Stalingrado y ¡°el car¨¢cter inquebrantable del pueblo ruso¡±
Vlad¨ªmir Putin sigue cultivando el mito de la Gran Guerra Patri¨®tica para justificar la invasi¨®n de Ucrania
En alg¨²n momento de su monumental novela Stalingrado, Vasili Grossman se refiere al motor que impulsaba a buena parte de quienes se bat¨ªan a muerte con las fuerzas nazis que invadieron la Uni¨®n Sovi¨¦tica en 1941: ¡°Una idea tan sencilla como ¡®quiero que las personas trabajadoras vivan libres, felices y pr¨®speras en una sociedad justa y emancipada¡¯ fue la raz¨®n fundamental que guio las extraordinarias vidas de muchos revolucionarios y pensadores¡±. Los desmanes y el terror de Stalin eran tan notorios que nadie pod¨ªa llamarse a enga?o, pero la voluntad de frenar al enemigo se impuso y, con el tiempo, la Uni¨®n Sovi¨¦tica fue una de las grandes potencias vencedoras en la que all¨ª se conoce como la Gran Guerra Patri¨®tica. Vlad¨ªmir Putin lleva tiempo intentando aprovechar aquella gesta para alimentar su relato ultranacionalista, y el ¨²ltimo paso podr¨ªa ser el de volver a nombrar Stalingrado a Volvogrado.
Resulta extra?o que a estas alturas la invasi¨®n de Ucrania siga contando con un apoyo tan amplio de la poblaci¨®n rusa ¡ªm¨¢s del 70%, seg¨²n algunas encuestas recientes m¨¢s o menos fiables¡ª, as¨ª que resulta obligado rascar donde sea posible para intentar entender lo que est¨¢ ocurriendo. El pasado da a veces algunas pistas. Por ejemplo, en El fin del ¡°Homo sovieticus¡±, Svetlana Aleksi¨¦vich recoge una amplia conversaci¨®n que tuvo con una m¨¦dica, en aquel momento de 57 a?os, sobre aquel terrible colapso que se produjo en los noventa con la llegada del capitalismo y la quiebra de lo que alguna vez se llam¨® socialismo real. ¡°Entonces solo pens¨¢bamos en que ser¨ªamos los primeros en sobrevolar el Polo Norte, que aprender¨ªamos a dominar las auroras boreales, cambiar el curso de r¨ªos caudalosos, irrigar desiertos sin fin... ?Ten¨ªamos fe! ?Much¨ªsima fe!¡±, le dijo. Y tambi¨¦n: ¡°Puede que aquello fuera una c¨¢rcel, pero yo me sent¨ªa m¨¢s a gusto en aquella c¨¢rcel de lo que me siento ahora. Nos hab¨ªamos habituado a vivir as¨ª...¡±.
Los relatos sobre el pasado cambian. Xos¨¦ Manoel N¨²?ez Seixas lo explica muy bien en Volver a Stalingrado. El triunfo sobre los nazis se cont¨® en la inmediata posguerra como la magna obra de Stalin. En tiempos de Breznev, la causa principal de la victoria deriv¨® de ¡°la superioridad de la organizaci¨®n econ¨®mica y pol¨ªtica de la sociedad socialista y de su avanzada ideolog¨ªa marxista-leninista¡±. Gorbachov se dedic¨® a revisar los grandes mitos, as¨ª que en sus tiempos se impuso la idea de ¡°el pueblo sovi¨¦tico hab¨ªa resistido al agresor no gracias a Stalin, sino a pesar de Stalin¡±, como apunt¨® el escritor Al¨¦s Adam¨®vich.
Y lleg¨® Putin. Supo ver que la victoria de 1945 es el acontecimiento de la historia de Rusia del que la gran mayor¨ªa de la ciudadan¨ªa se siente ¡°m¨¢s orgullosa¡±, as¨ª que hinc¨® ah¨ª su relato y le dio brillo y esplendor. Aunque fue una victoria de todos los pueblos sovi¨¦ticos, los rusos fueron los que m¨¢s se sacrificaron ¡ªm¨¢s del 70% de todas las bajas mortales del pa¨ªs¡ª, y por eso en sus discursos del D¨ªa de la Victoria de 2013 y 2018, se refiri¨® a aquel triunfo como ¡°un reflejo del ¡®car¨¢cter inquebrantable del pueblo ruso¡±, observa N¨²?ez Seixas. El d¨ªa de la invasi¨®n, Putin insisti¨® en reforzar el mito, y explic¨® que su objetivo era la desnazificaci¨®n de Ucrania. Igual resulta que, atrapados en esa nostalgia por los gloriosos tiempos de Stalin, muchos se lo han terminado creyendo.
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