Todo lo que regalamos a China
Occidente est¨¢ entregando a las autocracias la imagen de su propia incoherencia, la violaci¨®n de sus valores y su decadencia labrada en las grietas del sistema
El azar ha querido que la imputaci¨®n de un presidente de Estados Unidos por primera vez en la historia coincida con la nueva emergencia de China como protagonista en el tablero mundial. Las dos potencias juegan con herramientas diferentes y las exigencias de una democracia multiplican los ecos de cualquier gesto de decadencia en Occidente, pero acaso estamos ante un punto de inflexi¨®n.
Xi Jinping, que tambi¨¦n ha hecho historia, en su caso por un tercer mandato al frente de China, est¨¢ dejando claro que hoy quiere un papel pol¨ªtico en el mundo m¨¢s all¨¢ de su potencia econ¨®mica. Las invitaciones a los dirigentes europeos, el viaje a Mosc¨², el plan de paz en Ucrania y, antes, su papel en la reconciliaci¨®n entre dos enemigos como Ir¨¢n y Arabia Saud¨ª son las miguitas en el camino que nos llevan hacia un lugar que a¨²n no conocemos. Sin duda, a un lugar muy diferente.
EE UU y Occidente, mientras tanto, van regalando a las autocracias la imagen de su propia incoherencia, la violaci¨®n de sus valores, su decadencia labrada en las propias grietas del sistema. Que un personaje como Donald Trump ganara las elecciones en 2016 ¡ªcomo el Brexit en el Reino Unido¡ª no fue un signo de que los ciudadanos a veces voten mal, como dice Vargas Llosa, sino de que su equipo aprendi¨® a aprovechar el juego sucio que permiten las redes. El populismo y la mentira son viejos, pero su capacidad de multiplicaci¨®n hoy es infinita ante poblaciones entregadas a creerse cualquier basura que llega a sus m¨®viles. Como saben bien los m¨¢s expertos, las redes amenazan hoy la democracia.
Frente a ello, el r¨¦gimen chino no tiene que rendir cuentas, controla verticalmente el mensaje y ¡ªesta es la novedad¡ª pide paso en la escena internacional. Todos sabemos lo que aguarda al otro lado del apret¨®n de manos de Xi: dictadura, negaci¨®n de derechos, dominio comercial, tecnol¨®gico y brutal precariedad laboral.
Pero todos vemos tambi¨¦n los signos de nuestra decadencia: un presidente soez imputado tras sobornar a una actriz porno de tormentoso nombre, un intento de golpe en el mism¨ªsimo Capitolio, otro en Brasil. Que funcione la justicia es apenas un consuelo. Pero vamos a necesitar mucho m¨¢s que el tiempo de los tribunales para enderezar un sistema en el que el machismo, la xenofobia, el odio al diferente o la identificaci¨®n del l¨ªder con la patria (cosas que hemos visto en Trump, pero tambi¨¦n en los ultraderechistas europeos, incluido Vox) puedan llegar a gobernar. O la democracia habr¨¢ muerto.
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