Operaci¨®n salida¡ de los cuerpos amantes y gozosos
Nuestros cuerpos llevan demasiado tiempo silenciados, nos hemos acostumbrado a contenerlos y encerrarlos. As¨ª que quiz¨¢ no baste con desnudarlos al sol para que se sientan libres y gozosos
Estoy en una piscina escuchando la conversaci¨®n entre dos amigas adolescentes. De repente, una grita. ¡°?Por fin! Est¨¢ aqu¨ª. ?Es ¨¦l! F¨ªjate, es guap¨ªsimo¡±, mientras se?ala a un joven en bermudas que avanza desde la entrada. El muchacho arrastra las chanclas por el lateral de la pileta cuando la otra sentencia. ¡°Qu¨¦ exagerada. Normalito como mucho¡±. ¡°?No lo est¨¢s viendo bien! Mira aqu¨ª¡±, insiste poniendo el tel¨¦fono m¨®vil frente a los ojos de su colega. ¡°Si no te parece guapo, es que no has visto su Instagram¡±. Las amigas, igual que yo, est¨¢n semidesnudas, las tres nos cubrimos con escuetos bikinis. El joven gal¨¢n pronto se quitar¨¢ la camiseta y entonces el mismo sol nos ba?ar¨¢ a los cuatro. Sin embargo, por distintas razones, nuestros cuerpos seguir¨¢n encerrados. El verano ha llegado, los cuerpos parecen desperezarse y abandonar uniformes, ropas y normas. Sin embargo, por m¨¢s que ofrezcamos nuestras carnes al sol como si fuera el mism¨ªsimo dios del placer, nuestro cuerpo a menudo sigue preso.
Al principio, lo de las j¨®venes buscando en Instagram la excitaci¨®n por un cuerpo que tienen delante me parece tan duro como el suelo de la piscina madrile?a donde intento relajarme. As¨ª que decido pasar de ellas y volver a mi libro. Estoy leyendo Lo que hay, la primera novela de Sara Torres. Ella escribe. ¡°Todas las amantes desean llegar juntas al verano, entregarse la una a la otra en la desaceleraci¨®n del tiempo, bajo un sol sin obligaciones rutinarias. El enamoramiento exige la suspensi¨®n de la actividad mundana, oficial, productiva. Necesita poder beneficiarse de una holgazaner¨ªa vivida en un estado de plenitud y es ah¨ª cuando m¨¢s extenso y revelador se vuelve. Redimirnos del tiempo adulto hace del enamoramiento algo revolucionario¡±. Vuelvo a mirar a mis j¨®venes vecinas. M¨¢s abajo contemplo mis muslos detr¨¢s de la p¨¢gina del libro. En la portada una joven sale del agua con las manos tapando los ojos, como si no tuviera valor para ver lo que nos invita a mirar. Creo que es la propia Sara. A continuaci¨®n, miro con extra?eza a las personas expuestas al sol sobre el cemento que rodea la piscina. La mayor¨ªa son mujeres. Y me pregunto si ser¨¢ posible el goce para estos cuerpos modernos.
Porque nuestros cuerpos, los de todas (y todos), llevan demasiado tiempo silenciados. De hecho, nos hemos acostumbrado a contenerlos y encerrarlos. As¨ª que quiz¨¢ no baste con desnudarlos al sol para que se sientan libres y gozosos. Despu¨¦s de todo, tiene que ser dif¨ªcil acercarse con naturalidad a otro cuerpo cuando llevamos a?os trabajando escrupulosamente nuestra distancia social. En realidad, hace solo unos meses que nos hemos retirado la m¨¢scara que nos ha cubierto el rostro durante a?os. De hecho, lo m¨¢s probable es que la primera vez que mi vecina de piscina viera el gesto de su enamorado fuera en una red social. Sin darse cuenta, las dos amigas que tengo al lado han vivido su adolescencia con la voz y la boca cubiertas por una m¨¢scara. ?Qu¨¦ relaci¨®n pueden tener ahora con la sensualidad que promete el verano a las amantes de Sara Torres? Comprendo que los nativos digitales, esos para quienes ¡°gustar¡± es sin¨®nimo de pulsar un coraz¨®n en el centro de su smartphone, se sientan m¨¢s seguros seduci¨¦ndose a trav¨¦s de una pantalla. All¨ª no se suda, ni se huele, ni se muestra lo que no se quiere. All¨ª hay filtros y m¨²sica y un mont¨®n de efectos estimulantes. Claro que all¨ª no se puede oler, ni lamer, ni temblar¡ Y lo peor de todo: en la pantalla no se puede esperar. Pienso que es realmente certera Sara Torres cuando habla del tiempo de las amantes, porque la ¨²nica manera de sacar el cuerpo de la prisi¨®n de lo productivo es alterando su relaci¨®n con el tiempo. Es por eso que esperamos con tanta ilusi¨®n el verano: porque nos asegura que ese otro tiempo es posible. Lo que yo me pregunto es si sigue siendo posible a estas alturas, en julio de un a?o como 2022.
Nos enga?amos diciendo que bastar¨¢ con tener vacaciones, como si el cuerpo que domesticamos durante 10 o 11 meses al a?o pudiera ser libre al pasar una hoja del calendario. Pero no es verdad. La burocracia nos paraliza el cuerpo, la econom¨ªa nos mete el miedo por los poros, las aplicaciones bancarias encogen el est¨®mago, la firma digital aprieta como una faja y el dinero que dejaremos de tener cuando lo gastemos este verano funciona como una amenaza que nos invita a meternos en un b¨²nker antes que a zambullirnos en el mar. Eso sin contar con toda la biopol¨ªtica que llevamos encima, con toda esa conversaci¨®n social sobre el control de nuestro cuerpo por parte de las instituciones (especialmente el de las mujeres) que tenemos que soportar y en el peor de los casos asimilar. Gritamos que nuestros cuerpos son cada vez m¨¢s libres y m¨¢s nuestros pero, al mismo tiempo, sentimos una soga que aprieta cada vez m¨¢s fuerte. Yo la siento justo aqu¨ª, en la herida donde me aprietan estas preguntas. ?Qu¨¦ puedo hacer con mi piel sensual y mi deseo? ?Ser¨¦ capaz de entregarme a la desaceleraci¨®n del tiempo y a la m¨¢s pura holgazaner¨ªa? ?Puede ser el placer una nueva forma de obligaci¨®n? ?Existe de verdad ese tiempo desacelerado o es solo la forma en que nombramos la cola del centro comercial cuando est¨¢ cerca de la playa?
A lo mejor tiene raz¨®n la joven del smartphone y resulta que la corporalidad no es m¨¢s que un estorbo para gozar de una vida realmente moderna. ?Qui¨¦n querr¨ªa un cuerpo en un mundo convencido de que existen cuerpos bonitos y otros que no lo son? ?Podr¨ªa un cuerpo amante abrirse paso en un verano donde la mayor¨ªa de miradas arrojan un juicio hegem¨®nico sobre cada culo, tobillo o b¨ªceps que contemplan? ?Qui¨¦n podr¨ªa en un mundo as¨ª concentrarse en el sabor de una sand¨ªa? ?Qui¨¦n podr¨ªa aceptar el paso del tiempo sobre la piel bella y cansada? ?Qui¨¦n aparcar la melancol¨ªa que provoca recordar todo el placer que alg¨²n verano fue pero ya no?
El libro de Sara Torres ya lo he terminado y les aseguro que es una buena gu¨ªa para la liberaci¨®n. Recuperar el cuerpo no va a ser f¨¢cil, pero la resistencia del goce es combativa. Y no. No piensen que me estoy refiriendo a todas esas fotograf¨ªas de pies con u?as esmaltadas sobre aguas turquesas que inundar¨¢n las redes: el goce del cuerpo nada tiene que ver con la autocontemplaci¨®n onanista de quienes se pasan el verano diciendo aquello de ¡°pero qu¨¦ bien estamos¡±. Les aconsejo empezar por Lo que hay, el t¨ªtulo perfecto de la novela de Sara Torres (Penguin). Eso nos ayudar¨¢ a mirarnos unos a otros sin necesitar ninguna aprobaci¨®n. Despu¨¦s pasar¨¢n cosas, pasar¨¢ incluso este verano. Y, si tenemos suerte, puede que podamos lamer la sal de un hombro h¨²medo que sale del mar y saber que no necesitamos nada m¨¢s. Podr¨ªamos llamarlo revoluci¨®n, cuerpo o sencillamente verano.
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