Esperando a Godot en Sarajevo
El relieve que el montaje dio al argumentario de Sontag contra la inacci¨®n occidental contribuy¨® grandemente a acelerar la intervenci¨®n estadounidense
Tan pronto tuve ?al fin! en mis manos la estupenda antolog¨ªa de los ensayos de Susan Sontag que debemos a su hijo, David Rieff (Penguin Random House, 2022), fui derechito al texto que da t¨ªtulo a esta columna. No lo conoc¨ªa, ?ay de m¨ª!
Es un texto breve, meditado y muy denso que, entre otros logros superlativos, narra con sustancia y coraz¨®n una singular experiencia teatral.
Sin embargo, Esperando a Godot en Sarajevo no es solo la memoria de una puesta en escena ¡ªalgo que de suyo me ata?e y me conmueve poderosamente¡ª, es tambi¨¦n un reportaje de guerra, la denuncia hecha en tiempo real de un genocidio en marcha y, finalmente, un persuasivo, movilizador ensayo pol¨ªtico sobre la indiferencia ante el sufrimiento de los dem¨¢s.
?Qu¨¦ entra?able debi¨® ser en vida esta autora! ?Lo saben muy bien all¨¢ en Sarajevo donde una plaza que lleva su nombre conmemora su humanidad y su valent¨ªa! ?Qu¨¦ feliz y oportuna la idea de reunir del siglo en un volumen, a esta altura del siglo, la duram¨¢ter de su pensamiento y su lenguaje literario!
¡°Fui a Sarajevo a mediados de julio de 1993 a poner en escena una representaci¨®n de Esperando a Godot, menos porque siempre hab¨ªa querido dirigir la obra de Beckett (aunque era el caso) y m¨¢s porque me vali¨® de raz¨®n pr¨¢ctica para regresar a Sarajevo¡±.
Hab¨ªa estado ya all¨ª, en abril, solo por dos semanas, justo al a?o de comenzar la campa?a de masivos ataques artilleros y permanente francotiroteo asesino contra la ciudad sitiada por los serbios. Se prometi¨® volver porque en esas dos semanas hizo el tipo de amistades que las tragedias colectivas suelen cimentar en poco tiempo. Sontag qued¨® profundamente ligada a la maltrecha ciudad y lo que ella representaba.
El sitio, la matanza de civiles y la destrucci¨®n de todo lo que en una ciudad puede tardar siglos en cobrar cuerpo y vida, se prolong¨® por 1.425 d¨ªas y cobr¨®, seg¨²n algunas cuentas, cerca de 15.000 vidas humanas, civiles en su absoluta mayor¨ªa.
Sumadas esas muertes a la migraci¨®n forzada, la poblaci¨®n lleg¨® a reducirse, en menos de cuatro a?os, a algo m¨¢s de 300.000 personas, el 64% de la anterior a la guerra. La masacre de decenas de civiles, v¨ªctimas de fuego artillero serbio en plazas, escuelas, hospitales, estadios de f¨²tbol y mercados municipales signaron el per¨ªodo m¨¢s cat¨¢str¨®fico en la historia de la ciudad desde la Primera Guerra Mundial.
El promedio diario de impactos artilleros durante el asedio fue de 330, pero un d¨ªa de julio de 1993 cayeron en la ciudad m¨¢s de 3.700 obuses. En la masacre del mercado de Markale, en febrero del 94, perecieron 68 personas. Bosnia era desde 1992 un pa¨ªs independiente, miembro de la ONU. Su ej¨¦rcito era peque?o, insuficientemente armado y sujeto a un embargo de armas acordado por la ONU.
La inacci¨®n de las naciones ¡°civilizadas¡± ante la barbarie recordaba a Sontag la misma indiferencia europea ante la intervenci¨®n nazifascistas, alemana e italiana, en la Espa?a de 1936.
En Sarajevo y en tan penosa e infernal situaci¨®n, Sontag ¡°no pod¨ªa ser de nuevo una testigo.[¡]Si regresaba era para arrimar el hombro y actuar¡±. El mundo sab¨ªa muy bien de aquella barbarie, valerosos periodistas la hab¨ªan hecho conocer cada d¨ªa, mientras la firme decisi¨®n de Occidente de no intervenir conced¨ªa la victoria al fascismo serbio.
Durante su estancia de abril, Sontag conoci¨® a Haris Palovic, un joven y brillante director teatral bosnio. Sabedor del deseo de Sontag de regresar pronto con alg¨²n cometido ¨²til y significativo, Palovic le pregunt¨® si no estar¨ªa en su inter¨¦s volver en unos meses a dirigir una obra.
Ella dijo s¨ª y al ser entonces apremiada por Palovic a decir cu¨¢l obra, ¡°la bravuconer¨ªa me sugiri¨® en un instante lo que acaso no habr¨ªa podido advertir si me hubiese dado m¨¢s tiempo de reflexi¨®n: era evidente lo que deb¨ªa dirigir¡±. La obra de Beckett, compuesta hacia ya m¨¢s de 40 a?os, parec¨ªa escrita sobre y para Sarajevo.
El relato de Sontag ofrece excursos sobre los prejuicios, la indiferencia y la hipocres¨ªa de buena parte de la intelectualidad liberal de Occidente ante la tragedia Bosnia. La antolog¨ªa compuesta por Rieff incluye iluminadores textos complementarios, como por ejemplo un diario de su estancia en Sarajevo.
Pero mis primeras tientas con la literatura ocurrieron en el teatro y desde mi juventud nada ha logrado importarme m¨¢s. En su emocionante relato, Sontag da cuenta de las ideas que, en medio de alarmas y urgencias, guiaron su puesta en escena y del esp¨ªritu, tan propio de la verdadera gente de teatro, ll¨¢mense Lord Chamberlain¡¯s Men isabelinos o La Barraca de Garc¨ªa Lorca, al hacer de la necesidad virtud.
La sala de ensayos ¡ªdonde al cabo estrenar¨ªan los actores multi¨¦tnicos que aceptaron la invitaci¨®n de Sontag¡ª, averiada por los bombardeos y sin luz, aport¨® la iluminaci¨®n con velas. El montaje de Sontag present¨® arrojadas innovaciones: por ejemplo, tres parejas de Estragones y Vladimiros, contempladas orginalmente en el texto de Beckett pero nunca antes acatadas. Pozzo, el tirano esclavista, estuvo a cargo de una destacada actriz bosnia.
Las vicisitudes del montaje, una de las cuales fue la desnutrici¨®n de los actores que recorr¨ªan millas yendo y viniendo, de sus casas al teatro, en una ciudad donde el desafiante humor de sus habitantes design¨® una arteria Avenida de los francotiradores, me hicieron muchas veces pensar en los ensayos de otra gran obra del siglo XX, la S¨¦ptima Sinfon¨ªa de Shostakovich, estrenada en otra ciudad sitiada y bajo fuego artillero: Leningrado, en 1942.
Sobrecoge pensar que durante los calamitosos ensayos, tanto Sontag como los actores incurr¨ªan en un chiste negro alusivo al sitio y a la renuencia de Occidente a actuar con energ¨ªa ante los serbios: esperando a Clinton.
Esperando a Godot se estren¨® a la luz de 12 velas el 12 de agosto de 1993. Nadie en el p¨²blico hizo ruido alguno durante la funci¨®n. ¡°Los ¨²nicos sonidos ¡ªrecuerda Sontag¡ª proven¨ªan del exterior del teatro: el bramidode un trasporte militar acorazado de la ONU por la calle y el estallido se los disparos de los francotiradores¡±.
Nadie duda hoy de que el relieve que el montaje dio al argumentario de Sontag contra la inacci¨®n occidental contribuy¨® grandemente a acelerar la intervenci¨®n estadounidense que, al cabo, puso fin al criminal sitio.
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