?Pas¨® en Espa?a? Pas¨® por Espa?a
La sociedad espa?ola ha quedado en manos de una minor¨ªa populosa y ruidosa, capaz de hacer que tengamos m¨¢s miedo a cien negros entrando en Melilla que a otros muchos problemas
El debate sobre la situaci¨®n vivida en la frontera de Melilla vuelve a estar centrado en si las violaciones de derechos humanos, con muertos y heridos, se produjeron o no en suelo soberano espa?ol. Las autoridades (desde los agentes de la Guardia Civil a la delegaci¨®n del Gobierno, y de ah¨ª hasta el Ministerio de Interior y el Consejo de Ministros), se centran en ese detalle meramente geogr¨¢fico.
Pero supongamos que, en efecto, seg¨²n la tesis oficial, nada de lo que grabaron las c¨¢maras sucedi¨® en territorio espa?ol, sino marroqu¨ª, y por agentes marroqu¨ªes. ?Acaba ah¨ª el problema? ?No hay caso si no lo hay para la Fiscal¨ªa? ?Es un caso marroqu¨ª?
Ese es el centro del debate, pero curiosamente aquello de lo que no se habla casi nunca. Pase o no en suelo espa?ol, pasa por Espa?a. No por el Gobierno espa?ol, ni siquiera por el Estado espa?ol; pasa por Espa?a y los espa?oles. Pasa porque la sociedad espa?ola ha quedado en manos de una minor¨ªa populosa y ruidosa, capaz de hacer que tengamos m¨¢s miedo a cien negros entrando en Melilla que a otros muchos problemas.
La mayor parte de los flujos migratorios residenciales, sean regulares o no, entran a Espa?a por nuestros aeropuertos. Espa?a ha recibido a varios millones de migrantes en los ¨²ltimos a?os. Lo ha hecho bien, con una buena dosis de humanidad, con una parte muy importante de la sociedad a favor de recibir y convivir. No vamos a exagerar las bondades de la acogida que han tenido, pero en esencia no ha sido mala.
Pero el miedo a un pu?ado de negros est¨¢ destrozando la humanidad de nuestra sociedad. Lo de Melilla no pasa por Marlaska. No pasa por la Guardia Civil y un supuesto desapego por los derechos humanos en ese cuerpo. No pasa por el Gobierno, ni el Estado. Pasa porque la sociedad espa?ola as¨ª lo quiere. Lo quiere por defecto. Es decir, no le gusta que eso pase, pero est¨¢ dispuesta a pagar el precio, a cambio de que no entre un pu?ado de negros. En el camino, no solo dejamos nuestra humanidad y nuestra legitimidad, sino que nos abrimos al chantaje de una dictadura, como la que somete a la sociedad marroqu¨ª. Hemos vendido nuestros valores por el miedo a un pu?ado de negros.
Lo que ha sucedido en Melilla puede costarle el puesto a un ministro porque, al final, la manera de funcionar de la pol¨ªtica institucional hace que esa sea la v¨ªa de soltar presi¨®n: salvamos al sistema rompiendo una cara.
Pero Marlaska somos todos: Marlaska es una UE obsesionada con el miedo al migrante; Marlaska es una extrema derecha enfervorecida; Marlaska es una sociedad rid¨ªcula, temerosa de un pu?ado de hombres convertidos en despojo sin derechos. Marlaska es mucha Espa?a. Y todo eso s¨ª que pasa en nuestro suelo
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