Regreso a la oscuridad
Muchos de los grandes dogmas del siglo XX han dejado paso a otros fragmentados y peque?os, que van desde las verdades alternativas a los negacionismos y las cancelaciones
Esta es una ¨¦poca en que muchos de los grandes dogmas del siglo XX se apagaron para dejar paso a otros fragmentados y peque?os, pero dogmas al fin; desde las verdades alternativas, a los negacionismos, a las cancelaciones, todo atizado igual que las hogueras donde ard¨ªan los r¨¦probos que se atrev¨ªan a alzar sus voces en contra de las verdades absolutas. Esas hogueras son hoy digitales, y en lugar de acercar un cerillo basta dar un clic.
Hace poco pas¨® por mi vista un meme muy aleccionador: la turba b¨ªblica, armada de piedras, se dispone a lapidar a la mujer ad¨²ltera. Atr¨¢s, hay alguien que lo que tiene en la mano es un tel¨¦fono m¨®vil ¡°?No vienes a apedrear a la mujer pecadora?¡±, le pregunta uno de los ajusticiadores morales. ¡°Prefiero trolear en redes sociales¡ as¨ª puedo tirar la piedra y esconder la mano¡±, responde.
Antes, las opiniones banales, las descalificaciones envenenadas, las mitolog¨ªas cotidianas, las injurias, corr¨ªan como un r¨ªo subterr¨¢neo. Hoy estallan en las redes pulsadas por manos an¨®nimas, dirigidas no pocas veces desde las granjas de troles, donde se producen mentiras al estilo de Joseph Goebbels, e inducen a otros a sumarse a la corriente de las falsedades. Para saber cu¨¢ntos de esos autos de fe digitales son salidos de esas f¨¢bricas de propaganda, capaces de provocar alzamientos callejeros, afianzar dictaduras y alterar resultados electorales, hay que leer el libro Esto no es propaganda, de Peter Pomerantsev.
Mi maestro Mariano Fiallos Gil, rector de la peque?a universidad donde estudi¨¦, nos preven¨ªa en contra de los ardides de la mentira disfrazada de verdad absoluta. Y predicaba el estado de alerta para revisar lo aceptado como verdad, porque la insistencia en la certeza es ya la ca¨ªda en el error, las semillas del dogma generando la mentira.
Toda verdad absoluta, sol¨ªa decir, sobre todo si se convierte en un sistema de ideas capaz de generar poder, ha conspirado siempre contra la integridad del ser humano, ¨²nica medida de todas las cosas. Las verdades inflexibles e insustituibles son da?inas, cualquiera que sea su ¨¢mbito. Y, peor, las verdades ideol¨®gicas, que llevan a los alineamientos ciegos.
Una filosof¨ªa de la libertad, que es la base de lo que ¨¦l llamaba humanismo beligerante. El humanismo en acci¨®n, cr¨ªtico y siempre renovado, no el de los libros apolillados de los claustros.
Saber que nada de lo que es humano nos es ajeno, como Terencio en El verdugo de s¨ª mismo. Y, como Erasmo, que no hay humanismo sin tolerancia, y que son los intolerantes los que siempre acusan de herejes a quienes no piensan igual; as¨ª lo explica, entre risas sosegadas, en su Elogio de la locura. Y como Voltaire, que encontraba en el dogma el peor enemigo de la condici¨®n humana.
La mutabilidad del pensamiento como herramienta de la mutabilidad del esp¨ªritu. El esplendor de la edad de la raz¨®n, que comienza con Giordano Bruno, quemado en la hoguera, y se extiende hasta Voltaire, autoexiliado en Ferney.
¡°Comprendo que la duda no es un estado muy agradable, pero la seguridad es un estado rid¨ªculo¡±, hab¨ªa dicho Voltaire cargando siempre de iron¨ªa sus frases. Dudo, luego existo. La premisa revivida de Montaigne: ¡°?Qu¨¦ s¨¦ yo?¡± en contra de la petulancia de la otra, ¡°?qu¨¦ no sabr¨¦ yo!¡±. Cuando se llega a ser due?o de la verdad absoluta, el mundo se detiene en la locura de las ausencias, como tem¨ªa Erasmo.
Los temores sobre la verdad absoluta son hoy m¨¢s modernos que nunca, cuando todas las preguntas de la filosof¨ªa regresan a buscar el verdadero sentido del humanismo, que es el ser humano, soterrado antes bajo el culto del Estado, luego bajo el culto del mercado, y ahora bajo el culto de las polarizaciones, alentadas por la propaganda, la gran diosa de la nueva era.
Si los viejos dogmas han sido fragmentados, hay algunos de los de antes que permanecen intactos, como fantasmas del viejo pasado.
Para los antiguos nost¨¢lgicos de la Guerra Fr¨ªa, y del para¨ªso carcelario que fue la Uni¨®n Sovi¨¦tica, y que son capaces de heredar su pensamiento p¨¦treo a otros m¨¢s j¨®venes, las bombas que caen en Ucrania sobre las estaciones de trenes, los mercados, los hospitales, las filas del pan, las ejecuciones en fr¨ªo de civiles, maniatados y vendados, por las tropas rusas en retirada, son fabricaciones de la propaganda occidental, o son culpa de la OTAN por no respetar las seguridades geopol¨ªticas de Rusia, imperio de segunda, pero imperio al fin y al cabo; o habr¨¢ que justificar los cr¨ªmenes de guerra, o callarse, para no hacerle el juego a Estados Unidos.
Verdades alternativas, lejos del humanismo, que comienza por la compasi¨®n, que no puede discriminar. Si se despoja de ese supuesto ¨¦tico a cualquiera idea de socialismo, la ideolog¨ªa se convierte en una herramienta del crimen, alineada con el pasado, o lo que queda de ¨¦l, o lo que se busca revivir de ¨¦l.
Vlad¨ªmir Putin, como sucesor de Josef Stalin, en un regreso a la rigidez axiom¨¢tica que busca encontrar nostalgia en el totalitarismo, y se convierte en el molde de la intolerancia, que lleva a la deshumanizaci¨®n del pensamiento. Todo vuelve as¨ª hacia la oscuridad del dogma.
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.