Golpe de calor
Si los p¨¢jaros caen al asfalto como si cayeran a la sart¨¦n, los trabajadores invisibles han sido rendidos por esa asfixia sin huella de la alta temperatura
Hay expresiones afortunadas. La de golpe de calor funciona como met¨¢fora de mil cosas. En la alta cocina, representa esa caricia final antes de servir el plato. El comensal lo encuentra reci¨¦n templado y listo. Ignora en muchas ocasiones todo el proceso anterior que lo llev¨® al punto. De la misma manera, en los ¨²ltimos d¨ªas, en mitad de este verano espantoso, el golpe de calor ha venido a representar el descabello de los m¨¢s desfavorecidos. Si los p¨¢jaros caen al asfalto como si cayeran a la sart¨¦n, los trabajadores invisibles han sido rendidos por ese golpe traidor de la alta temperatura. Repartidores, obreros, barrenderos, jardineros han resultado vencidos por esa asfixia sin huella. Se ha discutido si los trajes de poli¨¦ster y el turno en un horario criminal no contribuyen a la tragedia, pero m¨¢s all¨¢ incluso hay que darse cuenta de que caen los m¨¢s d¨¦biles del sistema. La protecci¨®n, como el sindicalismo, est¨¢ mal vista en nuestros d¨ªas, donde todos los triunfos son individuales y todos los premios se recogen al grito de me lo merezco. No hay nadie que repare en los puntos de salida de cada cual ni el proceso inverso a la acogida que la exaltaci¨®n del negocio est¨¢ causando entre la poblaci¨®n.
El golpe de calor viene a ser el punto final en la cocina de un abandono sistem¨¢tico de quienes m¨¢s lo necesitan. Basta un ejemplo, en medio de la negaci¨®n del peligro clim¨¢tico ha bastado la temperatura alta para desencadenar cientos de incendios en el pa¨ªs en menos de tres semanas. Llegados al punto en que se subvenciona la gasolina para el coche particular mientras se reducen las frecuencias del Metro y se planifican becas para que familias con dinero culminen los estudios de sus hijos en el cole privado, no estar¨ªa de m¨¢s concederle un poco de atenci¨®n a quienes desde el desamparo se quedan al sol de mediod¨ªa sin un lugar donde ponerse a cubierto. No parece ir por ah¨ª tampoco la preocupaci¨®n ciudadana, que se ha comido el bomb¨®n de la competici¨®n y anda corriendo por la vida con la est¨²pida convicci¨®n de que hay ganadores y perdedores en lugar de escalas modestas de supervivencia. Podr¨ªamos imaginar que la crisis de precios a¨²n fuera peor, como lo es en los pa¨ªses que no tienen un solo pliegue de protecci¨®n social. Estar¨ªamos entonces a las puertas de un desastre de convivencia. Por suerte, estos golpes de calor nos llegan con algunas prevenciones tomadas, aunque quiz¨¢ no sean suficientes.
El Gobierno italiano ha ca¨ªdo como un vencejo insolado. Tambi¨¦n se suman las revueltas en otros lugares donde las elecciones son un lujo que no pueden permitirse. En Sri Lanka los guardias han tenido que desalojar al pueblo que okupaba la residencia presidencial. La llamada al voto es una v¨¢lvula para aligerar la presi¨®n. El pecado original de Mario Draghi era que nadie lo hab¨ªa elegido en las urnas y por lo tanto el apoyo oportuno que lo encumbr¨® lo dejar¨ªa caer cuando llegara la ocasi¨®n oportunista. Todo indica que entre brumas de una econom¨ªa de guerra los gobiernos pueden ser la pieza que salte al fundirse los plomos. Mientras tanto en la calle, lejos de la playa y el ocio, hincan rodilla los m¨¢s desafortunados. A un plato precocinado donde caben el abandono de los ancianos, el rechazo de los desfavorecidos y la precariedad laboral de las subcontratas, cuando le aplicas un golpe de calor final, precipitas una conclusi¨®n letal de necesidad.
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