Lula y el relanzamiento internacional de Brasil
¡°Una de las promesas principales del nuevo presidente es dar un giro a la pol¨ªtica exterior¡±
Jake Sullivan, el consejero nacional de Seguridad de los Estados Unidos, lleg¨® este lunes de visita a Brasilia. El motivo formal es mantener reuniones con los dos equipos presidenciales: el saliente, de Jair Bolsonaro, y el que acompa?ar¨¢ a Luiz Inacio Lula da Silva a partir del 1 de enero. Sin embargo, para un examen pol¨ªtico, el sentido principal del viaje de Sullivan es el establecimiento de un v¨ªnculo con Lula. Una de las promesas principales del nuevo presidente es dar un giro a la pol¨ªtica exterior. Ese programa incluye una nueva agenda en la relaci¨®n bilateral con el gobierno de Joe Biden. La constituci¨®n de ese eje Washington-Brasilia est¨¢ llamada a ser una novedad de magnitud para la regi¨®n.
Entender este empe?o de Lula obliga a hacer un poco de memoria. Recordar, por ejemplo, que su idilio con Barack Obama, que al principio fue tan estimulante, se hizo trizas en mayo de 2010. La raz¨®n fue el acuerdo que hicieron Brasil y Turqu¨ªa con Ir¨¢n para la regularizaci¨®n del programa nuclear de ese pa¨ªs. Obama plante¨® objeciones a ese entendimiento. Y Lula no tuvo mejor respuesta que filtrar una carta que el propio Obama le hab¨ªa dirigido en noviembre de 2009, alentando esa negociaci¨®n, pero fij¨¢ndole algunas pautas. El gobierno brasile?o se propuso, al dar a conocer la carta, demostrar que lo pactado con Ir¨¢n estaba en el marco de esas recomendaciones. Es decir, que el que hab¨ªa cambiado de opini¨®n era Obama. El trato entre ambos qued¨® tan deteriorado que, cuando el presidente de los Estados Unidos viaj¨® a Brasilia, en marzo de 2011, Lula no asisti¨® a la cena de gala que le ofreci¨® el gobierno de su sucesora y ahijada, Dilma Rousseff. En poco tiempo tambi¨¦n Rousseff romper¨ªa relaciones, enojada por haber sido una de las tantas v¨ªctimas del espionaje de la Agencia de Seguridad Nacional, seg¨²n se supo por las infidencias de Edward Snowden, en septiembre de 2013. Una iron¨ªa del destino: Obama se desprendi¨® de Hillary Clinton, la principal objetora de un acercamiento con Ir¨¢n, la reemplaz¨® por John Kerry, y termin¨® pactando.
Los Estados Unidos y Brasil ya no son los de entonces. Por Washington pas¨® Donald Trump, y por Brasilia, Bolsonaro. Ah¨ª est¨¢n los factores m¨¢s poderosos de un reacercamiento del que hubo se?ales clar¨ªsimas desde antes de las elecciones brasile?as. En julio de este a?o, Bolsonaro reuni¨® a 40 embajadores con sede en su pa¨ªs para alertarlos sobre un posible fraude electoral. El blanco de sus sospechas fue la Justicia electoral, que ya hab¨ªa habilitado a Lula para competir con ¨¦l. En esa oportunidad, el gobierno de los Estados Unidos estuvo entre los primeros en afirmar que no hab¨ªa por qu¨¦ sospechar de la calidad de los comicios y, por lo tanto, tampoco de la legitimidad de quien surgiera como triunfador. En ese momento, el l¨ªder del PT era el favorito por amplio margen en todas las encuestas. A los pocos d¨ªas lleg¨® a Brasilia Lloyd Austin, el secretario de Defensa de los Estados Unidos, qui¨¦n puso las manos en el fuego por los procedimientos electorales brasile?os.
Austin reclam¨®, adem¨¢s, un firme control civil sobre las fuerzas armadas. Se entendi¨® lo obvio: que su gobierno esperaba que los militares de Brasil acataran el veredicto de las urnas. Fue clarividente el ministro de Biden. Porque cuando Bolsonaro perdi¨®, las legiones que se levantaron en protesta denunciando trampas pudieron acampar sin restricciones en bases del Ej¨¦rcito. La relaci¨®n con los uniformados es uno de los problemas que Lula tiene por delante. En la administraci¨®n actual hay 7.000 soldados en actividad que trabajan como funcionarios. En este contexto es comprensible la importancia que reviste la designaci¨®n del nuevo ministro de Defensa. Todo indica que ser¨¢ el civil Jos¨¦ Mucio Monteiro, un dirigente del Partido Trabalhista Brasileiro (PTB), que ya fue ministro de Lula y que pas¨® buena parte de su vida militando en partidos de derecha, como el PFL, cercano a las fuerzas armadas.
El vector principal de la pol¨ªtica exterior de Lula ser¨¢ su preocupaci¨®n por el medio ambiente. Una materia por la que el reaccionario Bolsonaro entr¨® en conflicto con infinidad de pa¨ªses. Entre otros, los Estados Unidos y Francia. El nuevo presidente ya emiti¨® signos de su orientaci¨®n al asistir, dos semanas atr¨¢s, a la cumbre ambiental de Naciones Unidas en Egipto. All¨ª ofreci¨® a la Amazonia como sede para la realizaci¨®n del encuentro de 2025. La invitaci¨®n estuvo acompa?ada de un mensaje: ¡°Brasil vuelve al mundo¡±. Y lo hace por la puerta de la ecolog¨ªa. Es el mejor tema que puede encontrar para anudar su relaci¨®n con Biden. Es probable que, en respuesta, el presidente de los Estados Unidos se haga representar en la asunci¨®n de Lula con el encargado de medio ambiente: Kerry. Es el emisario ideal: cuando fue canciller de Obama, en reemplazo de Hillary Clinton, la presidenta de Brasil ya era Rousseff.
El camino del reencuentro tendr¨¢ un hito: Lula tiene previsto visitar Washington antes de asumir la presidencia. Sobran temas de conversaci¨®n: la pacificaci¨®n de Colombia, la salida democr¨¢tica de Venezuela, el rescate de Hait¨ª, en el que en otro tiempo tuvieron much¨ªsimo que ver las fuerzas armadas brasile?as. Y, en otra escala, la relaci¨®n con China y Rusia, con las que Brasil convive en el grupo Brics. De cualquier manera, la relaci¨®n Biden-Lula est¨¢ anudada desde fuera: hace un mes, Eduardo Bolsonaro visit¨® a Trump en Palm Beach y tambi¨¦n se encontr¨® con el gur¨² del expresidente republicano, Steve Bannon, para recibir asesoramiento. Alianzas en espejo.
La campa?a ambientalista de Lula ser¨¢ un desaf¨ªo para Emmanuel Macron. ?l vino utilizando la negligencia ecol¨®gica de Bolsonaro como coartada para bloquear el acuerdo comercial entre Mercosur y la Uni¨®n Europea, que tanto irrita a los agricultores franceses. Habr¨ªa, en adelante, una excusa menos.
Quien deber¨¢ hacer operativo el mandato de ¡°regresar al mundo¡± ser¨¢, seg¨²n todos los indicios, uno de los diplom¨¢ticos m¨¢s calificados con los que hoy cuenta Brasil: Mauro Vieira. Fue embajador de Lula en Buenos Aires y en Washington, canciller de Rousseff y, ya con Michel Temer, representante de Brasil ante la ONU. Bolsonaro lo destin¨® como su embajador en Croacia. Vieira tiene un v¨ªnculo estrech¨ªsimo con Celso Amorim, de quien fue jefe de Gabinete en Itamaraty, el Ministerio de Relaciones Exteriores brasile?o, entre 2002 y 2004. Amorim, que entonces era el canciller, ahora estar¨¢ como asesor especial de Lula en el palacio presidencial de Planalto.
Amorim acaba de publicar un libro, Lazos de confianza, que son las memorias de su trabajo diplom¨¢tico en el ¨¢rea latinoamericana. Son recuerdos que sugieren un programa. Lula quiere retomar un proceso de integraci¨®n regional basado en la reanimaci¨®n de la Unasur, que fue una creatura brasile?a, adoptada m¨¢s tarde por Hugo Ch¨¢vez, N¨¦stor Kirchner y Rafael Correa. El liderazgo sudamericano de Brasil ha sido siempre, en el proyecto de Amorim, la palanca para un salto global: alentar la reforma de la Carta de las Naciones Unidas y conseguir para su pa¨ªs una butaca en el Consejo de Seguridad.
En la escena regional Lula tiene dos vecinos con los que puede sintonizar. Uno es el colombiano Gustavo Petro, quien procede desde la izquierda e intenta ir hacia el centro, explorando una relaci¨®n de simpat¨ªa con Biden. El otro es el argentino Alberto Fern¨¢ndez, quien ha militado a favor de la liberaci¨®n del brasile?o. Lula visitar¨¢ Buenos Aires antes de fin de a?o. Con Fern¨¢ndez ya tuvo una primera coincidencia diplom¨¢tica. La Argentina vot¨® a favor de Ilan Goldfajn como presidente del Banco Interamericano de Desarrollo (BID). Fue cuando advirti¨® que este prestigioso economista, que viene de una escuela ortodoxa y fue postulado por el actual ministro Paulo Guedes, ten¨ªa el visto bueno t¨¢cito de Lula. Goldfajn llega al BID con tres avales principales: el del Tesoro de los Estados Unidos, el de Fern¨¢ndez y el de Lula. Este ¨²ltimo es significativo. El nuevo presidente de Brasil entendi¨® que no pod¨ªa oponerse a la designaci¨®n de un compatriota. Pero tambi¨¦n advirti¨® que su respaldo ser¨ªa tomado como una se?al de moderaci¨®n en el orden econ¨®mico. En esa postura fue decisivo el consejo de Geraldo Alckmin, su vicepresidente.
La presencia de Lula en Buenos Aires dar¨¢ lugar, qu¨¦ duda cabe, a que se ponga de nuevo la rivalidad entre el presidente Fern¨¢ndez y su vicepresidenta, Cristina Kirchner. Ya sucedi¨® cuando el brasile?o celebr¨® su victoria en San Pablo: amigos de la se?ora de Kirchner lograron que se calce una gorra con el nombre de ella y el a?o 2023. Un gesto hostil a la candidatura que Fern¨¢ndez lanz¨® para hacerse reelegir para ese a?o. La disputa ya empez¨® a prepararse: hoy Folha de S?o Paulo divulg¨® una entrevista de M?nica Bergamo a Cristina Kirchner, en la que la vicepresidenta presenta su complicada situaci¨®n judicial con una persecuci¨®n ¡°como la que sufri¨® Lula¡±.
Es muy probable que la orientaci¨®n del nuevo presidente de Brasil hacia el centro, que se vio ratificada en la alianza que sell¨® con el conservador Arthur Lira, presidente de la C¨¢mara de Diputados y, hasta ahora, socio pol¨ªtico de Bolsonaro, quede ratificada con la presencia de Fernando Haddad en el Ministerio de Hacienda. Dirigente del PT, Haddad fue entre 2013 y 2017 alcalde de San Pablo. Por lo tanto, es alguien dise?ado para seducir a la clase media reacia a Lula. Es economista, pero, antes que nada, es un pol¨ªtico. Su nombres es otra apuesta al equilibrio. Su principal desaf¨ªo ser¨¢ fiscal. Debe ordenar las cuentas p¨²blicas. Compite contra el glorioso antecedente del primer ministro de Lula, Antonio Palocci, un m¨¦dico que fue aplaudido por su capacidad en ese frente. El ancla de la econom¨ªa brasile?a ser¨¢, de todos modos, la continuidad del presidente del Banco Central, Roberto Campos Neto. Es la estrella que ha doblegado a la inflaci¨®n. Ajeno a la pol¨ªtica de Lula, garantiza que aparezca en Brasil otro signo de los tiempos: un gobierno de izquierda que, como Petro en Colombia o Gabriel Boric en Chile, levanta la bandera del orden en las finanzas del Estado.
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