Debates arriesgados: cuando Romney destroz¨® a Obama
El veterano aspirante republicano despach¨® al presidente en el primer cara a cara de la campa?a de 2012, cuyo contexto guarda algunas similitudes con el duelo del lunes entre S¨¢nchez y Feij¨®o
El 3 de octubre de 2012, un presidente progresista de Estados Unidos, guapo, de 50 a?os, que daba muy bien en televisi¨®n y destacaba por su elocuencia, se vio desbordado por un aspirante conservador, mayor que ¨¦l, con fama de soso, en un debate en televisi¨®n ante m¨¢s de 60 millones de espectadores. Era el primer debate de aquella campa?a presidencial y Mitt Romney, s¨®lido y calmado, despach¨® a Barack Obama de una manera parecida a como Alberto N¨²?ez Feij¨®o sali¨® vencedor, dice el consenso, del debate con Pedro S¨¢nchez el lunes por la noche. Parte del contexto de aquella campa?a rima en la Espa?a actual, m¨¢s all¨¢ de las diferencias entre las formas pol¨ªticas y los protagonistas.
Obama hab¨ªa sido presidente de manera sorpresiva. Se impuso como candidato en unas primarias en las que venci¨® irrumpiendo ante pesos pesados como Joe Biden y Hillary Clinton. Era joven, guapo, articulado. Se le criticaba por excesivamente ambicioso y arrogante. Le aup¨® una parte progresista y joven del Partido Dem¨®crata que rechazaba a la vieja guardia. Despu¨¦s de cuatro a?os de mandato, hab¨ªa conseguido recuperar la econom¨ªa de circunstancias catastr¨®ficas tras la crisis financiera e inmobiliaria. Para el progresismo dem¨®crata, se hab¨ªa quedado corto respecto a las expectativas iniciales. Para el Partido Republicano, era un peligroso izquierdista en manos de radicales que amenazaban la esencia de Am¨¦rica.
En el lado republicano, Romney era, simplemente, el ¡°siguiente en la fila¡± de la vieja guardia republicana para ser candidato. Por entonces, una rama radical de la derecha comenzaba a hacerse presente en el debate p¨²blico estadounidense a trav¨¦s de personajes como Newt Gringrich o un tal Donald Trump, que agitaba locuras conspirancionistas en una espiral alimentada por las redes sociales (Twitter acababa de nacer) que solo ir¨ªa a peor. Romney hab¨ªa sido gobernador de Massachussetts y llevaba toda la vida ah¨ª. Se le criticaba porque no se sab¨ªa bien que pensaba sobre nada y no era lo bastante conservador. Se impuso en unas primarias en las que qued¨® muy claro que esa veta virulenta de los republicanos estaba ganando poder, aunque finalmente se decidieran por el veterano moderado. Romney se pas¨® la campa?a haciendo equilibrios para no perder a los extremos.
Los dem¨®cratas llegaban a 2012 de ser absolutamente vapuleados en las elecciones de medio mandato de 2010. La reacci¨®n republicana ante la victoria de Obama, alimentada por esa veta ultraconservadora, consigui¨® ganar seis senadores, seis gobernaturas estatales y m¨¢s de 60 esca?os en la C¨¢mara. Una debacle dem¨®crata. Para la reelecci¨®n, Obama decidi¨® asumir todo el protagonismo en medios, redes y videos de YouTube en los que de una manera calmada y directa explicaba los ¨¦xitos de su mandato, dec¨ªa humildemente que quedaba mucho por hacer y reclamaba el voto para seguir avanzando, en vez de retroceder.
Pero Obama detestaba los debates. El presidente era capaz de electrizar a un auditorio en cualquier formato, incluso miles de kil¨®metros de distancia y en otro idioma a trav¨¦s de internet. Tanto en Illinois como en el Senado destac¨® desde el principio como un orador especial. No digamos en aquella legendaria campa?a de primarias. Pero los debates en televisi¨®n le parec¨ªan banales, porque se le da demasiada importancia a las formas sobre el fondo de lo que se dice.
La historia de aquel debate se resume en un exceso de confianza por parte de Obama, claramente mejor orador y m¨¢s teleg¨¦nico que Romney, cualidades que no sirvieron de nada. Obama hac¨ªa muecas, pon¨ªa sonrisas y mascullaba cosas bajo las intervenciones s¨®lidas, bien escritas y bien aprendidas de Romney. Las extraordinarias habilidades comunicativas del presidente no se hicieron presentes. Obama parec¨ªa buscar las palabras en su cabeza y no terminaba las frases con la contundencia de sus discursos. Lo llevaba mal preparado, en definitiva. Transmiti¨® la sensaci¨®n de que hab¨ªa acudido al debate con mucha confianza en su carisma personal y no ten¨ªa respuestas para un Romney leg¨ªtimamente agresivo, que le critic¨® de forma dura, coloc¨® sus mensajes en frases entendibles y reclam¨® su lugar en la campa?a como veterano que sabe de lo que habla.
Obama termin¨® el debate diciendo que no era un hombre perfecto, ni un presidente perfecto, pero promet¨ªa seguir trabajando por la clase media de Estados Unidos durante un segundo mandato. En una econom¨ªa que se recuperaba lentamente, Romney cerr¨® con un discurso bien armado sobre los sufrimientos de la clase media: salarios que bajan, precios que suben, impuestos. Los datos macro y las promesas a largo plazo no pod¨ªan contrarrestar la sensaci¨®n del ciudadano medio de no levantar cabeza.
Despu¨¦s del revolc¨®n en aquel primer debate, se encendieron todas las alarmas en la campa?a dem¨®crata. Obama aprendi¨® lo que fuera que ten¨ªa que aprender, recuper¨® el tono calmado, articulado y presidencial (lo que viene siendo el estilo de Obama), y consigui¨® empatar las cosas en los siguientes dos debates. Aqu¨ª se acaban las comparaciones. Feij¨®o ha rechazado por el momento participar en ning¨²n otro debate.
En cuanto al resultado, Obama gan¨® por la m¨ªnima. Perdi¨® 3,5 millones de votos respecto a 2008, pero Romney no logr¨® la movilizaci¨®n suficiente para aprovechar el desgaste. Aquella victoria no se atribuye al entusiasmo por Obama, ni siquiera al rechazo a Romney, sino a la precisi¨®n electoral de los dem¨®cratas, que desplegaron una enorme red sobre el terreno capaz de movilizar los miles de votos necesarios en los Estados clave.
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