La pausa digital ya termina
La fase m¨¢s disruptiva de la revoluci¨®n tecnol¨®gica est¨¢ cerca del final y los indicios apuntan a un futuro menos injusto y asfixiante con mejores condiciones laborales
Probablemente, estamos cerca del final de la fase m¨¢s disruptiva de la revoluci¨®n digital. Los cambios econ¨®micos y sociales acumulados durante las ¨²ltimas d¨¦cadas son comparables, por su magnitud relativa, a los de la revoluci¨®n agraria del Neol¨ªtico y la revoluci¨®n industrial moderna. Pero se est¨¢n ralentizando. Aparece en el horizonte un posible nuevo paisaje con una prosperidad m¨¢s ampliamente distribuida.
La se?al m¨¢s clara del fin de un periodo con enormes beneficios de las grandes tecnol¨®gicas es la oleada de despidos de las ¨²ltimas semanas. Decenas de miles de personas han sido despedidas de Google, Microsoft, Amazon, Twitter, Facebook y otras empresas. Los ingresos del a?o pasado fueron mucho menores que los anteriores. Los proyectos desaforados para cambiar el mundo, como los viajes espaciales, los drones de reparto, el Metaverso o los coches sin conductor se dejan discretamente de lado. Los a?os dorados han pasado.
Mientras tanto, el mercado laboral parece reestructurarse y las tasas de empleo suben. ?Anuncian estos problemas el final de una ¡°pausa de Engels¡± con niveles de vida estancados? De ser as¨ª, significar¨ªa que en un futuro previsible podr¨ªan surgir mejores condiciones laborales y niveles medios m¨¢s altos y mejor distribuidos de bienestar econ¨®mico.
Como todo el mundo sabe, la Revoluci¨®n Digital ha tra¨ªdo consigo pros y contras. A diferencia de sus predecesoras, las revoluciones agraria e industrial, cuyos productos se derivaban directa o indirectamente de la Naturaleza, la Revoluci¨®n Digital se basa en la informaci¨®n y el conocimiento. Las nuevas tecnolog¨ªas, como los ordenadores, internet y la Red mundial, han producido dos tipos de consecuencias.
Por un lado, fant¨¢sticas ventajas como hacer posible la comunicaci¨®n instant¨¢nea a trav¨¦s del correo electr¨®nico, los smartphones y las redes sociales, la informaci¨®n f¨¢cilmente disponible a trav¨¦s de los medios de comunicaci¨®n digitalizados y la televisi¨®n en streaming, o el dinamismo de actividades econ¨®micas mediante el comercio electr¨®nico y los servicios profesionales y empresariales en l¨ªnea.
Por otro lado, las nuevas tecnolog¨ªas han fomentado la concentraci¨®n de capital en unas pocas grandes empresas y el surgimiento de nuevos multimillonarios. Muchos puestos de trabajo quedaron obsoletos y el desempleo aument¨® temporalmente. El poder adquisitivo de la mayor¨ªa de los asalariados se congel¨®, o incluso disminuy¨®. Indirectamente, esos cambios tecnol¨®gicos y econ¨®micos tambi¨¦n han fomentado divisiones territoriales y migraciones sin precedentes.
De todos es sabido que, en periodos de innovaci¨®n tecnol¨®gica, paga m¨¢s el primero que compra un nuevo artilugio cuya producci¨®n haya requerido una enorme inversi¨®n inicial. Les ha ocurrido desde hace varias d¨¦cadas a los ansiosos primeros consumidores de nuevas versiones de ordenadores, smartphones y cualquier novedad chic. A medida que la industria se desarrolla, puede reducir los costes de producci¨®n, lo que permite bajar los precios al consumidor y aumentar las ventas y los beneficios. Sin embargo, en un cierto momento, solo nuevas invenciones tecnol¨®gicas podr¨ªan sostener un mayor crecimiento. Es posible que ya estemos en esta fase.
Estos mecanismos y etapas b¨¢sicos reproducen los de la revoluci¨®n industrial de hace 200 a?os. Para los primerizos, una ¡°acumulaci¨®n primitiva¡± de capital estuvo enlazada con el sistema colonial, incluida la esclavitud altamente rentable. Despu¨¦s, una revoluci¨®n tecnol¨®gica que sobre todo sustituy¨® mano de obra gener¨® enormes beneficios empresariales, la aparici¨®n de ricos magnates y un aumento de la desigualdad econ¨®mica.
En Gran Breta?a, en la primera mitad del siglo XIX, la productividad, o producci¨®n por trabajador, aument¨® y la tasa de beneficios se duplic¨®, mientras que mucha gente viv¨ªa en la abyecci¨®n y la pobreza. Friedrich Engels, el coautor de Karl Marx, describi¨® c¨®mo se hab¨ªan estancado los salarios reales de los trabajadores y empeorado sus condiciones de vida en su libro La condici¨®n de la clase obrera en Inglaterra, publicado inicialmente en alem¨¢n en 1845. Sin embargo, cuando el libro de Engels se public¨® en ingl¨¦s, m¨¢s de 40 a?os despu¨¦s, las condiciones ya hab¨ªan cambiado a mejor. El periodo de sobreexplotaci¨®n hab¨ªa terminado. Entre 1840 y 1890, los salarios reales se multiplicaron por casi dos y medio, en consonancia con la productividad. Esto llev¨® al historiador econ¨®mico Robert C. Allen a etiquetar el periodo anterior como ¡°la pausa de Engels¡±.
Algunos historiadores econ¨®micos han sugerido paralelismos con el periodo m¨¢s reciente de innovaci¨®n tecnol¨®gica y estancamiento salarial. La Gran Recesi¨®n iniciada en 2008 puede verse como el comienzo de otra ¡°pausa¡± en la que ha deca¨ªdo la condici¨®n de los trabajadores, se ha producido una amplia redistribuci¨®n de la riqueza y han fracasado formas tradicionales de desarrollo econ¨®mico y social. Como en el siglo XIX, las relaciones privadas de familia, trabajo y residencia se est¨¢n transformando en pr¨¢cticas innovadoras basadas en la comunicaci¨®n en l¨ªnea. Sin embargo, la ralentizaci¨®n de las grandes empresas tecnol¨®gicas y su discreta revisi¨®n de proyectos desenfrenados indican que la pausa digital puede acabar pronto.
Al igual que los beneficios sociales derivados de la difusi¨®n de la m¨¢quina de vapor, el ferrocarril, la electricidad y la mecanizaci¨®n, tambi¨¦n la difusi¨®n de los beneficios de la revoluci¨®n digital conlleva tiempos y ritmos diferentes en distintas partes del mundo. Pero, globalmente, parece vislumbrarse una nueva etapa menos injusta y asfixiante.
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