El poso del PP
Las l¨ªneas maestras trazadas durante el segundo mandato de Aznar, el de la mayor¨ªa absoluta, y continuadas en la primera de Zapatero, son las que siguen rigiendo
Cuando a¨²n no hab¨ªa aterrizado el ¨²ltimo confeti del ¨²ltimo mitin de la campa?a, ya and¨¢bamos haciendo c¨¢balas sobre la posible investidura. Cuando a¨²n resonaba el pitido de los altavoces ya est¨¢bamos en la siguiente pantalla, camino de Waterloo. Es t¨ªpico de este tiempo nuestro, acelerado y amn¨¦sico, que persigue lo nuevo, lo siguiente, cuando a¨²n no ha acabado lo otro, lo viejo, lo que acaba de pasar o, mejor, lo que a¨²n no ha concluido del todo.
Olv¨ªdense de los an¨¢lisis sosegados sobre lo ocurrido, a¨²n menos de extraer consecuencias de ello. Ahora toca hacer c¨¢lculos sobre los posibles escenarios futuros. Hay que moverse. Deprisa, deprisa. Pasar a lo siguiente. Ahora toca investidura, especular sobre lo que puede pedir Pugidemont, lo que puede durar Feij¨®o (?alguien se acuerda ya de la noche electoral en G¨¦nova, esos idus de marzo vestidos de rojo sangre?). Nos hemos lanzado de cabeza a especular sobre el contenido de los posibles acuerdos para una hipot¨¦tica investidura de S¨¢nchez. Reforma federal, sistema de financiaci¨®n auton¨®mica, amnist¨ªa. Como si todo fuese posible con un simple chasquido de los dedos. Magia parlamentaria. Como si ensamblar una mayor¨ªa para la investidura nos permitiera, de golpe, solucionar problemas que llevan d¨¦cadas enquistados, desde el inicio de estos tiempos nuestros (?alguien se acuerda de lo dif¨ªcil que fue acordar el t¨ªtulo octavo de la Constituci¨®n? Precisamente ese y no otro).
Vivimos en la especulaci¨®n permanente, como si todo fuera posible por el solo hecho de pensarlo, o de anhelarlo, de desearlo. Es la base que sustent¨® el proc¨¦s independentista. Puesto que lo sue?o, tengo derecho a tenerlo. La realidad es un poco m¨¢s tozuda, como se ha demostrado. Muchos de los posibles acuerdos que se han puesto encima de la mesa estos d¨ªas son simples brindis al sol, pues no puede haber reforma en profundidad sin una mayor¨ªa cualificada en el Congreso, es decir, sin el concurso del PP, lo cual deja en nada las especulaciones sobre un nuevo sistema de financiaci¨®n o un impulso a la articulaci¨®n federal (imprescindible, por otro lado) del Estado. Palabras, palabras.
El PP hace tiempo que quem¨® todas las naves y su aislamiento parlamentario es la consecuencia de ello. El PP lleva 20 a?os cargando contra tirios y troyanos, ensimismado en la idea de que ellos son el ¨²nico partido realmente ¡°nacional¡± (por mucho que ahora vuelvan a tratar al PSOE, con condescendencia, de ¡°partido de Estado¡±), y que su misi¨®n es la de acabar con la malsana influencia de los nacionalismos perif¨¦ricos en la gobernabilidad del Estado. ?A alguien le puede sorprender el rotundo no del PNV a Feij¨®o? En el a?o 2000, en pleno apogeo, Aznar consigui¨® que la Internacional Dem¨®crata Cristiana expulsara a los nacionalistas vascos, aun siendo estos (no el PP) miembros fundadores del club.
Las l¨ªneas maestras trazadas durante el segundo mandato de Aznar, el de la mayor¨ªa absoluta, y continuadas en la primera legislatura de Zapatero (la de la teor¨ªa de la conspiraci¨®n del 11-M), son las que siguen rigiendo la acci¨®n de un PP en manos de su facci¨®n m¨¢s intransigente, que s¨®lo entiende la victoria si comporta la destrucci¨®n del adversario, de cualquier adversario, mediante la estigmatizaci¨®n del otro, del traidor, el fel¨®n, el vendepatrias, al que despu¨¦s se le reprocha no facilitar, con su abstenci¨®n, la derogaci¨®n de su obra de gobierno.
Es el poso acumulado en estos 20 ¨²ltimos a?os lo que explica la situaci¨®n actual del PP. Porque, a pesar de la aceleraci¨®n amn¨¦sica, las palabras quedan, las acciones pesan y resuenan, y condicionan el margen de maniobra, las posibilidades, de los actores pol¨ªticos. Cuando se apagan los focos sigue quedando el poso, tozudo, pringoso y obstinado, que vuelve una y otra vez para recordarnos que ¨¦l delimita las fronteras de lo posible. Y esto no vale s¨®lo para el PP, ni tan siquiera para el juego de equilibrios entre los partidos y las posibilidades para las distintas mayor¨ªas. Ese poso de tanta rabia, de tanto odio vertido, condiciona la totalidad del sistema, es decir, la posibilidad de llegar a entendernos para construir algo entre todos.
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