Delicada sanidad de hierro
?Cu¨¢ntos espa?oles que viven fuera prefieren otra sanidad a la nuestra? La profesionalidad, gratuidad, celeridad o trato humano que uno encuentra en Espa?a son casi imbatibles
La sanidad en Espa?a tiene una delicada salud de hierro. Es como esas personas ancianas que, a pesar de sufrir achaques constantes, sobreviven a todos sus coet¨¢neos. Pero, como parece que vivir¨¢n para siempre, a todos nos sorprende el d¨ªa que mueren.
El sistema sanitario espa?ol tambi¨¦n parece resistir milagrosamente a cualquier mal. Lo dicen los expertos: gastando menos dinero que la media europea disfrutamos de casi tres a?os m¨¢s de esperanza de vida y de excelentes tasas de supervivencia a dolencias como el c¨¢ncer. Y lo confirma la gente: ?Cu¨¢ntos espa?oles que viven fuera, ya sea EE UU, Suecia o Australia, prefieren la sanidad de esos lugares a la nuestra? La profesionalidad, gratuidad, celeridad o trato humano que uno encuentra en Espa?a son casi imbatibles.
Este prodigio ha sido posible gracias, primero, al sacrificio de los sanitarios, dispuestos a trabajar el doble por la mitad de sueldo, y, segundo, a un pacto secreto. Una alianza entre lo p¨²blico y lo privado, urdida en tiempo inmemorial, cuando nuestro Estado de bienestar estaba en harapos y la salud y los cuidados reca¨ªan en mutuas profesionales y organizaciones religiosas.
Este acuerdo requer¨ªa la responsabilidad de los pol¨ªticos. Los de izquierdas renunciaban a ara?ar cuatro votos con mensajes facilones sobre la privatizaci¨®n y firmaban convenios con empresas y entidades del tercer sector. Los logros en investigaci¨®n biom¨¦dica y gesti¨®n sanitaria, a¨²n con recursos limitados, son deudores de ese esp¨ªritu abierto. Y los pol¨ªticos de derechas no estaban atacados por el virus del neoliberalismo que, por ejemplo, ha llevado a los recortes en Madrid.
El consenso se ha roto y se ha abierto la veda de caza pol¨ªtica en la sanidad. Es inevitable. Ocurre cuando un pa¨ªs transita de la fase 1 de desarrollo de la sanidad p¨²blica, que consiste en abrir centros de salud y hospitales comarcales por doquier, a la fase 2, en la que toca concentrar servicios en menos hospitales pero m¨¢s tecnificados. Y todo pol¨ªtico prefiere ver su nombre en una placa de inauguraci¨®n que en la pancarta de una manifestaci¨®n.
Pero, si bien la escasez de recursos constri?e la acci¨®n de la Administraci¨®n, tambi¨¦n estimula la imaginaci¨®n, como nos ense?a la historia de nuestra sanidad. Ojal¨¢ los pol¨ªticos invirtieran sus esfuerzos en eso en vez de avivar la guerra de lo p¨²blico contra lo privado.
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