Opinar sin insultar
Numerosos lectores creen que un texto de Fernando Savater vulner¨® el respeto que exige EL PA?S a las personas
EL PA?S se sit¨²a desde sus or¨ªgenes en la punta de lanza de la libertad de expresi¨®n. Por eso acoge con naturalidad art¨ªculos contrarios a su l¨ªnea editorial y por el mismo motivo se ha marcado ¨²nicamente dos l¨ªmites: en sus p¨¢ginas no se puede propugnar el uso de la violencia para fines pol¨ªticos ni tampoco cabe el insulto. Esta segunda frontera se traspas¨® el pasado d¨ªa 11 en la columna de Fernando Savater al calificar de ¡°hez¡± a las fuerzas pol¨ªticas que sostienen al Gobierno. La reacci¨®n de muchos lectores ¡ªcontra el fil¨®sofo por escribirlo y contra el peri¨®dico por publicarlo¡ª ha sido virulenta.
El hist¨®rico columnista de EL PA?S deseaba en ese texto que el l¨ªder del PP, Alberto N¨²?ez Feij¨®o, sustituya en La Moncloa a Pedro S¨¢nchez ¡ªnada le impide contarlo¡ª, pero describ¨ªa al presidente como ¡°el serial liar que se ha apoyado para conseguir el poder en la hez populista incompetente y disgregadora¡±.
En un apartado que el Libro de estilo dedica a Tribunas y Columnas, se indica que ¡°los textos de opini¨®n han de basarse en datos verificados y ser respetuosos con las personas aunque se critiquen sus actos¡±. Si puede resultar m¨¢s que discutible que esa norma se incumple al llamar ¡°mentiroso compulsivo¡± a S¨¢nchez, no cabe en cambio duda alguna de que ¡°hez¡± ¡ªdesperdicio, excrementos, ¡°lo m¨¢s vil y despreciable de cualquier clase¡±, seg¨²n la RAE¡ª es un insulto grueso. Por tanto, esa frase no debi¨® publicarse.
As¨ª lo han entendido tambi¨¦n numerosos lectores, pero el subdirector Jordi Gracia, jefe del ¨¢rea de Opini¨®n, opt¨® por dejarlo pasar aunque admite que pudo equivocarse, mientras Savater se reafirma en lo que escribi¨® porque diferencia entre descalificar a alguien, que debe evitarse, y descalificar sus actos.
¡°La columna de Savater¡±, argumenta Gracia, ¡°pod¨ªa llevar hasta los l¨ªmites la libertad de expresi¨®n, pero preferimos hacer prevalecer, quiz¨¢ equivocadamente, ese derecho de los lectores a conocer el criterio del autor, del mismo modo que muchos de ellos han podido contestar a la columna a trav¨¦s de sus comentarios¡±.
Y este es el razonamiento de Savater: ¡°Los insultos que hay que evitar son las descalificaciones a la persona, no a sus actos. Si llamo est¨²pido a un ministro es un insulto personal, pero si digo que ha cometido una estupidez es una valoraci¨®n de su gesti¨®n. Lo que dije en mi columna es que los partidos en que se apoya el Gobierno de S¨¢nchez (Podemos, ERC, Bildu, etc¡) son la hez pol¨ªtica de este pa¨ªs, es decir, lo peor y m¨¢s vil de nuestro arco parlamentario, lo m¨¢s indeseable. Es exactamente lo que pienso de ellos. No me meto en la condici¨®n personal de quienes forman esos grupos detestables, que el cielo los juzgue. Y tambi¨¦n a quienes les votan¡±.
Bastantes lectores reaccionaron airados. Antonio Pulido, por ejemplo, considera esas descalificaciones ¡°impropias de aparecer en este diario¡±. ¡°?Tiene patente de corso Savater para hacer caso omiso del Libro de estilo?¡±, se pregunta.
Para Javier Mu?oz, la columna inclu¨ªa ¡°los insultos consabidos (del autor) y la consabida violaci¨®n flagrante del Libro de estilo, que es un s¨ª es no es seg¨²n qui¨¦n y cu¨¢ndo¡±. ¡°?C¨®mo es posible que hayan pasado esa frase?¡±, se preguntaba Ricardo Santiago, mientras que Alberto P¨¦rez o I?aki Ruiz consideraban el texto ¡°indigno¡± de este diario.
Lectores votantes o militantes de esos partidos se sintieron insultados. Como Alfredo Rem¨®n: ¡°Aparte de al presidente del Gobierno, me ha insultado a m¨ª y a muchos lectores de EL PA?S llam¨¢ndome hez por apoyar a Pedro S¨¢nchez¡±.
Como antiguo militante del PCE, Rafael Fern¨¢ndez se vio incluido en esa ¡°hez populista¡± y a?adi¨®: ¡°El problema no es que se escriban esas barbaridades, sino que EL PA?S las publique¡±.
Un problema derivado fue la proliferaci¨®n de variopintos insultos en el foro de comentarios, pese a que entre las normas de participaci¨®n destaca esta: ¡°Los insultos, ataques personales, descalificaciones o cualquier expresi¨®n o contenido que se aleje de los cauces correctos de discusi¨®n no tienen cabida en EL PA?S¡±.
Los responsables de moderaci¨®n, sin embargo, tuvieron que admitir que, por ejemplo, varios participantes llamaran ¡°hez¡± a otras personas y partidos. Si el peri¨®dico lo hab¨ªa admitido, ?por qu¨¦ lo iban a prohibir a los lectores?
El tono era tan subido que entr¨® en el debate el tambi¨¦n hist¨®rico columnista Antonio Elorza: ¡°?Es posible discrepar sin insultar?¡± El lector Alberto Guinda le devolvi¨® la cuesti¨®n: ¡°?Se lo pregunta usted al se?or Savater?¡±. Y Juan Ochoa: ¡°?Lo dice usted por F. Savater?¡±
No es que se pueda criticar sin insultar. Es que EL PA?S no asume otra opci¨®n.
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