¡®Berluscotrumpismo¡¯
Cuando se observa la extra?a trayectoria de estos privilegiados pillos posmodernos el calificativo de populistas se nos queda corto
Que no nos enga?en las diferencias entre el ¡°simp¨¢tico¡± personaje mediterr¨¢neo de la amplia sonrisa y el hosco wasp del ce?o fruncido permanente; o las que existen entre la cultura pol¨ªtica de cada uno de sus dos pa¨ªses de origen. No nos fijemos tampoco en exceso en algunos de sus muchos puntos en com¨²n, como su origen empresarial, aunque aqu¨ª el italiano tuvo un ¨¦xito considerablemente mayor, ni en su patol¨®gica personalidad narcisista o sus veleidades en temas de faldas.
No, el aspecto m¨¢s relevante y misterioso, el que nos permite asociarlos a un mismo fen¨®meno, es ¡ªera, en el caso de Berlusconi¡ª que las reglas que rigen para todos no sirven para ellos. Su comportamiento como pol¨ªticos es tan inmune a consideraciones de moral general como al sometimiento a las leyes; es m¨¢s, el apoyo de sus seguidores parece intensificarse cuanto m¨¢s severa sean las acusaciones en su contra; curiosamente, el esc¨¢ndalo juega a su favor, cuanto m¨¢s transgreden m¨¢s se aprietan las filas de sus partidarios; estos son, en un sentido literal, ¡°incondicionales¡±. Se dir¨¢ que esto ocurre con todos los partidismos, pero lo habitual en otros lugares es que cuando un pol¨ªtico o un partido quiebra las normas se acuda a la cl¨¢sica cortina de humo del ¡°y t¨² m¨¢s¡±. Aqu¨ª hay al menos una forma impl¨ªcita de reconocer la culpa, se es consciente de la falta, aunque acabe manchando a la clase pol¨ªtica como un todo. Nuestros dos protagonistas no lo necesitan, se saben, sab¨ªan, exentos. Quiz¨¢ por eso mismo se metieron en pol¨ªtica, abraz¨¢ndose a la ret¨®rica populista de su enfrentamiento con el sistema establecido, el pueblo contra un defectuoso e inmoral Estado de derecho. Si este se vuelve contra ellos siempre les queda la justificaci¨®n, como ahora hace Trump, de imputarlo a una reacci¨®n de defensa del ¡°Estado profundo¡± y sus ¨¦lites frente a quien eleva la denuncia, el f¨¢cil recurso a la victimizaci¨®n del supuesto rebelde frente al establishment.
Cuesta cre¨¦rselo de quienes ostentaban tal condici¨®n de privilegio, pero funciona. Y lo hace porque previamente ambos consiguieron establecer la visi¨®n de la realidad que mejor encajaba en sus designios. Desde su control de la televisi¨®n, Berlusconi provoc¨® un verdadero destrozo de la cultura pol¨ªtica italiana. Cuando la situaci¨®n estuvo madura cre¨® su propio partido pol¨ªtico. Trump se construy¨® tambi¨¦n un personaje gracias a los medios y luego a trav¨¦s de su peculiar uso de las redes sociales. No precis¨® recurrir a un partido, se apropi¨® del republicano y casi consigue hacerse con el Estado. Puede que la clave para entender el misterio de su impunidad entre los suyos resida, pues, en esta extra?a reestructuraci¨®n de la comunicaci¨®n pol¨ªtica a la que estamos asistiendo. Sin embargo, cuando se observa la extra?a trayectoria de estos privilegiados pillos posmodernos el calificativo de populistas se nos queda corto. Entran m¨¢s bien en la categor¨ªa de los caraduras que toman al pueblo por idiota y, esto es lo extraordinario, ?aciertan! Deber¨ªamos hac¨¦rnoslo ver, averiguar qu¨¦ diablos estamos haciendo tan mal los ciudadanos en los sistemas democr¨¢ticos.
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