Mi barril
Ch¨¢vez muri¨® en 2013 y desde entonces Maduro ha prevalecido. La oposici¨®n solo ha sabido desperdiciar la victoria electoral de 2015, cuando arrambl¨® con la Asamblea Nacional
Hace ya diecis¨¦is a?os, cerca de diciembre de 2006, un candidato a la presidencia de Venezuela que disputaba el cargo al ocupante de Miraflores, Hugo Ch¨¢vez, ofreci¨® al electorado una tarjeta de d¨¦bito con cargo al presupuesto ordinario de la naci¨®n.
El instrumento, destinado a pagar el arriendo, la cesta familiar, la factura el¨¦ctrica, la educaci¨®n de los hijos, los gastos m¨¦dicos y, en general, todo el combo, habr¨ªa de llamarse, muy tel¨²ricamente, ¡°la negra¡±.
En el Caribe, es sabido, la expresi¨®n ¡°mi negro¡± (o ¡°mi negra¡±, seg¨²n el cisg¨¦nero), proferida familiarmente, en trance festivo o amoroso, no entra?a trato denigrante u opresivo. Al contrario, los m¨¢s efusivos, como yo, llegamos a soltar ridiculeces como ¡°mi negrita santa¡±.
A ese registro emocional quer¨ªa apelar la oferta de una tarjeta m¨¢gica, prefiguraci¨®n criolla de la renta b¨¢sica universal finlandesa. Llamando ¡°la negra¡± a una tarjeta de d¨¦bito, la mercadotecnia electoral, buscaba ¡°hacer conexi¨®n¡±, darle a la mayor¨ªa mestiza una friega de empat¨ªa.
Me importa decir que aquel candidato no elucubraba siquiera algo tan tecno reformista y escandinavo como una renta b¨¢sica universal. Tampoco ofrec¨ªa sustento contable a su delirante ofrecimiento. No se paraba en nader¨ªas como esa de explicar de d¨®nde saldr¨ªan los fondos de la tarjeta negra ni qu¨¦ requisitos m¨ªnimos se exigir¨ªa para otorgarla. Se limitaba a vociferar ¡°si votas por m¨ª te doy una tarjeta de d¨¦bito sin l¨ªmite de gastos para que no andes por ah¨ª preocup¨¢ndote por pendejadas¡±.
Los spots publicitarios del candidato mostraban un modelo de la tarjeta: el logotipo evocaba la vaquita risue?a de la conocida l¨ªnea de quesos francesa, solo que era negra, negr¨ªsima, como el petr¨®leo impl¨ªcito en la campa?a. Me parece escuchar al asesor electoral explicarle al candidato que la correlaci¨®n ¡°negra¡± y ¡°petr¨®leo¡± era una cosa m¨¢s bien subliminal, doctor, no s¨¦ si me explico.
El candidato se ofrec¨ªa como la alternativa al petropopulismo de chequera relampagueante de Hugo Ch¨¢vez, el hombre cuyos delirios estatistas llevaron a la quiebra al pa¨ªs m¨¢s rico de Sudam¨¦rica.
Lo sorprendente, al mirar atr¨¢s, es que el candidato de la tarjeta de d¨¦bito con cargo a los ingresos petroleros del pa¨ªs era apoyado por la comunidad empresarial, la banca y los medios de prensa, ap¨®stoles todos ellos del equilibrio macroecon¨®mico y la responsabilidad fiscal.
Si la idea era derrotar a Ch¨¢vez en artes de embeleco redistributivo, ofrecer una improbable tarjeta de d¨¦bito nunca superar¨ªa a ver al m¨¢ximo l¨ªder, al original Corn Flakes de Kelloggs del populismo militarista y manirroto, expropiar a gritos a la Exxon Mobil en su programa de televisi¨®n. ?En qu¨¦ estaban pensando?
Ch¨¢vez muri¨® en 2013 y desde entonces Nicol¨¢s Maduro ha prevalecido. La oposici¨®n solo ha sabido desperdiciar miserablemente la clara victoria electoral de 2015, cuando arrambl¨® con la Asamblea Nacional. Se dej¨® arrastrar por Leopoldo L¨®pez a un aventura golpista cuyo mascar¨®n de proa era un joven gesticulante de TikTok a quien Washington ha dejado al fin, como era previsible, en la estacada.
El D¨ªa de los Fieles Difuntos¡ªlo hace notar el editorial de El Nacional de Caracas¡ªarranc¨® la campa?a para elegir, en una hasta ahora ininteligible elecci¨®n primaria, al hombre o mujer que derrotar¨¢ a Maduro y restituir¨¢ los usos democr¨¢ticos.
Juan Guaid¨®, quien como ¡°presidente interino¡± se comprometi¨® a no dejar el cargo hasta no ver concretada una elecci¨®n cre¨ªble, ha decidido no esperar m¨¢s y participar como candidato en las primarias, sin despojarse de su, llam¨¦mosla as¨ª, magistratura.
Se calcula que pronto veremos una decena de aspirantes. Uno de ellos ha reeditado la oferta de la tarjeta de d¨¦bito de 2006. No correr¨¢ el riesgo de ser malinterpretado y por eso le ha dado a la tarjeta negra la forma de un barril de petr¨®leo de 42 galones. Por eso la campa?a se llama ¡°mi barril¡±. Da grima tanto acumen, tanto ingenio.
El candidato se llama Antonio Ecarri y afirma que ¡°mi barril¡± no ser¨¢ lo mismo que la tarjeta negra de 2006, que en modo alguno est¨¢ ofreciendo un irresponsable subsidio populista. No ser¨¢ dinero echado a la letrina, explica, sino la concreci¨®n del derecho ?constitucional? Que nos inviste a todos los ciudadanos de un pa¨ªs cuyo mapa cubre 303.000 millones de barriles en reservas probadas de crudo.
Un barril de petr¨®leo para llevar a casa. Ni m¨¢s ni menos ofrec¨ªa el candidato Ch¨¢vez en 1998. ?Se entiende ahora por qu¨¦ el mundo entero bosteza cuando oye hablar de la oposici¨®n venezolana?
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