Al PP le conviene el federalismo
No deja de resultar parad¨®jico que la derecha, que tanta importancia da a la cohesi¨®n nacional, no acabe de saber en qu¨¦ clave pensarla, m¨¢s all¨¢ de las rutinarias exhortaciones ret¨®ricas uniformistas
En la Rep¨²blica Federal de Alemania a nadie en su sano juicio se le ocurrir¨ªa afirmar que el federalismo es cosa de izquierdas, de id¨¦ntica manera que tampoco a nadie en Francia se le ocurrir¨ªa sostener que ser jacobino equivale a alinearse con la derecha. El hecho de que en lugares como Espa?a pueda haberse producido en un per¨ªodo hist¨®rico en particular una coincidencia entre formas de Estado y posiciones pol¨ªticas no deber¨ªa afectar a la esencia del asunto. Que, en definitiva, se resume en que tanto una concepci¨®n m¨¢s unitaria como otra m¨¢s descentralizada son perfectamente pensables con independencia de cualquier opci¨®n pol¨ªtico-ideol¨®gica concreta.
Se?alado lo cual, hay que continuar constatando que tan obvia premisa no parece ser considerada como tal por amplios sectores de la izquierda, que en cuanto disponen de la menor ocasi¨®n acusan de centralismo al Partido Popular, como si no les cupiera en la cabeza que este pudiera aceptar, sin la menor contradicci¨®n doctrinal, otras opciones. A quienes formulan la se?alada acusaci¨®n les da igual que la misma no resista la menor confrontaci¨®n con la realidad, en la que el partido hegem¨®nico de la derecha tiene un notable poder territorial. Tan notable ¡ªy, por cierto, efectivo¡ª que incluso su anterior presidente, Pablo Casado, se vio defenestrado por una conjura de los denominados barones auton¨®micos, quienes colocaron en su lugar a Alberto N¨²?ez Feij¨®o, procedente asimismo de una de las autonom¨ªas, en la que llevaba gobernando con mayor¨ªa absoluta desde hac¨ªa varios a?os.
Por si tales datos no resultaran suficientemente contundentes, cabr¨ªa a?adir que, de hecho, el hipot¨¦tico recambio para el actual presidente del partido del que se ha venido hablando para una situaci¨®n de emergencia (o de impaciencia invencible), Isabel D¨ªaz Ayuso, tan demonizada por la izquierda, a lo que siempre ha aspirado ha sido a disponer de m¨¢s recursos y competencias para la comunidad que preside, como acreditar¨ªa su declarada voluntad de reformar el Estatuto de autonom¨ªa de la misma. Por no hablar, en fin, de otro posible recambio que tambi¨¦n ha estado muy presente en los mentideros, el presidente de la comunidad aut¨®noma andaluza, Juan Manuel Moreno Bonilla, inclinado ¨²ltimamente, incluso con entusiasmo, hacia un discurso pol¨ªtico de tintes andalucistas.
Sin embargo, a pesar de todo esto, constituye igualmente un hecho certificado por la propia realidad que la identificaci¨®n, por completo contingente, entre conservadurismo y centralismo es percibida por amplios sectores de la ciudadan¨ªa como poco menos que obligada. En cierto sentido, podr¨ªamos considerar una contundente prueba de dicha percepci¨®n no solo los magros resultados obtenidos por el PP el pasado 23-J en algunos territorios del pa¨ªs ¡ªmuy especialmente en Euskadi y en Catalu?a¡ª, resultados que estar¨ªan expresando una inequ¨ªvoca pulsi¨®n anticentralista, sino tambi¨¦n las enormes dificultades con las que, tras dichas elecciones, este partido se viene encontrando para alcanzar acuerdos con formaciones de signo m¨¢s o menos nacionalista, temerosas de que sus votantes pudieran penalizarlas por ello.
La persistencia de tales dificultades deber¨ªa llevar al PP a una profunda reflexi¨®n de car¨¢cter estrat¨¦gico, porque en realidad representan la punta visible de un voluminoso iceberg. Sus dirigentes certificar¨ªan una notable miop¨ªa pol¨ªtica si interpretaran que con acuerdos puntuales, cesiones particulares o cualquier otro movimiento t¨¢ctico de similar vuelo gallin¨¢ceo lo dif¨ªcil podr¨ªa quedar superado. Aquello que en su momento, cuando se redact¨® nuestra Constituci¨®n, era una soluci¨®n ¡ªesto es, el dejar abiertas importantes dimensiones de la cuesti¨®n territorial, la cohesi¨®n nacional o como quiera que prefieran denominar a este asunto¡ª ha terminado por convertirse en un problema que los conservadores deber¨ªan ser los primeros interesados en intentar resolver, a la vista de lo que les est¨¢ sucediendo.
Sin que ello signifique, claro est¨¢, que el resto de fuerzas pol¨ªticas deban desentenderse de la tarea pendiente. A este respecto, no deja de ser sorprendente que el mismo Gobierno progresista que en la legislatura anterior se atrevi¨® a abordar, con indudable audacia y determinaci¨®n, cuestiones ciertamente delicadas en otros ¨¢mbitos (cuestiones que, por a?adidura, le supusieron un notable desgaste electoral), se resistiera a plantear una propuesta pol¨ªtica expl¨ªcitamente federalista para el pa¨ªs. Y no lo hizo incluso en momentos que parec¨ªan representar una oportunidad privilegiada para hacer pedagog¨ªa del modelo federal ante la ciudadan¨ªa (a fin de cuentas, ?qu¨¦ era la cogobernanza de la ¨¦poca de la pandemia sino un ejercicio de cooperaci¨®n federalista?).
Tambi¨¦n hay quien, como Yolanda D¨ªaz, ha propuesto ¨²ltimamente un ¡°acuerdo territorial¡± que incluya al independentismo¡ para conseguir una investidura de gobierno. Por supuesto que un buen acuerdo siempre es de celebrar, pero plantear un acuerdo de este calado en t¨¦rminos instrumentales, am¨¦n de partidistas (?habr¨¢ que recordar que, tras las elecciones del 28-M, en el grueso de comunidades aut¨®nomas gobierna el Partido Popular?), implica reincidir en un sectarismo tacticista sin perspectiva alguna de futuro, en la medida en que no solo no entra en el meollo de la cuesti¨®n, sino que, sobre todo, no lo hace con la actitud pol¨ªtica adecuada.
Y, por supuesto, en fin, que tampoco resulta de recibo, por incoherente y farisaico, actuar como lo hace el PP, que, aunque en primera instancia parece no querer entrar a plantear el debate sobre el modelo territorial, a continuaci¨®n alude impl¨ªcitamente a ¨¦l a la hora de formularle reproches a la izquierda, refiri¨¦ndose una y otra vez al separatismo y a quienes van de la mano de los que se supone que pretenden romper Espa?a. Cerrar lo que qued¨® abierto en el texto constitucional y que, junto a innegables beneficios, tambi¨¦n ha permitido la generaci¨®n de agravios interterritoriales, potenciando una extendida aspiraci¨®n a bilateralidad ¡ªno solo inmanejable sino a menudo insolidaria¡ª, obliga a definir el mencionado modelo. Y la derecha deber¨ªa ser consciente de que no hay mejor forma de defender un proyecto com¨²n de pa¨ªs que aceptando una diversidad (sin ir m¨¢s lejos, ling¨¹¨ªstica) que bien podr¨ªamos calificar de estructural.
El federalismo, adem¨¢s de asumir de manera decidida dicha diversidad, propone los instrumentos para gestionarla, esto es, para que, en vez de constituir una permanente fuente de problemas, se convierta en fuente de riqueza. As¨ª, definir con claridad qu¨¦ competencias corresponden al Gobierno central y qu¨¦ otras a los gobiernos auton¨®micos, o comprometer a los entes federados con el destino del conjunto de la federaci¨®n a base de definir y articular mecanismos de cooperaci¨®n, son dos elementos que permiten visibilizar la manera en que el federalismo equilibra la fuerza centr¨ªfuga descentralizadora, presente en el modelo auton¨®mico, con una fuerza centr¨ªpeta cohesionadora. No deja de resultar parad¨®jico al respecto que la derecha, que tanta importancia declara conceder a la cuesti¨®n de la cohesi¨®n nacional, no acabe de saber en qu¨¦ clave pensarla, m¨¢s all¨¢ de las rutinarias exhortaciones ret¨®ricas uniformistas.
Afirmaba un viejo pol¨ªtico, hoy retirado, que ¡°ser honrado es un buen negocio¡±. Tal vez el PP deber¨ªa hacerse un razonamiento an¨¢logo y plantearse hasta qu¨¦ punto ser capaz de asumir el papel protagonista en las necesarias reformas de fondo que necesita este pa¨ªs y en las que le corresponde participar, de manera inexcusable, como fuerza representativa de la mitad de los ciudadanos espa?oles que es, lejos de obligarle a ning¨²n sacrificio o renuncia en beneficio de sus adversarios, representa, por el contrario, el m¨¢s provechoso favor que puede hacerse a s¨ª mismo y a sus votantes (sin duda, se le abrir¨ªan muchas puertas hoy cerradas a cal y canto). Pero tambi¨¦n el favor m¨¢s notable que podr¨ªa hacerle a este pa¨ªs en su conjunto, que se merece salir de un alboroto al que no se le ve el fin.
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