?Qui¨¦n le hace la cama al n¨®mada digital?
La explosi¨®n del teletrabajo ha fomentado la figura del expatriado temporal. Las instituciones se han lanzado agresivamente a cortejarlos, sin pensar en las consecuencias gentrificadoras del fen¨®meno
Conoc¨ª hace poco a alguien que divide su a?o entre Mykonos, la costa de C¨¢diz y los Emiratos ?rabes. Trabaja en el sector tecnol¨®gico y, despu¨¦s de pasar el confinamiento de 2020 en Londres, decidi¨® que no volver¨ªa a vivir en un clima fr¨ªo. Como no era cuesti¨®n de someter a un interrogatorio inquisitorial a una persona que me acababan de presentar, me contuve de preguntarle lo que en realidad quer¨ªa saber: d¨®nde paga impuestos municipales, si contribuye a la recogida de basuras, c¨®mo arregla sus asuntos m¨¦dicos y a cu¨¢nto le asciende el alquiler en cada una de sus casas estacionales.
Esa persona respond¨ªa a todos los par¨¢metros del n¨®mada digital, una figura que no es nueva pero s¨ª se ha reforzado con la explosi¨®n del teletrabajo. El n¨®mada digital es aquel que se instala con un par de maletas, y quiz¨¢ una tabla de surf y una bici plegable de gama alta, all¨¢ donde le pide el cuerpo y trabaja en remoto mientras disfruta de las ventajas de su lugar de acogida temporal. El modelo est¨¢ al alza: la plataforma Airbnb registr¨® el a?o pasado que las reservas para estancias largas, de m¨¢s de 28 noches, ya suponen el 25% de b¨²squedas en su web.
Conceptualmente, el n¨®mada digital est¨¢ claramente emparentado con el expat, esa figura que se inventaron los angl¨®fonos para distinguirse de los migrantes cuando se iban a vivir a lugares m¨¢s c¨¢lidos y baratos. El expat casi nunca aprende la lengua local, a menudo socializa casi exclusivamente con otros expats y suele mantener una relaci¨®n ambigua con su lugar de residencia: maldice sus taras en la intimidad (oh, la burocracia) pero exalta sus virtudes cuando le preguntan sus compatriotas en casa (?cu¨¢nto dir¨ªas que le he pagado por esta garrafa de vermut a granel a mi bodeguero favorito de Gr¨¤cia?). La diferencia es que el n¨®mada digital, cuando se canse del bodeguero, cerrar¨¢ su port¨¢til y se ir¨¢ al pr¨®ximo destino atractivo. Y tiene todo el derecho a hacerlo, claro.
Muchas instituciones espa?olas est¨¢n intentando atraer a esos nuevos trashumantes, que casi siempre tienen un alto nivel adquisitivo, puesto que sus sueldos vienen de fuera, y podr¨ªan paliar, en parte, los problemas que genera la estacionalidad. Canarias ya es un destino enormemente popular entre n¨®madas digitales. Los 80.000 usuarios de una web llamada Nomad List, que votan all¨ª sus lugares preferidos, colocaron la isla de Gran Canaria este mismo a?o en el n¨²mero uno, por encima de Budapest, Lisboa, Miami, Austin, Chiang Mai, Bangkok y Sof¨ªa. Aun as¨ª, la Consejer¨ªa de Industria, Comercio y Turismo de la comunidad anunci¨® en 2020 que destinar¨ªa 600.000 euros en comunicaci¨®n para atraer a m¨¢s gente, y que no ahorrar¨ªa esfuerzos (econ¨®micos) en esa tarea. Es curioso, por cierto, ver c¨®mo se punt¨²a cada destino en Nomad List, siguiendo una tabla muy detallada de factores. Los n¨®madas creen que en la isla la ausencia de crimen es ¡°genial¡±, el nivel de ingl¨¦s ¡°malo¡±, y el sueldo medio (de los locales, no el suyo), ¡°mediocre¡±. Pero, en total, al 100% les parece un gran destino temporal.
Ayuntamientos grandes y peque?os se han lanzado a la caza del n¨®mada digital. El de Barcelona impulsa una campa?a con el lema ¡°Move your desk, change your life¡± (¡±traslada tu escritorio, cambia tu vida¡±) y desde el consorcio Turismo de Barcelona, con participaci¨®n municipal, se ha impulsado el programa Workation (de trabajo+vacaciones), que promete a los peregrinos digitales ayuda en los tr¨¢mites legales y consejos para encontrar ¡°los coworkings m¨¢s tops¡± (sic), adem¨¢s de prometer que es una ciudad segura. El n¨®mada digital suele dirigirse a lugares que ya tienen la marca hecha, como Sitges, cuyo Ayuntamiento tambi¨¦n activ¨® un programa para paliar el da?o que hizo la pandemia a los establecimientos tur¨ªsticos, o como M¨¢laga, donde el sector inmobiliario ya est¨¢ adapt¨¢ndose a las necesidades de los nuevos vecinos rotatorios: una promoci¨®n de obra nueva, bendecida por el consistorio, reserva 46 espacios para coliving. Aun as¨ª, la Espa?a vaciada tambi¨¦n busca su parte del pastel. Red El¨¦ctrica y la plataforma de reservas hoteleras Booking est¨¢n detr¨¢s de una iniciativa llamada Red Nacional de Pueblos Acogedores que agrupa a municipios de menos de 5.000 habitantes de provincias como Zamora, Soria o Palencia, que se promocionan como lugares de trabajo remoto.
Se entiende la competencia interna entre localidades, pero lo cierto es que Espa?a ya est¨¢ bien posicionada para ser un hostel de primer nivel. La geograf¨ªa, el clima y m¨¢s de 50 a?os de cultivo tur¨ªstico han hecho ese trabajo previo. Adem¨¢s, un n¨®mada digital, pongamos noruego, siempre va a preferir que le arreglen un f¨¦mur roto en un hospital ib¨¦rico que en otros lugares.
Falta poco para que aparezca la primera pintada de ¡°Digital Nomads Go Home¡± en Vallcarca o en Lavapi¨¦s, igual que existen desde hace ya mucho las de ¡°Tourists Go Home¡±. En la Ciudad de M¨¦xico, informaba recientemente Los Angeles Times, han surgido carteles que dicen, en ingl¨¦s: ¡°?Nuevo en la ciudad?, ?trabajando en remoto? Eres una puta plaga y los locales te odian. Vete¡±. Tras la pandemia, la capital mexicana se ha visto inundada de estadounidenses y canadienses que han disparado el precio de los alquileres en barrios como la Roma o la Condesa a niveles del todo inasequibles para los chilangos, que cobran, de media, unos 450 euros al mes. Un profesor de Filosof¨ªa, Fernando Bustos Gorozpe, se ha convertido en el portavoz oficioso de los que est¨¢n en contra de este ¡°colonialismo moderno¡± a trav¨¦s de sus v¨ªdeos de TikTok.
En Croacia, una iniciativa p¨²blica semipropagand¨ªstica que consisti¨® en invitar a diez n¨®madas digitales a vivir gratis total en Dubrovnik termin¨® el a?o pasado con protestas de varios empresarios. Una estadounidense que escribi¨® un libro sobre su envidiable vida en Bali (¡°400 d¨®lares por vivir en una casa en el ¨¢rbol¡±) y lo promocion¨® en un hilo de Twitter se vio sorprendida por la avalancha de respuestas del tipo: ¡°As¨ª que b¨¢sicamente est¨¢s usando el privilegio de una educaci¨®n occidental para vivir como una persona de clase alta en un pa¨ªs asi¨¢tico en el que la mayor parte de personas solo pueden limpiar esas casas¡±.
La gentrificaci¨®n que generan los n¨®madas digitales es a¨²n m¨¢s r¨¢pida y efectiva que la gentrificaci¨®n tradicional, puesto que los sueldos con los que estos teletrabajadores llegan a sus destinos temporales ni siquiera vienen del mismo sistema ni se pagan muchas veces en la misma moneda. El nuevo vecino rico temporal, adem¨¢s, no est¨¢ especialmente interesado en los efectos secundarios positivos de su propia acci¨®n gentrificadora (que el barrio al que se muda tenga m¨¢s zonas verdes o mejores servicios, por ejemplo), puesto que no va a llegar a verlos. Como mucho, necesita cafeter¨ªas en las que el wifi no se caiga y con camareros que hablen ingl¨¦s.
Que un empleado de Google, que cobran de media unos 250.000 euros al a?o, y una enfermera de la Sanidad p¨²blica, que se lleva de media unos 26.000 al a?o, est¨¦n compitiendo por los mismos pisos en esas ciudades que se desviven por acoger n¨®madas digitales tiende a lo indecente. Y quiz¨¢ las instituciones har¨ªan mejor en invertir sus esfuerzos y sus euros p¨²blicos en tratar de paliar las consecuencias del inevitable flujo de n¨®madas digitales (por ejemplo, con pol¨ªticas mucho m¨¢s aguerridas de vivienda p¨²blica) en lugar de gastarlos en promocionarse como destinos ideales para tu pr¨®xima workation.
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