a Mosc¨² (1790) a Anna Politk¨®vskaya, la periodista asesinada en el portal de su casa en los tiempos de Vlad¨ªmir Putin, se manifiesta la trascendencia de la palabra escrita a la vez que su dram¨¢tico destino.
Por todo ello, es a¨²n m¨¢s triste y m¨¢s incomprensible que hoy en d¨ªa en Occidente se proh¨ªban los autores rusos en las salas de cine o se anulen los cursos sobre su escritura en los auditorios acad¨¦micos. Me imagino que a quien se le ocurri¨® que la mejor manera de solidarizarse con la cat¨¢strofe que se vive en Ucrania es proponer derribar una estatua de Fi¨®dor Dostoievski ignora que este escritor fue condenado a muerte por el zar Nicolas I por su labor intelectual, indultado ya en el escenario de la ejecuci¨®n en la Plaza de Senado de San Petersburgo en 1849 y enviado los 10 a?os siguientes a Siberia. ¡°La tiran¨ªa se convierte asimismo en costumbre; tiene capacidad de desarrollarse y al final se convierte en una enfermedad¡± dej¨® escrito en Memoria de la casa muerta, el libro que ofrece una radiograf¨ªa de los a?os que Dostoievski pas¨® en la prisi¨®n. No es casual que una colecci¨®n de libros de autores rusos como B¨¢bel, Plat¨®nov, Bulg¨¢kov, Tsviet¨¢ieva, Pasternak, Anna Ajm¨¢tova ¡ªtodos o asesinados, o perseguidos y silenciados por parte del poder¡ª se reuniera bajo el t¨ªtulo Tragedia de la cultura (C¨ªrculo de lectores/ Galaxia Gutenberg).
¡±Rusia siempre ha sido un pa¨ªs de una enorme cultura elitista y de asimismo grande incultura pol¨ªtica, cuyo rasgo principal es la intolerancia¡±, afirmaba Evgeni Evtushenko. Putin ha ido m¨¢s all¨¢ de la intolerancia. Ha tomado buena nota de los aut¨®cratas que le preceden, de que para mantenerse en el poder hay que sembrar miedo y desesperanza. Y en estas circunstancias, tal como describe Nadezhda Mandelstam en sus memorias, los seres humanos se comportan seg¨²n un patr¨®n universal: aparte de unos pocos ide¨®logos convencidos, hay otros pocos idealistas, dispuestos a no sucumbir a la locura de una ideolog¨ªa colectiva y conservar sus valores ¨¦ticos. Finalmente, un tercer grupo, el m¨¢s numeroso, es la masa de la gente, atrapada por una ideolog¨ªa colectiva, desinformaci¨®n y miedo, que se presta a cumplir con lo que se les manda con tal de conservar sus puestos y en algunos casos tambi¨¦n la vida. ¡°Ante la faz de lo irremediable desaparece hasta el temor. El miedo es una luz, es la voluntad de vivir, la afirmaci¨®n del ser. Es un profundo sentimiento europeo, producto del respeto por uno mismo, por la conciencia del propio valer, de los derechos, necesidades y deseos humanos¡± leemos en Contra toda esperanza, libro que Joseph Brodsky define como ¡°una visi¨®n de la historia a la luz de la conciencia y la cultura¡± y lo compara con el juicio final. Porque no se trata solo de grandes textos literarios, sino de las p¨¢ginas imprescindibles para hacer justicia con los padecimientos universales humanos. La tradici¨®n rusa siempre ha demostrado esto: la literatura deja testimonio, contra toda esperanza. Rukipisi ne goryat (¡±los manuscritos no se pueden quemar¡±), en palabras del lema de Mija¨ªl Bulgakov en Maestro y Margarita. No olvidemos esto en nuestra solidaridad humana con los pueblos que sufren, porque citar hoy a Dostoievski, Ajm¨¢tova o a los Mandelstam es otra manera de desafiar la terrible guerra que se desempe?a ante nuestros ojos.
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