Mujeres en ¡®apartheid¡¯
Las noticias que siguen llegando de Afganist¨¢n son escalofriantes. Es un infierno feminicida. No hay peor lugar en la tierra para ellas
Es vertiginosa la velocidad de los cambios. Su profundidad parece lejos de nuestra capacidad de comprensi¨®n. Y tambi¨¦n de nuestros sensores morales, si acaso siguen activos. Hace solo dos a?os, la cotizaci¨®n de Joe Biden estaba por los suelos, la Uni¨®n Europea se sent¨ªa abandonada por Estados Unidos, y alguno de sus socios, como Francia, traicionada por el Aukus, la alianza militar con el Reino Unido y con Australia para dotar a este ¨²ltimo pa¨ªs de submarinos nucleares estadounidenses en sustituci¨®n de los franceses. La desordenada y catastr¨®fica salida de las tropas occidentales de Kabul parec¨ªa confirmar el retroceso del imperio americano y la muerte cerebral de la OTAN diagnosticada por Macron.
?Alguien se acuerda del horror de aquellos dram¨¢ticos d¨ªas de agosto? De los diplom¨¢ticos y militares europeos que quedaron tirados en Kabul, tard¨ªamente avisados, sin apenas medios para repatriarse antes de que los talibanes entraran en la capital. De los afganos que pretend¨ªan huir agarrados a las alas de los aviones y cayeron precipitados en cuanto los aparatos despegaron. De los colaboradores de los occidentales, ch¨®feres e int¨¦rpretes sobre todo, sin protecci¨®n ante el destino que les esperaba por esp¨ªas y traidores a su pa¨ªs. De los militares y polic¨ªas del r¨¦gimen ca¨ªdo que no se hab¨ªan pasado al enemigo a tiempo. Y, ante todo, de las mujeres, de las ni?as y las mujeres de Afganist¨¢n.
Son escalofriantes las noticias que siguen llegando del pa¨ªs de los talibanes. Es un infierno feminicida. No hay peor lugar en la tierra para ellas. No tienen derecho a nada. Seg¨²n Naciones Unidas, un aut¨¦ntico r¨¦gimen de apartheid rige para la mitad de la poblaci¨®n, sobre la que se ciernen todas las prohibiciones: salir de casa sin vigilancia masculina, mantener sus negocios abiertos, usar servicios y espacios p¨²blicos, acceder a la educaci¨®n y al trabajo y, por supuesto, liberarse del rigorismo del burka. La mayor parte de los decretos del Gobierno son prohibiciones y restricciones a la vida de las mujeres.
Todo ha ido a peor desde que los talibanes recuperaron el poder. Han regresado los matrimonios infantiles, ha aumentado la violencia dom¨¦stica contra mujeres y ni?os, tambi¨¦n la mortalidad maternal en el parto. Con el a?adido de una econom¨ªa arruinada y una crisis humana galopante, que ha dejado a cuatro millones de personas, en su mayor¨ªa poblaci¨®n infantil, en estado de malnutrici¨®n severa.
Y lo peor de todo. No hay novedad. No cabe fingir ignorancia. Solo la mala excusa de que la velocidad y el v¨¦rtigo conducen a la dejadez y al olvido. No los merecen las mujeres afganas y menos todav¨ªa las ni?as que conocieron la libertad, la educaci¨®n y el trabajo antes de que la rendici¨®n ante los talibanes les hurtara todos sus derechos. Tambi¨¦n los talibanes est¨¢n cometiendo cr¨ªmenes contra la humanidad y merecen ser juzgados por un tribunal internacional como Putin. Que un criminal enorme no nos haga olvidar a los otros criminales.
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