Melancol¨ªa
Eligi¨® la acci¨®n, pero supo muy pronto que su esfuerzo por cambiar el mundo no servir¨ªa de nada
Cuando tom¨® la primera comuni¨®n, el cura le dijo que Dios, creador del universo, hab¨ªa pose¨ªdo su cuerpo, pero a ese ni?o le produc¨ªa m¨¢s emoci¨®n tumbarse en el suelo boca abajo, abrir el atlas que le hab¨ªa regalado el maestro y realizar con el dedo a modo de la proa de un barco una traves¨ªa que lo llevaba a los mares del Sur. A los 11 a?os fue por primera vez en bicicleta a la playa y al llegar empapado de sudor tuvo la sensaci¨®n de que la brisa fresca cargada de sal que penetr¨® por su cuello y le infl¨® la camisa hab¨ªa sustituido a Dios. A los 15 a?os supo que todos los mares del Sur, el de los piratas, el de las islas misteriosas, eran el mismo mar que se ve¨ªa desde casa, tumbado en la hamaca leyendo a Stevenson, a Julio Verne y a Salgari. A los 25 a?os le sorprendi¨® la forma c¨®mo le miraba aquella muchacha. Entendi¨® que esa mirada era un mar tormentoso en el que pod¨ªa naufragar y aun as¨ª acept¨® el desaf¨ªo. Comenzaron a navegarse los cuerpos como quien rema con furia contra la tempestad y cada uno pensaba que encontrar¨ªa un tesoro en el cuerpo del otro, pero al final se produjo el naufragio y la marea arroj¨® sus cuerpos en una playa distinta, ambos victoriosos e igualmente derrotados. A los 30 a?os este joven se enfrent¨® a la misma duda de Hamlet: luchar o so?ar. Eligi¨® la acci¨®n, pero supo muy pronto que su esfuerzo por cambiar el mundo no servir¨ªa de nada. El fracaso de la lucha le llev¨® a la melancol¨ªa. Ahora, a los 75 a?os, frente al mismo mar de su infancia piensa qu¨¦ habr¨ªa pasado si en lugar de luchar hubiera so?ado. En ese caso habr¨ªa creado a su imagen un mundo con todas las ruinas de la historia llenas de lagartijas asomadas por las grietas, con higueras en lo alto de los castillos y templos derruidos cuya semilla hab¨ªan depositado los p¨¢jaros, un mundo maravilloso como el que canta Louis Armstrong. Ahora desde la hamaca ve¨ªa la isla de Sumatra.
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