Humor brit¨¢nico
Boris Johnson podr¨ªa ganar todas las elecciones, pero su gesti¨®n ser¨ªa siempre el mismo compendio de torpeza e impostura. De verdad, elijan a la lechuga
Los que adoramos el humor brit¨¢nico no nos sorprendimos demasiado de que un diario sensacionalista, en el pen¨²ltimo giro de trama de su Gobierno conservador, propusiera una competici¨®n por saber qui¨¦n tardar¨ªa menos en pudrirse si una lechuga o la primera ministra Liz Truss. Pues bien, la lechuga resisti¨® mejor. ?Por qu¨¦? Muy sencillo. La lechuga no le hab¨ªa hecho perder al pa¨ªs miles de millones en una crisis financiera causada por las medidas anunciadas de reducci¨®n de impuestos. Y s¨ª, tambi¨¦n porque la lechuga no goza de compa?eros de partido; tan solo responde a un proceso biol¨®gico duro y desalmado, pero que, comparado con la convivencia pol¨ªtica, es casi un cuento de hadas. Esta chistosa manera de encarar el desastre institucional me record¨® a un amigo brit¨¢nico que contaba que en sus a?os de Oxford eligieron como delegado de clase a un pastel de chocolate. El disparate estaba amparado por la norma, as¨ª que todos los actos oficiales de ese curso fueron presididos por una urna de cristal con el pastel en el interior. De esa manera tan gr¨¢fica, cada cual respond¨ªa por sus decisiones, por un lado la instituci¨®n y por otro los alumnos.
A Liz Truss la acusan incluso de cargarse a una reina casi eterna, a la que fue a presentar las credenciales y a los dos d¨ªas enterraban en olor de multitudes. No es para tanto. Es cierto que la se?ora Truss fue una veleta que orientaba su carrera en la direcci¨®n en que soplaba el viento; as¨ª pas¨® de liberal a conservadora y de europe¨ªsta a brexitera, pero, en un panorama en que los oportunistas son los reyes de la fiesta, ella solo fue una alumna aplicada. ?Qu¨¦ sucede? Que las recetas para llegar al poder pocas veces sirven para gobernar con destreza. Boris Johnson es un ejemplo perfecto. Podr¨ªa ganar todas las elecciones, pero su gesti¨®n ser¨ªa siempre el mismo compendio de torpeza e impostura. De verdad, elijan a la lechuga. Algunos electores deber¨ªan empezar a darse cuenta de que votar con las emociones solo anticipa una desoladora gesti¨®n de la desilusi¨®n.
En Espa?a abundan personas que anhelan que llegue el Gobierno de Alberto N¨²?ez Feij¨®o para volver a enterrar a Franco en el Valle de los Ca¨ªdos, para que la fiesta de los toros congregue multitudes, para que a los hombres se les permita piropear el trasero de las mujeres en plena calle y para que los transexuales se dediquen ¨²nicamente al teatro de variedades o a la prostituci¨®n, pues al ense?ar el DNI en la oferta de empleo les caer¨¢ encima la chacota de los compa?eros de oficina. Si esas son sus esperanzas, alguien deber¨ªa decirles que no, que la ley va un pasito por detr¨¢s de la evoluci¨®n natural y que el pragmatismo pol¨ªtico siempre convierte al sucesor en un propagandista de su antecesor. As¨ª fue Mariano Rajoy padrino de una boda gay mientras denunciaba la ley al Constitucional. Otra cosa es anhelar la pol¨ªtica econ¨®mica que plane¨® Liz Truss, con bajadas impositivas a los ricos, est¨ªmulos al consumo y aumento del gasto social. Un globo de Mary Poppins pinchado por el Banco de Inglaterra cuando vio su moneda depreciarse por el p¨¢nico de los mercados a la fantas¨ªa. La verdad econ¨®mica es un bofet¨®n que a todos nos coloca en el lugar. Si queremos hablar de futuro, salgamos del modo berrinche y empecemos a tratar el mundo como algo m¨¢s complejo que un despertador al que le retrasas dos horas y te autoenga?as diciendo que a¨²n no toca levantarse.
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