El ineficiente dogmatismo de los conservadores
El nacionalpopulismo lleva a los conservadores brit¨¢nicos no solo a la degradaci¨®n democr¨¢tica sino a la ineficacia
La temprana y aparatosa ca¨ªda de Liz Truss tras apenas un mes y medio en Downing Street ha expuesto en toda su crudeza no solo la involuci¨®n espec¨ªfica del Partido Conservador brit¨¢nico, sino tambi¨¦n un desaf¨ªo que ata?e de forma m¨¢s amplia a las sociedades occidentales: el riesgo de desorientaci¨®n de formaciones conservadoras tradicionales como consecuencia del auge de fuerzas nacionalpopulistas. Estas ideas agitan las sociedades occidentales no solo por medio de partidos radicales, sino tambi¨¦n por sus efectos sobre formaciones anta?o portadoras de otros valores. Los tories encarnan a la perfecci¨®n ese riesgo con su tremendo viaje a lomos del Brexit, su contorsionismo para frenar a Nigel Farage y un declive que los entreg¨® a dirigentes tan alejados de los est¨¢ndares como Boris Johnson. Pero no es el ¨²nico caso.
Al otro lado del Atl¨¢ntico, el Partido Republicano tambi¨¦n se halla en una inquietante deriva desde que se consolidaron las tesis de una ultraderecha nacionalista, proteccionista y retr¨®grada tras el advenimiento de Donald Trump, que tambi¨¦n aup¨® al poder a figuras cuya adecuaci¨®n a las magistraturas que asumieron era m¨¢s que cuestionable. Est¨¢ por ver que el magnate vuelva a competir por la presidencia de EE UU, pero lo que resulta meridianamente claro es que sus tesis mantienen hoy un enorme protagonismo en esa formaci¨®n. Valga, entre muchos ejemplos posibles, la reciente declaraci¨®n del l¨ªder de los republicanos en la C¨¢mara de Representantes, Kevin McCarthy. Seg¨²n ha dicho, si su formaci¨®n gana las elecciones de noviembre, Ucrania deber¨ªa prepararse para una reconsideraci¨®n de la ayuda estadounidense con el argumento de que EE UU se dispone a afrontar una recesi¨®n.
En Europa continental tambi¨¦n hay casos significativos. La formaci¨®n conservadora tradicional francesa ¡ªLos Republicanos, herederos del gaullismo¡ª se halla en un problem¨¢tico viaje en el que, ante la pujanza de Marine Le Pen, ha abrazado en los ¨²ltimos a?os tesis extremas. En la ¨²ltima campa?a electoral, sus candidatos asumieron en conjunto la promesa de convocar consultas ciudadanas para proclamar la primac¨ªa del derecho franc¨¦s sobre el comunitario en materia de inmigraci¨®n, un aut¨¦ntico torpedo en la l¨ªnea de flotaci¨®n de la UE. Esa radicalizaci¨®n de las cl¨¢sicas posiciones conservadoras no parece haber aumentado sus grises expectativas. En Italia, la formaci¨®n local perteneciente a la familia popular europea, Forza Italia, se halla en la excentricidad m¨¢s absoluta, como muestran las bochornosas simpat¨ªas de Silvio Berlusconi por Vlad¨ªmir Putin y su causa. Tampoco su futuro pr¨®ximo parece muy prometedor.
El reto planteado por los abanderados del nacionalpopulismo es formidable en una ¨¦poca de turbulencias y con muchos ciudadanos descontentos, que se encomiendan al proteccionismo y a la nostalgia de pasados con menos derechos y menos inmigrantes. Parte esencial de la respuesta a ese desaf¨ªo y de la aspiraci¨®n a un devenir menos t¨®xico en las democracias occidentales es la persistencia de una vigorosa familia conservadora moderada y pragm¨¢tica. Ojal¨¢ en la Europa continental logre seguir contribuyendo a la construcci¨®n de nuestras sociedades lejos de un extremismo ideol¨®gico plagado de mantras vac¨ªos o directamente nocivos. Frente a la ineficacia brit¨¢nica que ha estado a punto de arruinar su pa¨ªs, v¨ªctima del contagio dogm¨¢tico nacionalpopulista, la l¨ªder conservadora Ursula von der Leyen se abre al pragmatismo y acepta estudiar las propuestas energ¨¦ticas para toda Europa de un Gobierno progresista como el espa?ol, ajeno a su familia ideol¨®gica.
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