El coraje de la Iglesia portuguesa
La Conferencia Episcopal ha impulsado las investigaciones sobre abusos sexuales y asumi¨® sus resultados con luz y taqu¨ªgrafos
Al menos 4.815 menores sufrieron abusos sexuales en instituciones o actividades de la Iglesia cat¨®lica en Portugal entre 1950 y 2022. Es una estimaci¨®n a la baja de la comisi¨®n independiente que esta semana ha presentado su informe en Lisboa, despu¨¦s de un a?o de trabajo. El 43% de las v¨ªctimas que hablaron para el equipo liderado por el psiquiatra Pedro Strecht nunca hab¨ªa relatado su experiencia, un dato que constata el efecto catalizador de las investigaciones sobre la pederastia para sacar a la luz lo que ha ocurrido en las sombras de la Iglesia. Aunque lo que se recoja en el estudio sea solo la punta del iceberg de un fen¨®meno estructural que ha destrozado numerosas vidas en las ¨²ltimas d¨¦cadas.
La comisi¨®n fue creada a finales de 2021 por decisi¨®n de la Conferencia Episcopal Portuguesa, que se aline¨® as¨ª con la estrategia de transparencia impulsada por el papa Francisco. No fue una tarea f¨¢cil. No cont¨® con el apoyo incondicional de los 21 obispos lusos. Uno rehus¨® entrevistarse con los investigadores y otros mostraron displicencia o incomodidad. El acceso a los archivos diocesanos confidenciales estuvo bloqueado y oblig¨® a intervenir a la Santa Sede. Fue un camino lleno de obst¨¢culos, pero se ha recorrido. El empe?o personal del presidente de la Conferencia Episcopal Portuguesa y obispo de F¨¢tima-Leiria, Jos¨¦ Ornelas, result¨® decisivo para crear la comisi¨®n y dotarla de plena libertad para actuar.
La asistencia de Ornelas y otros altos cargos de la jerarqu¨ªa cat¨®lica portuguesa a la presentaci¨®n del informe demuestra su voluntad de admitir los hechos y su gravedad. Sentados en primera fila, escucharon cifras y testimonios escalofriantes de menores que fueron abusados en seminarios, campamentos, confesionarios, colegios y sacrist¨ªas. Una expiaci¨®n p¨²blica que no repara el sufrimiento de las v¨ªctimas, pero al menos les concede el reconocimiento de su dolor. Esto es m¨¢s de lo que hab¨ªan obtenido hasta ahora y deber¨ªa marcar el principio de otra etapa en la instituci¨®n religiosa. Si la Iglesia aspira a seguir siendo un lugar de refugio espiritual para muchos cat¨®licos, necesita asumir sus peores errores y tomar medidas firmes para que no se repitan.
En una instituci¨®n milenaria donde se ha cultivado la complicidad y el silencio, hay que aplaudir a quienes rompen con esa da?ina cultura del abuso de poder. Es meritorio el coraje de la Conferencia Episcopal Portuguesa para impulsar la investigaci¨®n y asumir sus resultados con luz y taqu¨ªgrafos. Habr¨¢ que ver ahora las decisiones que toma para reparar a las v¨ªctimas y apartar a los abusadores que siguen a¨²n en activo, pero el camino que han hecho hasta aqu¨ª es un ejemplo de transparencia que deber¨ªa inspirar a los obispos espa?oles, que son de los m¨¢s opacos y reacios a conocer la verdad entre los pa¨ªses de tradici¨®n cat¨®lica.
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