La utop¨ªa se llama estabilidad
El a?o 22 se termina lo m¨¢s lejos que cabe imaginar del equilibrio que ofrec¨ªan sus d¨ªgitos
Supongo que existe un raro equilibrio oculto en el hecho de que mientras se aprueba una ley en Espa?a que otorga a las personas trans esa gran conquista que es la convencionalidad, en Afganist¨¢n el r¨¦gimen beneficiado de la desbandada militar norteamericana haya prohibido con car¨¢cter inmediato la presencia de las mujeres en las aulas universitarias. Son precisamente las mujeres, especialmente las j¨®venes, quienes protagonizan un movimiento heroico de reivindicaci¨®n de derechos en Ir¨¢n. A¨²n no sabemos si podr¨¢n vencer a la represi¨®n criminal con que se las contesta desde la autoridad religiosa. As¨ª pues, la democracia puede ser complicada, turbia y enconada, pero sale siempre beneficiada de la comparaci¨®n, pues su pluralismo y un cierto nivel de transparencia ofrecen la oportunidad para que las libertades encuentren el ox¨ªgeno de la supervivencia. Pese a la desesperada constancia con que desde fuera muchos quieren acceder a alguna de estas democracias perfectibles, los de dentro tienden al des¨¢nimo y la irritaci¨®n. Asocian el reclamo de la utop¨ªa a algo m¨¢s ambicioso y et¨¦reo que su ramplona satisfacci¨®n. Sin embargo, mucho me temo que la gran aspiraci¨®n pol¨ªtica, y f¨ªjense que suena poco enso?ador, es la estabilidad.
El a?o 22 se termina lo m¨¢s lejos que cabe imaginar del equilibrio que ofrec¨ªan sus d¨ªgitos. El intento de invasi¨®n rusa de Ucrania se ha convertido en una contienda de sabor a?ejo, en la que los grandes estrategas han decidido, vaya avance de la humanidad, golpear d¨ªa tras d¨ªas los surtidores de agua y electricidad de una poblaci¨®n civil que es descarada diana de los misiles. La inestabilidad del mercado energ¨¦tico ha acabado por provocar una fuerte inflaci¨®n cuando las democracias quisieron limitar los millones que pagan por sus suministros a las dictaduras. Para su sorpresa, descubrieron que eran esclavos de aut¨®cratas y muchos temen que la variaci¨®n nos ponga en brazos de otros tan autoritarios como los anteriores. En Espa?a, el juego es de belicosidad electoral y las lanzaderas de misiles se han apostado en instituciones que deber¨ªan quedar al margen de la contienda. Contra los pron¨®sticos, el Gobierno ha logrado aprobar los Presupuestos una y otra vez con una mayor¨ªa suficiente, aunque complicada. Tan complicada que a veces el logro en lugar de tranquilizar, perturba, aunque venga acompa?ado de la aprobaci¨®n de leyes necesarias.
Al otro lado, muchos conf¨ªan en que la vuelta de los conservadores al poder garantice esa estabilidad que tanto valoramos cuando miramos no tanto al arco¨ªris como a la n¨®mina, el sem¨¢foro y el estante del supermercado. Pero basta observar ese equilibrio de poder en Madrid, donde los Presupuestos de Ayuntamiento y Comunidad han embarrancado sin soluci¨®n. Tambi¨¦n en Castilla y Le¨®n la promesa de moderaci¨®n ha quedado comprometida por un rid¨ªculo casi permanente. Los signos nos invitan a pensar que la estabilidad no va a llegar del pacto con los extremos, sino del final de la gresca partidista. Los ciudadanos con sus votos fuerzan a los equilibrios m¨¢s insospechados a quienes quieren sobrevivir en el poder. Es en esa contorsi¨®n es donde radica la posible fractura. Por ello, a quienes al frente de nuestras m¨¢s valiosas instituciones han de tocarse la punta del pie mientras sostienen la tacita de caf¨¦ sin derramar una gota, les deseamos la mejor de las suertes en el 23.
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