Xos¨¦ M. N¨²?ez Seixas, historiador: ¡°Los nazis siempre son los del pueblo de al lado: ¡®?Adolf, qu¨¦ Adolf?¡±
El ganador del Premio Nacional de Ensayo vuelve a la guerra germano-sovi¨¦tica para reconstruir c¨®mo la recuerdan los pa¨ªses que la padecieron
Discursos, narraciones, monumentos, rituales, leyes, conmemoraciones. La memoria colectiva de cada pa¨ªs se arma con diversos procedimientos, aunque no siempre la compartan todos los ciudadanos. El historiador Xos¨¦ Manoel N¨²?ez Seixas ha regresado en Volver a Stalingrado (Galaxia Gutenberg) al frente oriental en el que se batieron durante la II Guerra Mundial los alemanes contra los sovi¨¦ticos entre junio de 1941 y mayo de 1945.
Los episodios resultan lejanos, pero lo que entonces sucedi¨® todav¨ªa pesa, y basta ver c¨®mo durante estos ¨²ltimos meses Vlad¨ªmir Putin ha procurado justificar la invasi¨®n rusa de Ucrania con la excusa de ¡°desnazificar¡± el pa¨ªs vecino. ¡°He intentado recuperar lo que sucedi¨® en la guerra germano-sovi¨¦tica¡±, dice N¨²?ez Seixas, ¡°la lucha a muerte entre dos dictaduras totalitarias en un marco inmenso e inh¨®spito, con millones de muertos (el mayor conflicto terrestre de la historia), y ver qu¨¦ memoria, p¨²blica y social, ha quedado de todo aquello en los distintos pa¨ªses que padecieron sus efectos¡±. El Holocausto tuvo lugar en esas tierras y ¡°pudo ponerse en marcha porque antes el Tercer Reich se asegur¨® el control de un amplio territorio¡±. El libro se divide en cinco partes y en cada una de ellas muestra ¡°los patrones de la pol¨ªtica de la memoria¡± que se fueron construyendo en lugares como Alemania, la Uni¨®n Sovi¨¦tica (y despu¨¦s Rusia), los pa¨ªses del Este, Finlandia y en aquellos pa¨ªses n¨®rdicos y mediterr¨¢neos (Italia y Espa?a) que enviaron a voluntarios a colaborar con el Eje para derrotar a los bolcheviques.
Los frentes de batalla, los desplazamientos, los campos de concentraci¨®n y las prisiones, la retaguardia: de lo que sucedi¨® se conservan un mont¨®n de memorias personales y familiares. N¨²?ez Seixas: ¡°En Alemania ha quedado un profundo sentimiento de culpa. Durante mucho tiempo los alemanes se percibieron como v¨ªctimas por partida doble, por haber padecido el nazismo (visto como una minor¨ªa de l¨ªderes lun¨¢ticos) y por haber tenido que cargar con su derrota contra un enemigo terrible y poco civilizado. En Rusia, en cambio, lo que se percibe es un orgullo colectivo, y se sigue viendo con buenos ojos el enorme sacrificio que hizo el pueblo para derrotar a Hitler¡±. La Gran Guerra Patri¨®tica, as¨ª la llaman, la han instrumentalizado cada uno de los l¨ªderes sovi¨¦ticos desde Stalin. Putin no es una excepci¨®n y se sirve de ella, explica N¨²?ez Seixas, ¡°para construir una dictadura soft, una democracia iliberal con predominio del poder ejecutivo, control del legislativo y ninguna autonom¨ªa del poder judicial¡±. Luego est¨¢, adem¨¢s, su idea de que Rusia pertenece a una civilizaci¨®n distinta, Eurasia, y que para salvar su pureza debe enfrentarse a un Occidente cada vez m¨¢s perverso. Sea como sea, el historiador matiza: ¡°Cuando en 1993 Putin fue visitado en San Petersburgo por una delegaci¨®n extranjera, no tuvo empacho en reconocer que lo que le hac¨ªa falta a Rusia era un r¨¦gimen como el de Pinochet en Chile. Sin seguridad jur¨ªdica, mano dura porque los rusos eran muy levantiscos y capacidad de hacer negocios para garantizar la transici¨®n al capitalismo¡±.
Memoria e historia, ?son lo mismo, qu¨¦ las diferencia? N¨²?ez Seixas: ¡°La memoria cambia permanentemente, pero tambi¨¦n las maneras de mirar el pasado y, por lo tanto, la historia y sus interpretaciones. Yo estoy ah¨ª con Tzvetan Todorov, el autor francob¨²lgaro. Hay colegas que piensan de otra manera, defienden que la memoria es historia, y viceversa. O que, en el fondo, la historia no es m¨¢s que un relato que tiene la misma legitimidad que la memoria. Yo sigo pensando, en cambio, que es un relato cr¨ªtico sobre el pasado, elaborado con fuentes y con m¨¦todos y con un marco te¨®rico coherente. Y que sabe que en el pasado hay gamas de grises, que rara vez te encuentras blancos y negros. La gradaci¨®n entre esos grises es el gran desaf¨ªo. Por el contrario, la memoria no es cr¨ªtica, es un discurso sobre el pasado que establece verdades absolutas (lo que hay que conmemorar, lo que es ejemplar para la comunidad y debe ser perpetuado). La memoria sacraliza y, por tanto, depende de equilibrios pol¨ªticos y, aunque pueda partir de una s¨®lida base hist¨®rica, siempre simplifica los matices. A mis alumnos siempre les digo que nuestra labor es siempre ingrata, siempre le vamos a estar tocando las narices al poder¡±.
N¨²?ez Seixas (Orense, 1966) gan¨® con Volver a Stalingrado el Premio Internacional de Ensayo Walter Benjamin. Cuenta que el aprendizaje del alem¨¢n le facilit¨® dedicarse a los asuntos de los que se ha ocupado principalmente: nacionalismos, construcci¨®n de identidades, la memoria de pasados violentos y de dictaduras. Habla tambi¨¦n, aparte del castellano y el gallego, franc¨¦s, ingl¨¦s, italiano, catal¨¢n ¡°y ruso, a medias¡±, se doctor¨® en Historia Contempor¨¢nea por la Universidad de Florencia, es catedr¨¢tico de esa materia en la Universidad de Santiago de Compostela y en la Ludwig-Maximilian de M¨²nich. ¡°En la segunda mitad de los ochenta¡±, explica, ¡°el nacionalismo gallego estaba en el ambiente estudiantil y, llevado por las pasiones que hab¨ªa alrededor, y que en parte compart¨ª durante un tiempo, me empec¨¦ a interesar en esta cuesti¨®n (ahora soy m¨¢s descre¨ªdo de todo). Hice mi tesis en Florencia sobre las minor¨ªas nacionales en el periodo de entreguerras. Hubo algunos momentos que fueron decisivos: estando de viaje en 1986 en Brasov (Rumania, en la zona de Transilvania), con 20 a?os, conoc¨ª a unos rumanos que result¨® que no eran rumanos: con mucho orgullo uno me dijo que era alem¨¢n y el otro, que era h¨²ngaro. Y me contaron sus historias, y empec¨¦ a comprender que aquello de las identidades era muy complicado¡±.
En 2019, N¨²?ez Seixas gan¨® el Premio Nacional de Ensayo por Suspiros de Espa?a. El nacionalismo espa?ol (Cr¨ªtica) que hab¨ªa publicado un a?o antes; Camarada invierno (Cr¨ªtica), sobre la Divisi¨®n Azul, es de 2016; Guaridas del lobo (Cr¨ªtica), que se ocupa de las memorias de la Europa autoritaria, de 2021. Son nada m¨¢s que unos cuantos libros de una ya abundante bibliograf¨ªa.
La memoria impuesta
¡°Los pa¨ªses del Este han vivido durante 50 a?os una memoria impuesta¡±, dice N¨²?ez Seixas durante la entrevista. ¡°En Auschwitz, durante el periodo comunista, no hab¨ªa ni una l¨¢pida que recordara a los jud¨ªos de manera individualizada¡±, comenta en otro momento. ¡°Los monumentos a los soldados sovi¨¦ticos fueron en la Rep¨²blica Democr¨¢tica Alemana considerados monumentos a los violadores¡±. ¡°El abuelo que regresaba a casa despu¨¦s de luchar contra los nazis era considerado un h¨¦roe: las medallas que recib¨ªa compensaban que la familia hubiera sido antes reprimida por Stalin¡±, apunta. ¡°Durante los a?os ochenta resurgieron otras memorias y una nueva generaci¨®n confundi¨® la disidencia con el r¨¦gimen sovi¨¦tico con la recuperaci¨®n y blanqueamiento de personajes dudosos, como Step¨¢n Bandera, que en Ucrania colabor¨® con los nazis¡±.
Van y vienen an¨¦cdotas y episodios violentos ¡ªel asesinato de oficiales polacos en el bosque de Katyn, por ejemplo¡ª. ¡°Las historias se van acomodando¡±, comenta el historiador. ¡°El r¨¦gimen fue malo, dicen los alemanes, la guerra fue mala, tenemos una culpa colectiva, pero los nuestros fueron obligados y se comportaron con decencia. Los nazis siempre son los del pueblo de al lado: ¡®?Adolf, qu¨¦ Adolf?¡±. Las memorias colectivas, la construcci¨®n de un relato: ¡°Hay, en fin, una diferencia clara. Los vencidos recrean a las v¨ªctimas; los ganadores, a los h¨¦roes¡±.
Dos l¨®gicas asesinas
En la guerra germano-soviética’, que Xosé Manoel Núñez Seixas aborda en Volver a Stalingrado, se enfrentaron dos sistemas totalitarios que eran diferentes. “El estalinismo, una versión del comunismo”, explica el historiador, “pretendió imponer un sistema político y económico que acabase en una plena igualdad social (funcionara esta al final o no), y puso en marcha una gigantesca ingeniería social para conseguirlo con métodos enormemente violentos, que costaron millones de vidas, pues los bolcheviques habían heredado esas prácticas de la guerra civil rusa. El Tercer Reich procuró construir una sociedad racial de la que por principio se excluían distintos grupos de población, a los que definían por criterios biológico-genéticos y por ser sanos, y a los que había que expulsar y a la larga exterminar”. El estalinismo iba en 1939 por delante: “Había ya un millón de personas en el Gulag frente las 100.000 que los nazis también pretendían ‘reeducar’ entonces en campos de concentración”. La guerra fue cambiando las cosas. “El Tercer Reich la aprovechó para dominar amplias áreas geográficas en las que procedió a exterminar a judíos, romaníes, y parte de los eslavos”.
“No hay que olvidar, de todas formas, que existieron otros infaustos proyectos que llenaron el mundo de cadáveres”, comenta Núñez Seixas. “El Gran Salto Adelante que proyectó Mao mató a más de 20 millones de chinos. Y ahí está también el sanguinario régimen de Pol Pot en Camboya. Lo que sí tuvo claro siempre el nacionalsocialismo, y lo hizo explícito, fueron los grupos que quería eliminar por motivos raciales: los judíos, los que tuvieran alguna discapacidad congénita o hereditaria, los romaníes… El estalinismo procedía de manera en apariencia más arbitraria, pretendía ‘reeducar’ a parte de la población, eliminar grupos sociales (como los ‘kulaks’ o campesinos propietarios), y no tenía reparos en aniquilar a quienes entorpeciesen sus planes de ingeniería social, sin reparo de ningún tipo. Un ejemplo fue la cadena de decisiones que llevó a la gigantesca hambruna en Ucrania de 1933, el Holodomor, en el que perecieron millones de campesinos en las zonas central y oriental. Las lógicas asesinas de la violencia de masas del nazismo y el estalinismo eran distintas; pero, como una vez me comentó un historiador báltico, a él poco le importaba que su abuelo, muerto en una deportación estalinista, hubiese muerto por causa de una lógica diferente de la nazi. Era una víctima como las otras. Y es una sensibilidad que también hay que entender desde nuestra perspectiva occidental, siempre más dispuesta a comprender a las víctimas del nazismo”.
Babelia
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