Cuando el insulto y la mentira son armas pol¨ªticas
Dejando a un lado las peculiaridades culturales de cada pa¨ªs, la mentira es hoy una manera de ganar elecciones
No se calibra lo que hiere un insulto p¨²blico hasta que no eres la insultada; no se sabe lo peligrosa que es la injuria hasta que eres la v¨ªctima de una. Hay necios que de vez en cuando nos recuerdan lo alto que hemos llegado en el arte del insulto en Espa?a. Yo a?adir¨ªa que si hemos hecho de la injuria y del insulto un arte hemos sido, sin duda, unos adelantados a nuestro tiempo, este en el que las redes han puesto a disposici¨®n del usuario la posibilidad de democratizar la bazofia. El uso de la mentira es ya un arma pol¨ªtica. La secuencia es la siguiente: en vez de expresar un desacuerdo y proponer alternativas, se opta por denigrar al adversario, y a eso se le a?ade un bulo, para apuntalar las razones que llevaron a ofenderle. Hay una derecha extrema que ha hecho de esta estrategia su manera de estar en pol¨ªtica y hay una derecha, que pudiendo ser moderada, se deja arrastrar por la falta de ¨¦tica. ?Me estoy refiriendo a Espa?a? Dir¨ªa que da igual porque de la misma forma que se han internacionalizado las obsesiones ideol¨®gicas de esta nueva derecha (g¨¦nero, feminismo, inmigraci¨®n, beneficio de los muy ricos en nombre de la libertad), tambi¨¦n los h¨¢bitos de los que se alimentan: las teor¨ªas conspiranoicas, los bulos, que aun pareciendo en un principio disparates van abri¨¦ndose paso en las mentes de los ciudadanos hasta convertirse en votos. Y los votos no les faltan, por tanto la t¨¢ctica goza de una estrategia probada.
Hace unos d¨ªas ocurr¨ªa en San Francisco un hecho que se convierte en paradigma del poder de la mentira: Paul Pelosi, marido de la presidenta del Congreso de Estados Unidos, Nancy Pelosi, fue v¨ªctima de un ataque a golpe de martillo en su propia casa. El tipo, David DePape, irrumpi¨® en el domicilio preguntando a gritos d¨®nde estaba Nancy Pelosi. Era exactamente el mismo grito que profer¨ªan el 6 de enero los asaltantes del Congreso. Hoy parece obvio que de haberse encontrado a la pol¨ªtica la habr¨ªan matado, o le hubieran dado un golpe en la cabeza, como ten¨ªa planeado DePape, para verla entrar en la C¨¢mara de Representantes sentada en una silla de ruedas.
Pero el delito no acaba aqu¨ª. No todos los congresistas republicanos condenaron el hecho y, para colmo, cuando comenzaron a correr bulos sobre la ¡°verdadera¡± naturaleza del ataque, muchos de ellos callaron, y el que calla es porque desea que la mentira crezca como una hierba salvaje. Lo que se empez¨® a difundir en los medios ultraderechistas es que el asaltante era en realidad un chapero y que la polic¨ªa escondi¨® las evidencias. El flamante nuevo due?o de Twitter, Elon Musk, ese tipo dispuesto a regenerarnos, public¨® en su red un link que conduc¨ªa al peri¨®dico especialista en bulos sobre los dem¨®cratas, con especial regusto en injuriar a las mujeres. Luego lo borr¨®. Actuaron as¨ª con Hillary Clinton y ahora alimentan una peligrosa inquina contra Pelosi. La v¨ªctima, su marido, es un hombre de 82 a?os, que ha sobrevivido al susto y a las heridas, pero que tambi¨¦n deber¨¢ reponerse al hecho de que no pocos votantes republicanos van a clamar por la libertad del criminal, apelando a esa sucia patra?a del prostituto que de alguna manera tuvo que defenderse del cliente. La cuesti¨®n sexual suele andar por medio en estas fantas¨ªas terror¨ªficas y algunas han acabado a tiros, como la del hombre que atac¨® la pizzer¨ªa en Washington donde se dec¨ªa que Hillary regentaba un boyante negocio de pederastia.
Ser¨ªa ingenuo pensar que esta infecci¨®n mortal nos queda lejos porque el discurso y la t¨¢ctica se han globalizado. Dejando a un lado las peculiaridades culturales de cada pa¨ªs, la mentira es hoy una manera de ganar elecciones. Donald Trump anuncia su regreso. En mayor o menor medida todos parten de lo mismo, aqu¨ª o all¨¢: el Gobierno de la izquierda o del centroizquierda no es leg¨ªtimo y los conservadores moderados son traidores a la causa. A todos nos suena esta historia. Lo que me pregunto es: si la mentira se propaga en parte a trav¨¦s de Twitter, ?qu¨¦ hacemos ah¨ª? ?Contrarrestarla? Pero eso s¨ª que es imposible, ya lo ha advertido su due?o.
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