La guerra de Putin es imprevisible
La gravedad de la situaci¨®n y su inconcreta duraci¨®n obliga a gobiernos y ciudadan¨ªa a prepararse para lo peor
Efectivamente, nadie puede descartar que en oto?o los gobiernos se vean obligados a tomar nuevas medidas que protejan la econom¨ªa de las familias. La guerra de desgaste a ca?onazos que practica desde hace tiempo Putin contra Ucrania ha ensanchado ya su campo de acci¨®n en forma de una guerra de desgaste global. Putin pretende ganar con las armas de la coacci¨®n econ¨®mica y comercial lo que le cuesta obtener en el campo de batalla. La primera palanca de chantaje es el paulatino recorte en el suministro de gas y petr¨®leo, especialmente a Alemania. Esta semana, el canciller socialdem¨®crata Olaf Scholz ha pedido un Plan Marshall para Ucrania, pero a la vez ha tenido que activar un nuevo nivel de alerta para prepararse ante un posible racionamiento del suministro ruso y ha recuperado la combusti¨®n de carb¨®n, de efectos perversos para los compromisos de reducci¨®n de emisiones contra el cambio clim¨¢tico. Una segunda palanca es el bloqueo del suministro de cereales rusos y ucranios por parte del Kremlin, una acci¨®n que ha sido calificada como crimen de guerra por el alto representante europeo, Josep Borrell.
En este caso, la presi¨®n se ejerce sobre los pa¨ªses del llamado Sur global, con un mercado que afecta a 1.600 millones de personas, de las que 200 millones se hallan ya en situaci¨®n de grave inseguridad alimentaria. El efecto disruptivo que Putin busca para presionar a Europa es un incremento en los flujos migratorios, como los que produjeron la guerra de Siria en 2015.
La estrategia del Kremlin busca trastocar los planes de recuperaci¨®n econ¨®mica a la salida de la pandemia, contribuyendo con sus restricciones al incendio inflacionista, al aumento de los tipos de inter¨¦s y a los riegos recesivos. Con estas armas en la mano y el control de una parte significativa del territorio ucranio, Putin quiere incrementar la presi¨®n internacional sobre Zelenski para que se siente en posici¨®n de debilidad en la mesa de negociaci¨®n, probablemente al filo del invierno y con las opiniones p¨²blicas de los pa¨ªses democr¨¢ticos alarmadas por los efectos directos de la guerra en los bolsillos y dispuestas a radicalizar su voto.
La gravedad de la crisis es incuestionable y es impredecible su duraci¨®n: no es hora de esconder la cabeza bajo el ala, especialmente por parte de los gobiernos. Los ciudadanos tienen el derecho a conocer la dimensi¨®n de esta crisis y el deber de calibrar lo que est¨¢ en juego en el envite porque puede alcanzar a todo lo que m¨¢s apreciamos los europeos: nuestro bienestar, pero tambi¨¦n nuestras libertades y nuestra democracia. La imprescindible sobriedad en el consumo energ¨¦tico que exige la guerra de Putin no es ciertamente popular. Tampoco lo es el aumento de los gastos de defensa a los que se ha comprometido el Gobierno. De poco servir¨¢n los tacticismos pol¨ªticos y los electoralismos oportunistas. La situaci¨®n obliga a apelar a la solidaridad y a la responsabilidad de todos los agentes pol¨ªticos y sociales para enfrentar la mayor crisis b¨¦lica que atraviesa Europa desde 1945.
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