Los perros
Algunos medios de comunicaci¨®n no trabajan para contar hechos, sino para buscar argumentos que promuevan relatos manipuladores y cultiven el lado sucio del que escucha
Los espect¨¢culos perrunos siempre tiran de mi imaginaci¨®n. Es la factura que pago por tener los ojos pegados al suelo y sacar de paseo a los perros de mis hijos. Cuando en el parque o en las aceras advierten que se acerca otro perro, levantan las orejas, llenan sus ojos de una seriedad concentrada y detienen su andar despreocupado, animales de compa?¨ªa que conocen bien el camino. Se miran, se acercan y empiezan a olerse el culo. Antes de gru?ir o de mover la cola, nada mejor que reconocer los fluidos m¨¢s ¨ªntimos en un movimiento circular en el que los hocicos persiguen la zona trasera del instinto y los excrementos.
Si estoy de buen humor, pienso en el mundo rosa tan trabajado por algunos cronistas que dan cuenta de cotilleos infames igual que de un terremoto o una guerra sin escr¨²pulos. Los ojos y los labios de la gente se ponen a husmear en los bajos fondos¡, por ejemplo, de una cantante y un futbolista, como si el futuro del mundo dependiese de las barbaridades que se dicen o de los negocios que facilitan las vidas privadas. La exclusiva de un esc¨¢ndalo puede llegar a programarse como una cadena de carnicer¨ªas ante un p¨²blico hambriento.
Cuando estoy de mal humor, me olvido de cantantes, futbolistas y personajes rosas. La imaginaci¨®n se me va a otros extremos. A un perro le llamo mentira y al otro odio. Los veo dar vueltas, olerse el culo, gru?ir e intentar subirse el uno encima del otro. Ahora las revistas no son rosa, ni se encuentran en las mesas de las peluquer¨ªas. Se trata de medios de comunicaci¨®n que no trabajan para contar hechos, sino para buscar argumentos que promuevan relatos manipuladores y cultiven el lado sucio del que escucha. Las opiniones sucumben en la argumentaci¨®n de los ladridos esperp¨¦nticos. Mundos paralelos, sonrisas y l¨¢grimas, carcajadas y llantos.
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