Sobre la resiliencia democr¨¢tica
Mientras dilucidamos c¨®mo solventar las causas del apoyo de parte de la poblaci¨®n a l¨ªderes populistas, ser¨ªa imprescindible que nuestros sistemas tuviesen instituciones arbitrales y judiciales fuertes a salvo de determinadas mayor¨ªas
Los recientes acontecimientos de Brasil y Per¨² ponen de nuevo de manifiesto el creciente n¨²mero de episodios de crisis a los que actualmente se enfrentan las democracias y que culminan, en muchos casos, con su quiebra. De hecho, y seg¨²n el ¨²ltimo informe del instituto V-Dem, el 70% de la poblaci¨®n mundial se encuentra bajo reg¨ªmenes no democr¨¢ticos, frente al 49% que ocurr¨ªa tan s¨®lo hace una d¨¦cada. Hechos como los acaecidos en estos dos pa¨ªses generan una gran atenci¨®n debido a las masivas movilizaciones y conflictos violentos que los han caracterizado. Sin embargo, son simplemente el reflejo de una situaci¨®n generalizada de deterioro democr¨¢tico que forma parte de un proceso de ¡°autocratizaci¨®n¡± que tambi¨¦n afecta a las democracias m¨¢s tradicionales. Este se caracteriza por una mengua creciente de su calidad con retrocesos en derechos pol¨ªticos y de asociaci¨®n, disminuci¨®n de los controles al poder ejecutivo, restricciones a la libertad de expresi¨®n, ataques a los derechos de las minor¨ªas, progresivo deterioro en la calidad de los procesos electorales y cuestionamiento de sus resultados por los perdedores, entre los m¨¢s significativos. Toda esta progresiva y, a veces, imperceptible degradaci¨®n de las democracias liberales, constituye, en muchos casos, la antesala de la posterior quiebra. Es por ello por lo que es necesario tomar medidas preventivas cuanto antes.
En este sentido, un n¨²mero de destacados acad¨¦micos del mismo instituto V-Dem han mostrado en un reciente trabajo la importancia de la ¡°resiliencia democr¨¢tica¡±, que definen como la capacidad que los sistemas democr¨¢ticos tienen a la hora de prevenir regresiones sustanciales. Como estos autores muestran, la misma se pone a prueba en dos etapas de autocratizaci¨®n. La primera es la que propicia la resistencia de pasar de una ¡°democracia liberal¡± a una meramente ¡°electoral¡±. La resistencia a este retroceso se denomina ¡°resiliencia inicial¡±. La segunda etapa se inicia cuando trata de transformarse a una democracia ¡°electoral¡± en un sistema no democr¨¢tico. En este caso, la resistencia a este segundo paso involucionista se denomina la ¡°resiliencia a la quiebra¡±. En una sucesi¨®n de estudios realizada por este grupo de trabajo se evidencia que la clave para que ambos procesos de resiliencia sean exitosos, previniendo el deterioro y la quiebra de la democracia, es tener instituciones fuertes. Esto significa que si queremos propiciar la resiliencia democr¨¢tica deviene esencial reforzar las instituciones y, con ellas, el imperio de la ley.
En una democracia todas las instituciones deben ser reflejo de la voluntad popular, y, por tanto, deben ser producto de las mayor¨ªas que se dan en el Parlamento. Pero esto no significa que determinados actores no las puedan debilitar evitando su renovaci¨®n y bloqueando sus actividades por contar con un n¨²mero de representantes que pueden impedir su renovaci¨®n y, por ende, su funcionalidad. Las instituciones democr¨¢ticas que sostienen el orden constitucional, incluido el poder judicial, no pueden estar sometidas a los vaivenes de la disputa partidista y de las mayor¨ªas diversas, ya que esto nos conduce a una situaci¨®n de ¡°d¨¦bil resilencia democr¨¢tica¡±, privando a las democracias de los mecanismos m¨¢s importantes a la hora de defenderse de intentos de retroceso democr¨¢tico parcial o total. Por este mismo motivo, tampoco podemos pensar que la soluci¨®n es propiciar las renovaciones a trav¨¦s de mayor¨ªas pol¨ªticas simples. Su renovaci¨®n debe ser un imperativo, pero al mismo tiempo ser reflejo de una pol¨ªtica de renovaci¨®n fundamentada en el consenso y la responsabilidad democr¨¢tica de los actores subsidiarios de la misma. Tal vez, como sugiere S¨¢nchez-Cuenca, esto deba ir acompa?ado de reformas institucionales que fuercen los consensos, como, por ejemplo, instaurar que las decisiones del Tribunal Constitucional requieran de una mayor¨ªa cualificada de al menos ocho votos (de un total de 12), eliminando de este modo los incentivos para tener mayor¨ªas partidistas simples en dichas instituciones.
Como ha discutido el reconocido acad¨¦mico Milan Svolik, los procesos de deterioro democr¨¢tico siempre empiezan desde un ¡°statu quo democr¨¢tico¡± en donde los ciudadanos son c¨®mplices directos e indirectos o, la mayor¨ªa de las veces, pasivos. Al respecto puede verse lo que est¨¢ pasando en Brasil y Per¨². No sabemos si generar cordones sanitarios en torno a los l¨ªderes populistas de extrema derecha o/e izquierda que capitalizan la insatisfacci¨®n ciudadana sea la respuesta para parar el proceso de deterioro democr¨¢tico que dichos l¨ªderes persiguen. Sobre este asunto hay evidencias a favor y en contra. Pero mientras tratamos de dilucidar c¨®mo solventar las causas que propician el apoyo de una parte de la poblaci¨®n a estos l¨ªderes y qu¨¦ hacemos cuando sus l¨ªderes emergen en las instituciones, ser¨ªa imprescindible que nuestros sistemas democr¨¢ticos contasen con instituciones arbitrales y judiciales fuertes a salvo de determinadas mayor¨ªas, dot¨¢ndolas de reglas s¨®lidas y claras que fuercen y propicien el consenso y la negociaci¨®n en su funcionamiento ordinario y para su renovaci¨®n. Todo ello sin que dejen de ser, al mismo tiempo, tambi¨¦n reflejo de la voluntad popular expresada en las urnas. Ese es el principal primer paso y condici¨®n necesaria y, sin embargo, suficiente para activar una resiliencia democr¨¢tica exitosa.
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