Es el turismo, bobo
Es un g¨¦nero comercial que en ocasiones adopta demasiados parecidos con la prostituci¨®n, un lucrativo pero oscuro alquiler de favores
A nadie le puede sorprender que la campa?a electoral de las elecciones locales que tendr¨¢n lugar en 12 d¨ªas est¨¦ girando hacia asuntos esencialistas. Nada mejor que lanzar el bote de pintura contra el lienzo para impedir que se aprecie la pincelada detallista. Hace mucho que al votante se le trata como al ni?o que se asusta con los cuentos del sacamantecas para que no pregunte por otras cosas preocupantes que suceden en el ¨¢mbito ¨ªntimo y particular de su casa. Ha surgido como un iceberg el debate sobre vivienda, porque lo que m¨¢s perjudica a la unidad de la naci¨®n es que unos sean expulsados del n¨²cleo vital mientras otros se apropian de ¨¦l. Incluso en algunas ciudades se agita el fantasma de la okupaci¨®n como si tuviera la relevancia que pretenden los alarmistas. Los expertos saben que el gran problema que afecta a la vivienda es que funciona seg¨²n vasos comunicantes. Cuando una ley se quiere efectiva para un platillo de la balanza inmediatamente desarregla el otro. As¨ª que entre pesos y contrapesos m¨¢s que avanzar nos topamos con un problema enquistado. Para el pensamiento conservador el mercado solucionar¨¢ el conflicto con su sabidur¨ªa, pero minusvaloran la potencia depredadora del poder. El mejor ejemplo de esa falta absoluta de valores que encarn¨® el Gobierno madrile?o cuando vendi¨® miles de viviendas sociales a los fondos buitre, un desm¨¢n indecente que qued¨® sin castigo.
Pero hay algo m¨¢s detr¨¢s de los n¨²meros agitados en la cara de los ciudadanos. Espa?a es un pa¨ªs que explota el milagro tur¨ªstico, un negocio sencillo y poco repartido. Seg¨²n los datos, cada d¨ªa en nuestro pa¨ªs hay al menos un mill¨®n de habitantes flotantes que requieren servicios, agua, energ¨ªa, sanidad y limpieza. Sus gastos se orientan hacia la satisfacci¨®n primaria, por lo que apenas generan un tejido profundo en la sociedad que pisan. Es m¨¢s, con el tiempo se ha visto que perturban el parque de viviendas y la naturaleza de algunos barrios y comarcas como termitas. Es un g¨¦nero comercial que en ocasiones adopta demasiados parecidos con la prostituci¨®n, un lucrativo pero oscuro alquiler de favores. En este caso ofreces tu calle, tu paisaje, tu parque, tu bar y tu mercado sin que muchos ciudadanos sientan que ganan algo en el canje. Los que vieron sucumbir a nuestra gran capital internacional, Barcelona, ante un turismo que degluti¨® su almendra central para escupirla echa un gui?apo, observan c¨®mo ese mismo modelo de negocio se vende como el gran ¨¦xito del Madrid actual. Barcelonizar Madrid con hordas de turismo masivo, de despedida de soltero, barra barata, piso clandestino y terracita c¨¢lida por supuesto que da dinero en el balance general, pero nos precipita al hoyo.
Sumen Baleares, M¨¢laga, Sevilla, Girona, San Sebasti¨¢n. La vivienda se ha convertido en la parte d¨¦bil del contrato de explotaci¨®n tur¨ªstica. Ya ni siquiera los que se desplazan para ocupar plaza laboral en hosteler¨ªa o servicios encuentran con facilidad d¨®nde instalarse. Por no hablar de los j¨®venes que son incapaces de abrirse hueco para asentar un proyecto personal cuando alrededor suena la m¨²sica de las maletitas con ruedines y los 10 chupitos a cinco euros. El equilibrio entre el negocio y la calidad de vida est¨¢ quebrado. A quienes osan reformarlo les llaman radicales. Pero ser¨¢ mejor encarar el problema, que marear al personal y dejar que todo se pudra bajo la cicatriz del ¨¦xito.
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