Escucha y aprende de la mujer madura
Qu¨¦ desperdicio cuando alguien tiene delante a una persona experimentada y en vez de atender, juzga. Luz Casal fue una diosa en el escenario y lo sigue siendo
El episodio m¨¢s humillante de mi adolescencia lo viv¨ª mi primer verano de discoteca. Y mira que me gustaba aquella discoteca. Cuando comenzaban las canciones lentas, la pista se despejaba y las preadolescentes busc¨¢bamos entonces un lugar en los reservados. Los chicos encend¨ªan el mechero y lo iban pasando por delante de las chicas. Lo aterrador de aquella cultura en que los hombres ten¨ªan derecho a elegir es que las chavalas nos qued¨¢bamos paralizadas, esperando a que la llama se detuviera ante una de nosotras. Era el primer juicio al que nos enfrent¨¢bamos por nuestro f¨ªsico y provocaba en nuestro ¨¢nimo un efecto lacerante del que no nos librar¨ªamos hasta mucho despu¨¦s, asumiendo paso a paso y con arrojo una conciencia sobre nuestra val¨ªa. Aun as¨ª, yo todav¨ªa tuve tiempo de comerme el marr¨®n de que este o el otro columnista, tan progre uno como reaccionario el otro, deslizaran un comentario sobre mi aspecto. Me acord¨¦ de ello el otro d¨ªa viendo un extracto de la entrevista que Risto Mejide le hizo a Luz Casal. Contaba la cantante que tard¨® mucho en ponerse falda para salir al escenario porque deseaba ser juzgada por su m¨²sica, no por el f¨ªsico, y los cr¨ªticos, abrumadoramente hombres, pon¨ªan siempre el acento en la indumentaria elegida para el concierto, comentarios que no contemplaban en las cr¨®nicas que escrib¨ªan sobre los varones. Y es que hay que darse cuenta de lo realmente extraordinario que era el que una mujer liderara una banda. Sobre este asunto quien ha escrito con m¨¢s vehemencia ha sido la jefa de los Pretenders, Chrissie Hynde, que en sus memorias A todo riesgo cuenta el paso de ser groupie a montar una formaci¨®n propia. A m¨ª estas mujeres me parec¨ªan admirables, me inspiraban, eran terriblemente sexis sin ser evidentes; su estilo denotaba inteligencia, poder¨ªo y a veces una chuler¨ªa que proven¨ªa del orgullo de ser mujer y estar ah¨ª, rotunda, haciendo vibrar a miles de personas. Por eso me extra?¨® tanto que al sincerarse Luz Casal sobre c¨®mo la mirada cr¨ªtica sobre su cuerpo la hab¨ªa condicionado, el presentador hiciera una r¨¦plica antip¨¢tica y desabrida: ¡°Con todos mis respetos, ?tampoco es que tengas un f¨ªsico espectacular!¡±.
Me pregunto si no es este un comentario muy propio de estos tiempos en los que lo sexy, palabra que siempre ha definido con mucha gracia (sobre todo en ingl¨¦s) lo seductor, lo atractivo, ha cedido un espacio abrumador en el mundo de la m¨²sica a todo aquello que en la antig¨¹edad, o sea, hace unos pocos a?os, se entend¨ªa como una hipersexualizaci¨®n de las mujeres, al poner el foco del encanto en el culo y en las tetas. Este es un terreno espinoso porque si a esta moda, sin duda es una moda, la envolvemos en la palabra m¨¢gica, empoderamiento, que act¨²a como un rayo paralizador, queda anulado cualquier an¨¢lisis sobre un fen¨®meno que, m¨¢s en este asunto, salta a la vista.
La escena resulta parad¨®jica: una bella mujer madura relata c¨®mo le condicion¨® el hecho de que su trabajo no fuera juzgado en los mismos t¨¦rminos art¨ªsticos que el de sus colegas hombres, dado que se pon¨ªa el acento en lo f¨ªsico, y a esto el periodista le contesta con una observaci¨®n borde sobre su cuerpo, es decir, como si no estuviera entendiendo el mensaje de su interlocutora. Y qu¨¦ desperdicio cuando alguien tiene delante a una persona experimentada y en vez de escuchar, juzga. Luz Casal fue una diosa en el escenario y lo sigue siendo. No le hizo falta tener el culo de Kardashian, era tan rabiosamente atractiva que todas las chicas quer¨ªamos parecernos a ella. Tambi¨¦n ahora es una jefa, m¨¢s hermosa a¨²n porque le favorece el brillo de la experiencia y ha demostrado algo que la define como artista: su af¨¢n de ponerse en la piel de los dem¨¢s. Hay personas que no aprenden nunca y otras que sacan un jugoso provecho de la adversidad. Esa es Luz.
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