Putin fuerza a Europa a cambiar las tuercas
La guerra en Ucrania exige tomar decisiones dif¨ªciles y que pueden chocar con din¨¢micas que proceden de tiempos menos duros
En Sobre el olvidado siglo XX, el historiador Tony Judt utilizaba de pasada unas cuantas palabras para definir lo que entonces hab¨ªa ocurrido en Europa. Hablaba de ¡°invasi¨®n, ocupaci¨®n, guerra civil, anarqu¨ªa, masacres, genocidio y la ca¨ªda en la barbarie¡±. El libro, una colecci¨®n de ensayos escritos entre 1994 y 2006, ya era muy expl¨ªcito desde el mismo t¨ªtulo. Nos est¨¢bamos olvidando de la destrucci¨®n y del dolor, de la infamia, de los terribles cr¨ªmenes y de la persecuci¨®n del otro, de su aniquilamiento, de esa terrible operaci¨®n de borrado del enemigo, de las miserias del miedo y de la impotencia. La Uni¨®n Europea sacaba entonces m¨²sculo y se emborrachaba de ¨¦xito. El 1 de mayo de 2004 se produjo la ampliaci¨®n al Este y se incorporaron al club la Rep¨²blica Checa, Eslovaquia, Eslovenia, Estonia, Letonia, Lituania, Chipre, Malta, Polonia y Hungr¨ªa. En esos momentos de euforia, los europeos ya ni se acordaban de que durante el largo periodo de la Guerra Fr¨ªa en el que pudieron construir sus s¨®lidos y envidiables Estados de bienestar hab¨ªan estado protegidos militarmente por el amigo americano. Claro que buena parte de los intelectuales europeos hab¨ªa echado pestes contra Estados Unidos, faltar¨ªa m¨¢s, pero las facturas del armamento que garantizaba el equilibrio de poder entre las dos grandes potencias enfrentadas durante ese tiempo, y que garantizaba la paz en esta zona del mundo, las pagaba Washington.
Hace ya casi un a?o las tropas de Putin invadieron Ucrania, y Europa se encontr¨® de pronto un tanto inerme, sin pol¨ªticas claras de defensa y seguridad, y sin una idea de lo que deber¨ªa hacerse si una guerra estalla cerca de sus fronteras. La reacci¨®n de la Uni¨®n, hasta ahora, ha sido la de colocarse del lado del pa¨ªs que reclama m¨¢s democracia frente a la fuerza bruta de un viejo imperio que quiere recuperar el esplendor perdido. Es una posici¨®n que se ajusta a sus valores, pero que toca un asunto peliagudo, el de la profunda vocaci¨®n de paz que estuvo en el origen de su andadura. Porque una guerra es una guerra y, cuando asoma, no siempre hay manera de seguir tocando el viol¨ªn en el tejado, m¨¢s all¨¢ del bien y del mal.
La decisi¨®n de enviar a Ucrania los sofisticados carros de combate Leopard 2 para que participen en los combates contra los rusos ha vuelto a mostrar que no hay decisiones f¨¢ciles en un contexto de guerra, y que necesitan explicarse y hacer pedagog¨ªa y encontrarles sentido en el marco de los principios que orientan el proyecto europeo. Olaf Scholz busc¨® la manera de que a la decisi¨®n se incorporara Estados Unidos y de que se tejieran complicidades entre los pa¨ªses europeos. Tard¨®, cuando es verdad que el tiempo cuenta para vencer al enemigo, y que hay que darse prisa.
Pero tambi¨¦n es necesario explicarse y convencer. Toni Judt recordaba a Hannah Arendt cuando dijo que ¡°el problema del mal ser¨¢ la cuesti¨®n fundamental de la vida intelectual de la posguerra en Europa¡±, y tambi¨¦n a Leszek Kolakowski, que escribi¨®: ¡°Sostengo que el mal no es contingente, no es la ausencia, o la deformaci¨®n, o la subversi¨®n de la virtud (o de lo que consideremos su opuesto), sino un hecho obstinado e irredimible¡±. Habr¨ªa que a?adir, adem¨¢s, que el mal no es una abstracci¨®n. Es algo tan concreto como un tirano que provoca una guerra. Y, por duro que sea el aprendizaje, Europa tiene que aprender a combatirlo.
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