Pedro S¨¢nchez golpea al independentismo desde dentro
El presidente ha encontrado en el perd¨®n a los l¨ªderes del ¡®proc¨¦s¡¯ el precio a pagar para que no se cronificase un sentimiento de agravio en Catalu?a
La ¨²ltima vez que un joven independentista de 18 a?os sali¨® a protestar en Catalu?a, muy probablemente ni llevaba el lazo amarillo ni lo hizo contra el malvado Estado espa?ol. Sali¨® a increpar al Govern de la Generalitat tras haber sustituido la deriva unilateral por la mesa de di¨¢logo. Y si otros j¨®venes tampoco tendr¨¢n en adelante muchos m¨¢s m¨¢rtires que jalear bajo el mantra de la ¡°represi¨®n¡± es porque ...
La ¨²ltima vez que un joven independentista de 18 a?os sali¨® a protestar en Catalu?a, muy probablemente ni llevaba el lazo amarillo ni lo hizo contra el malvado Estado espa?ol. Sali¨® a increpar al Govern de la Generalitat tras haber sustituido la deriva unilateral por la mesa de di¨¢logo. Y si otros j¨®venes tampoco tendr¨¢n en adelante muchos m¨¢s m¨¢rtires que jalear bajo el mantra de la ¡°represi¨®n¡± es porque Pedro S¨¢nchez ha golpeado al proc¨¦s desde dentro, en su mayor fortaleza civil: la capacidad de socializar a m¨¢s generaciones en el rencor contra una Espa?a terrible.
Es el efecto clave de los indultos o de la reforma de los delitos de sedici¨®n y malversaci¨®n: desaparecen los s¨ªmbolos que corr¨ªan riesgo de educar las mentes en el resentimiento durante d¨¦cadas. Era el espacio p¨²blico plagado de pancartas con las caras de los pol¨ªticos presos, las peregrinaciones a la c¨¢rcel o las abuelas tejiendo bufandas amarillas. Era el debate medi¨¢tico copado por m¨¢s condenas graves contra cargos del antiguo Govern, y todo ello, ante la mirada de esa juventud que ser¨¢n los adultos del ma?ana.
No es casual que la generaci¨®n que m¨¢s se ha movilizado por la independencia en los ¨²ltimos a?os sea la que no tiene recuerdo de aquella Catalu?a de Jordi Pujol. Es decir, la de la entente t¨¢cita del nacionalismo con el Gobierno central. Desde 2010 hasta 2018 muchos chavales solo crecieron con el relato de una Espa?a hostil, del recorte del Estatut o la negaci¨®n del ¡°derecho a decidir¡± hasta las cargas policiales del 1-O y la aplicaci¨®n del art¨ªculo 155, o la huida de Carles Puigdemont con la entrada en prisi¨®n de Oriol Junqueras junto al resto de dirigentes.
S¨¢nchez ha encontrado en ese perd¨®n a los l¨ªderes del proc¨¦s el precio a pagar por noquear la cronificaci¨®n futura de un sentimiento de agravio. La democracia no solo son las leyes, sino tambi¨¦n la fuerza de los imaginarios y los procesos de socializaci¨®n pol¨ªtica. Si el problema en Catalu?a solo fuera de devolver a sus instituciones a la senda de la legalidad, no quedar¨ªan votantes independentistas. La otra fortaleza del proc¨¦s resid¨ªa en su tejido social, cuyas l¨®gicas de comprensi¨®n van incluso m¨¢s all¨¢ de las ¨¦lites.
Precisamente, el momento para intervenir esos imaginarios era ahora, cuando se ha roto la correa de transmisi¨®n que hab¨ªa unido al independentismo institucional con el civil. Una mayor¨ªa de ciudadanos asumen hoy que sus l¨ªderes no seguir¨¢n por la v¨ªa unilateral debido a su temor a mayores penas de prisi¨®n, por mucho que la calle presione como lo hizo hasta 2017. Ya en tiempos de Quim Torra surgi¨® en redes juveniles el chascarrillo de tildarlo de ¡°Govern de Vichy¡±, de la ¡°colaboraci¨®n¡±, porque las ¨¦lites manten¨ªan el falso relato de una ruptura que no pensaban llevar a cabo, como se ha comprobado desde 2018.
S¨¢nchez retrata adem¨¢s a la c¨²pula pol¨ªtica del independentismo ante sus bases. La victimizaci¨®n de los l¨ªderes del proc¨¦s juzgados sirvi¨® durante cinco a?os para alimentar una especie de secuestro emocional de sus votantes, impidiendo que estos fiscalizaran nada que no fuera relativo a la independencia. El Estado siempre era ¡°peor¡± en el imaginario colectivo. Ese mismo votante ha visto ahora c¨®mo sus partidos han logrado el perd¨®n desde el Gobierno, reinstaurando el marco de la negociaci¨®n normal entre ambos Ejecutivos.
El resultado es que hoy existe en Catalu?a un c¨®ctel de frustraci¨®n, desidia y nihilismo entre quienes llegaron a ilusionarse con un Estado propio. La calle est¨¢ desmovilizada, pese a que una parte de Junts intente vender escenarios fantasiosos o Puigdemont permanezca como un hilo irresuelto. Siguen existiendo los partidarios de la independencia, pero se ha rebajado la creencia intensa de que ello pueda ser alguna vez cierto, incluso a largo plazo. El proc¨¦s es ya un elemento m¨¢s folcl¨®rico que realista de facto, donde la principal pretensi¨®n vuelve a ser un refer¨¦ndum pactado.
ERC ha sabido leer esa nueva pantalla. Pere Aragon¨¨s ha dejado de supeditar la gobernabilidad a las veleidades de sus socios, y asume que hoy la sanidad, la econom¨ªa o la educaci¨®n est¨¢n por delante del procesismo. Se abre una ventana de oportunidad para que algunos votantes se muevan hacia otras opciones, como pretende el PSC. Parte del auge del independentismo entre 2010 y 2015 fue instrumental, bajo la idea de que un Estado propio dotar¨ªa de m¨¢s instrumentos para mejoras socioecon¨®micas.
A la postre, el error de Pedro S¨¢nchez quiz¨¢s sea no haber hecho mayores esfuerzos porque ese mosaico se entienda fuera de Catalu?a. Anunciar a cuentagotas las reformas del C¨®digo Penal ha servido para desdibujar su objetivo ¨²ltimo de resetear el conflicto territorial. Muestra de ello es el empe?o de la oposici¨®n por negar que el Estado siga disponiendo de recursos legales para combatir cualquier pulsi¨®n rupturista, o incluso por poner el foco exclusivamente en otros eventuales efectos de reformar la malversaci¨®n.
Del proc¨¦s sabemos que la democracia no solo son sus leyes, sino tambi¨¦n la fuerza de sus imaginarios colectivos. S¨¢nchez golpea al independentismo desde dentro, pero tambi¨¦n debe entenderse desde fuera, desde la Espa?a constitucionalista.
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