Rep¨²blica federal laica
Nuestras derechas tienden a ser demasiado conservadoras y su visi¨®n de una Espa?a unitaria y esencialista las lleva a una concepci¨®n est¨¢tica, inmutable y jer¨¢rquica de un cuerpo pol¨ªtico plural
Con clarividencia impostada y prestada, Isabel D¨ªaz Ayuso acert¨® a identificar el sue?o de los de enfrente y la pesadilla de los suyos. Ya no era tanto el comunismo como una Rep¨²blica federal laica a la que el Gobierno nos estar¨ªa llevando de facto, sin que pudi¨¦ramos apreciarlo en sus calculados movimientos. El descubrimiento alegr¨® a sus contrarios, que confirmaron lo preciso de su aserto, superior al que ellos mismos eran capaces de manejar como s¨ªntesis de sus anhelos pol¨ªticos. La Federal, aquel mito decimon¨®nico que aunaba un r¨¦gimen republicano, autogobernado desde los territorios, separado de la Iglesia y, sobre todo, de peque?os propietarios y productores, equitativo en el reparto de los esfuerzos del trabajo, regresaba al presente despu¨¦s de decenios ocultado. La clarividente pol¨ªtica del PP despejaba telara?as. Gracias, Isabel.
Obviamente, esa no era su intenci¨®n. El objeto eran los suyos, despistados ante los embelecos del Ejecutivo y la p¨¦rfida precisi¨®n de su hoja de ruta. Al cabo de los a?os, Dios-Patria-Rey ¡ªAltar, Naci¨®n-Trono en su versi¨®n menos tradicionalista, la liberal-conservadora¡ª sigue siendo el trinomio favorito y preciso de nuestras derechas patrias. Por eso, lo que suena a su contrario invoca los at¨¢vicos demonios de una cultura pol¨ªtica instalada hist¨®ricamente en el pasado. No se necesitan explicaciones; basta decir rep¨²blica-federal-laica y todos los suyos lo entienden.
?Y por qu¨¦? Es cierto que, obviando contextos hist¨®ricos y explicaciones m¨¢s apuradas, las dos experiencias republicanas espa?olas no son lo m¨¢s agradable para echarse al recuerdo. Adobar sus memorias de inestabilidad, tensi¨®n, amenazas e incluso violencia extrema no es dif¨ªcil si se quiere hacer. Pero, posiblemente, tan negativa reminiscencia tiene que ver sobre todo con que, sin contar nuestra actual experiencia democr¨¢tica, contiene los dos momentos m¨¢s ic¨®nicos en que nuestras derechas fueron desalojadas del poder: el Sexenio Democr¨¢tico y la Segunda Rep¨²blica. Las derechas tienen un sentido patrimonial del poder pol¨ªtico (y de los otros tambi¨¦n), de manera que esas y otras experiencias en que estuvieron fuera de ¨¦l las interpretan como contra natura o como producto de una celada de grandes proporciones (y lo mismo da el 14-M de 2004 que la moci¨®n de censura de 2018); en la interpretaci¨®n m¨¢s liviana, ser¨ªan resultado de errores propios (el 28-O de 1982 y los 14 a?os de Ejecutivo socialista con Felipe Gonz¨¢lez, o incluso el abrazo del dictador Primo de Rivera con el rey Alfonso XIII).
El resultado de no desasirse de lecturas en exceso historicistas es que nuestras derechas tienden a ser demasiado conservadoras. No solo apartan de su vista y como recurso soluciones de pol¨ªtica pr¨¢ctica que en pa¨ªses vecinos son perfectamente compatibles con su naturaleza ideol¨®gica: las derechas francesas o alemanas son tambi¨¦n indistintamente republicanas, laicas y federales, seg¨²n los casos, igual que las americanas y las de medio mundo. Adem¨¢s, su tan compacta trilog¨ªa remite a una trinidad de aromas teol¨®gico-pol¨ªticos impropios de un siglo XXI moderno (porque cabe la posibilidad conocida de otro reaccionario). Su visi¨®n de una Espa?a unitaria y esencialista, que lo es porque es cat¨®lica (sin poder ser otra cosa sin perder su raz¨®n de ser y sin poder ser revisada su condici¨®n por el gusto de una generaci¨®n), porque su objeto hist¨®rico trasciende la nimiedad de la pol¨ªtica ¨Cen la mejor tradici¨®n de Donoso Cort¨¦s y luego de Men¨¦ndez Pelayo-, encuentra en la corona el cierre coherente de una concepci¨®n est¨¢tica, inmutable, jer¨¢rquica, exclusivista y excluyente de ese cuerpo pol¨ªtico plural que es y debe seguir siendo el Estado naci¨®n espa?ol.
Hasta 1978, la historia contempor¨¢nea espa?ola fue la de unas derechas que trataron y lograron por todos los medios apartar a sus oponentes de izquierdas del poder ¡ª47 a?os de dictaduras conservadoras en el siglo XX lo atestiguan¡ª, adem¨¢s de satanizar algunos objetivos pol¨ªticos neutrales ¡ªrep¨²blica, autogobierno territorial, separaci¨®n Iglesia-Estado¡ª hasta convertirlos en objetos de parte, cosa que con atravesar los Pirineos se aprecia que no lo son. Se privan as¨ª de posibilidades para ampliar su espacio pol¨ªtico y limitan las del pa¨ªs, porque remiten estas a experiencias hist¨®ricas nefastas, que se repetir¨ªan hoy con el mismo resultado final. Sin embargo, la realidad reciente est¨¢ demostrando lo contrario, y el sano laicismo, la separaci¨®n entre Iglesia y Estado, los autogobiernos regionales, la econom¨ªa de mercado con responsabilidad social o la extensi¨®n de derechos y garant¨ªas ciudadanas prosperan, las m¨¢s de las veces, a pesar suyo, tras vencer su inicial repugnancia (y la judicializaci¨®n correspondiente de esos avances).
Nuestras derechas deber¨ªan hacer un esfuerzo de aggiornamento e incorporar otras posibilidades a su agenda, aunque a medio plazo no figuren entre sus elecciones favoritas. Nadie les obliga a ser republicanas, federalistas (o, al menos, federalizantes) y seculares, y ni tampoco liberales de convicci¨®n, pero el pa¨ªs y la pol¨ªtica ganar¨ªan mucho si, al menos, contemplaran todo esto como posibilidad y no como clavo ardiendo para situaciones extremas.
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