Pueblos abandonados
Los lectores hablan sobre la vida y las dificultades en las peque?as localidades, el regoreso de Borja S¨¦mper al PP, la obligaci¨®n de pagar para usar aseos p¨²blicos y los asesinatos machistas
Con cierta exageraci¨®n se dice ¡°pueblo peque?o, infierno grande¡±. Sean pueblos o ciudades, la convivencia siempre puede ser dif¨ªcil. En un pueblo, como zona acotada y muy manejable, se vive m¨¢s de cerca c¨®mo, en muchas ocasiones, las ca?as se vuelven lanzas; o c¨®mo la iron¨ªa, el sarcasmo y la descalificaci¨®n que acompa?an a la primera cerveza, en la segunda se convierten en camarader¨ªa, tolerancia y olvido. Se habla mucho del pasado, se reviven las costumbres a?osas, se recuerdan las vidas de los que ya no est¨¢n. A veces, brillan la uni¨®n y la solidaridad y otras, la desuni¨®n y la mirada de reojo. Cantaba Mar¨ªa Ostiz que un pueblo es abrir la ventana una ma?ana y respirar. Es verdad, en los pueblos se respira la calma y el silencio; se aspira el olor de los campos y del ganado y, sobre todo, se palpan y se sufren diariamente las graves carencias de los peque?os n¨²cleos de poblaci¨®n, abandonados, no de la mano de Dios, sino de la del hombre.
Jos¨¦ Fuentes Miranda. ?vila
S¨¦mper vuelve al PP
Siempre consider¨¦ a Borja S¨¦mper como un hombre centrado y solvente. Por eso me llena de dudas su nombramiento como portavoz de campa?a donde los excesos se multiplican. No s¨¦ si Feij¨®o se empieza a preocupar por el trumpismo que domina demasiado y amenaza m¨¢s, lo cual me alegrar¨ªa. No s¨¦ si S¨¦mper habr¨¢ contemplado la m¨¢s que posible asociaci¨®n con Vox en su futuro. Espero que Borja S¨¦mper no sea para el PP que todos conocemos un disfraz de una realidad escondida. Soy un mar de dudas, y creo no ser el ¨²nico, sobre los eternos enga?os de la pol¨ªtica.
C¨¦sar Moya Villasante. Madrid
Aseos de pago
En un viaje para ver a mi familia, tuve una necesidad fisiol¨®gica en la Estaci¨®n Sur de autobuses de Madrid. Iba a viajar a Salamanca, y vi con estupor que usar los aseos p¨²blicos cuesta un euro. Se me ocurrieron dos cosas: en primer lugar, el abuso que supone tener que pagar por satisfacer una necesidad vital ineludible, con el agravante de haber pagado un billete, y en segundo, la imposibilidad de usar los aseos, incluso aceptando esta injusticia, porque he llegado a Espa?a sin euros y no aceptan el pago con tarjeta. Imagin¨¦monos que decidiese orinar en la calle. Adem¨¢s de pasar una inmensa verg¨¹enza, seguro que me har¨ªa acreedora de una multa. La soluci¨®n deber¨ªa avergonzar a los responsables de esta situaci¨®n: fui a un establecimiento donde compr¨¦ unas patatas fritas que me dieron derecho a utilizar sus aseos. Lo l¨®gico y razonable ser¨ªa que el billete de autob¨²s te diese acceso a los servicios, pero parece que hay m¨¢s inter¨¦s en esquilmar al cliente que en ofrecer un servicio justo, razonable y eficiente.
Indiana Michael. Denver (Colorado)
Siete vidas
Parece que las mujeres necesitan siete vidas para seguir viviendo. Con una sola no les es suficiente. Sus asesinos llevan la sangre en las fauces, pu?al en mano. No importa que est¨¦n embarazadas, sean octogenarias o que tengan un futuro por delante. No lo impide que est¨¦n presentes sus hijos, que hayan rogado con l¨¢grimas, que hayan compartido cari?o. Vanas ¨®rdenes de alejamiento, erradas decisiones judiciales, mirar a otra parte de todos. Y a¨²n hay gentes con esca?os que intentan llenar de cal vuestras tumbas. ?Siete vidas ser¨ªan necesarias, siete!
Jos¨¦ A. Mart¨ªnez Lamoca. Madrid
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