?Qu¨¦ festejan?
Los argentinos enloquecen Buenos Aires para ensalzar a los que les traen la tercera copa, pero es posible que, adem¨¢s de la victoria, est¨¦n festejando la racionalidad que se esconde detr¨¢s
Los argentinos est¨¢n homenajeando a su selecci¨®n nacional de f¨²tbol en una ceremonia nunca antes vista por sus dimensiones ni por su intensidad emocional. Es la consagraci¨®n de esos jugadores. Literal: su elevaci¨®n a un lugar sagrado. La celebraci¨®n se improvis¨® en los cruces de las grandes avenidas de todas las ciudades del pa¨ªs. Su centro estuvo en Buenos Aires, en el obelisco. Hasta all¨ª concurri¨®, espont¨¢nea, la multitud que festej¨® el domingo pasado el triunfo sobre Francia.
All¨ª volvi¨® este martes, para encontrarse con el equipo reci¨¦n llegado de Qatar. La movilizaci¨®n desbord¨® el centro de la ciudad, bloque¨® las autopistas, salt¨® de escala. M¨¢s de tres millones de personas en un frenes¨ª que se volvi¨® ca¨®tico. Los futbolistas debieron suspender su recorrido en un ¨®mnibus de doble piso, descubierto, por la inseguridad para circular. Terminaron en un saludo simb¨®lico, desde un helic¨®ptero en el que pasearon, se presume, Lionel Scaloni y Lionel Messi con la copa.
La movilizaci¨®n super¨® con creces las mayores concentraciones de la historia nacional. En el mismo lugar al que pensaba llegar el seleccionado, Ra¨²l Alfons¨ªn reuni¨® ¡°apenas¡± a un mill¨®n de personas para clausurar su campa?a electoral en octubre de 1983. Era el final de la sanguinaria dictadura militar. Hoy se triplic¨® el n¨²mero de gente que sali¨® de sus casas a festejar. En esa magnitud cabe cualquier cosa: alegr¨ªa, gratitud, fanatismo, irracionalidad.
?Qu¨¦ festejan? Por supuesto, el f¨²tbol. Pasaron 36 a?os desde que el pa¨ªs gan¨® su ¨²ltima copa. La segunda, la de M¨¦xico, la del gol de Maradona a los ingleses, que aspira a ser el mejor gol de la historia. Los argentinos se reencuentran con esa alegr¨ªa, estimulada por varias peculiaridades. La de un comienzo frustrante, frente a Arabia. La de un desenlace de infarto, por su dramatismo.
No son las ¨²nicas notas singulares. Este triunfo en un mundial fue distinto de los anteriores. Por primera vez encuentra a los argentinos integrados en un consenso muy poco frecuente. La que sali¨® a las calles en 1978 era una sociedad fracturada por la represi¨®n militar. En los s¨®tanos de esa Argentina ejecutaba sus atrocidades el terrorismo de Estado. En 1986 la contradicci¨®n no era pol¨ªtica sino deportiva. Los seguidores de C¨¦sar Luis Menotti, el t¨¦cnico de 1978, impugnaban a Carlos Bilardo, que debi¨® resistir a los funcionarios de Alfons¨ªn que quer¨ªan desplazarlo. En este 2022, alrededor del equipo de Lionel Scaloni no hay polarizaci¨®n alguna. Los argentinos, que han pasado m¨¢s de dos siglos de su historia en un incesante enfrentamiento, se desconocen a s¨ª mismos en esta unanimidad. ?En qu¨¦ minuto habr¨¢n experimentado una armon¨ªa semejante? ?Hace ya casi 10 a?os, en marzo de 2013, cuando Jorge Bergoglio fue elegido Papa? Quiz¨¢s.
En el centro de estos fastos est¨¢ Messi. Lo mejor de la celebraci¨®n es para ¨¦l. Es su apoteosis. No se trata s¨®lo de la exaltaci¨®n de un prodigio deportivo, el proveedor de incontables alegr¨ªas. Esta vez hay algo m¨¢s: se ovaciona al capit¨¢n. En Qatar se pudo ver el resultado de una metamorfosis. La del astro solitario, recortado, inalcanzable, que se transforma en l¨ªder de un conjunto. Messi fue otra vez el delantero de un virtuosismo fronterizo con la magia. El que hace el gol o el que dise?a la jugada de la que va a salir el gol. Pero fue m¨¢s. Se puso a cargo del equipo, contuvo a los dem¨¢s y desde la altura inimitable de sus capacidades, demostr¨® que el todo es m¨¢s que la suma de las partes. Los argentinos descubrieron a un nuevo Messi y aplauden tambi¨¦n ese espect¨¢culo.
Este inventario de motivos es insuficiente para explicar la algarab¨ªa que se vive en el pa¨ªs. En esa alegr¨ªa parece haber algo m¨¢s. Hay que buscarlo en la pol¨ªtica. Porque en la peripecia de cualquier seleccionado palpita un factor pol¨ªtico ineludible. Es sencillo: el f¨²tbol se ha convertido en el misterioso reducto de la identidad nacional.
Comprender este aspecto del fen¨®meno obliga a quitar la vista del centro de la escena. Hay que observar el contexto. Los que salen, gozosos, sin obedecer a convocatoria alguna, a envolverse en la bandera para tomar las calles, forman parte de una sociedad desencantada. Los investigadores de la opini¨®n p¨²blica est¨¢n azorados ante las respuestas que obtienen en sus encuestas cualitativas. Es habitual que las mujeres y los hombres consultados se pongan a llorar cuando se les hace hablar de su vida cotidiana. Lagrimea el que sale de paseo con su hijo y no puede llevarle al cine porque el precio la entrada desequilibra todo el presupuesto. Solloza el que comenta que debi¨® cambiar a su hijo de colegio porque la cuota se hab¨ªa vuelto inaccesible. Se quiebra la se?ora que no sabe cuando volver¨¢ a ver a sus nietos porque su hijo decidi¨® mudarse de pa¨ªs. ¡°?Y la pol¨ªtica? ?Qu¨¦ hace frente a todo esto?¡±. Responde uno de los invitados a esos focus group: ¡°La pol¨ªtica es un circo vac¨ªo. Los pol¨ªticos siguen haciendo su show, pero el p¨²blico se ha ido¡±.
El desasosiego que aparece en esos testimonios tuvo una manifestaci¨®n t¨¦cnica el a?o pasado. Las legislativas de 2021 fueron las elecciones con mayor abstenci¨®n de la historia de la democracia refundada en 1983. En un pa¨ªs en el cual el voto es obligatorio, dej¨® de asistir a los comicios m¨¢s del 30% del electorado.
No es dif¨ªcil conjeturar las razones de esa indiferencia. Desde hace una d¨¦cada la econom¨ªa est¨¢ estancada. La inflaci¨®n ha ido en aumento durante 15 a?os y ya alcanza el 100% anual. El salario se derrumba y el ¨²nico empleo que se expande es el informal. Legiones de trabajadores de clase media caen en la pobreza, que se ha estabilizado en alrededor del 40%. La pandemia golpe¨® en ese cuadro previo y cre¨® m¨¢s de dos millones de nuevos pobres. El 70% de la poblaci¨®n cree que el a?o pasado ha sido mejor que ¨¦ste y que ¨¦ste es mejor que el que vendr¨¢.
En contraste con esta desolaci¨®n act¨²a una clase pol¨ªtica facciosa. Las propuestas de cada corriente, el Frente de Todos, de Cristina Kirchner, o Juntos por el Cambio, de Mauricio Macri, parecen agotarse en la estigmatizaci¨®n del otro contrario como causante de todos los problemas. Es una conflictividad est¨¦ril. Los gobiernos pasan pero la crisis contin¨²a. La incompetencia se generaliza. Ayer hubo una demostraci¨®n estridente: a pesar de que se sab¨ªa que se desatar¨ªa una marea humana, a los funcionarios les fue imposible coordinar un operativo de seguridad. ¡°Scaloni, arm¨¢ el equipo de gobierno¡±, es una broma que circula por las redes. La repetici¨®n de los errores hace que el p¨²blico vaya dejando el circo. El diagn¨®stico figura en los manuales: en la Argentina se est¨¢ profundizando una crisis de representaci¨®n.
Contra el tel¨®n de fondo de esta apat¨ªa pastosa los festejos adquieren un significado que excede al f¨²tbol. Los argentinos parecen recuperar, a prop¨®sito de la saga de su seleccionado, una vibraci¨®n no experimentada durante mucho tiempo. El deporte les provee esa motivaci¨®n, ese entusiasmo, que les retacea la pol¨ªtica.
El objeto de esa veneraci¨®n es, para algunos, muy concreto. Agradecen un resultado. Los goles y la copa. Otros est¨¢n conmemorando algo m¨¢s brumoso e impreciso. Saludan un m¨¦todo, una disciplina. Porque la selecci¨®n que se llev¨® la victoria de Qatar hab¨ªa naufragado en el mundial de Rusia. Decepcionado, impotente, Messi amenaz¨® con renunciar al equipo. Al borde del colapso, Claudio Tapia, el presidente de la Asociaci¨®n del F¨²tbol Argentino, le entreg¨® el bast¨®n de mando. Messi sell¨® una alianza con Scaloni. Ambos volvieron a las fuentes. Al esp¨ªritu de aquel equipo de Jos¨¦ Pekerman, que los dos integraron para disputar el mundial de 2006, en Alemania. Convocaron a nuevos jugadores, rearmaron el medio campo, dise?aron una estrategia, se abrazaron a un estilo: sobriedad, inteligencia, garra.
Los argentinos saturan las calles de las principales ciudades y enloquecen Buenos Aires para ensalzar a los que les traen la tercera copa de un mundial. Muchos acaso no lo saben pero, adem¨¢s de la victoria, est¨¦n festejando la racionalidad que se esconde detr¨¢s toda victoria. Salen al encuentro de un conjunto de personas y de una cultura en los que se sienten representados. No es un mensaje pol¨ªtico. Pero es un mensaje que los pol¨ªticos deber¨ªan descifrar.
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.