Que la IA nos libre de septiembre, por favor
El hecho de que tengamos cada vez m¨¢s datos explica nuestra creciente ansiedad. De algunas encuestas se deduce que muchos preferir¨ªan que decidiera un algoritmo, pero olvidan que eso supone renunciar a decidir qu¨¦ sociedad queremos
La llegada de septiembre trae consigo no solo el regreso al trabajo, que ya es suficiente fuente de cansancio para la mayor¨ªa de nosotros, sino tambi¨¦n la vuelta a los tr¨¢mites administrativos, al mantenimiento del hogar, a esa rutina que nos va atrapando como una tela de ara?a.
Hace unos d¨ªas, al hilo de este asunto, una amiga me comentaba: ¡°Qu¨¦ cansada estoy, y lo peor son las decisiones, me siento como si la vida no fuera m¨¢s que eso, qu¨¦ compa?¨ªa de tel¨¦fono eliges, qu¨¦ ropa les compras a los ni?os¡¡±. Y, medio en broma, remataba: ¡°Yo lo que quiero es que alguien decida por m¨ª¡±.
A juzgar por el resultado de la encuesta internacional The Decision Dilemma, realizada entre 14.000 personas de 17 pa¨ªses, y cuyos resultados se hicieron p¨²blicos el pasado abril, el anhelo de mi amiga es masivamente compartido. A nivel global, el porcentaje de personas que preferir¨ªa que un algoritmo eligiera por ellas es del 64%, y, si nos fijamos en los entornos empresariales, los ejecutivos que querr¨ªan que una inteligencia artificial (IA) tomara el control rondan el 70%. En Espa?a, por ejemplo, el 73% considera que el n¨²mero de decisiones que toma se ha multiplicado por diez en los ¨²ltimos tres a?os y manifiesta sentirse bombardeado por los datos, tanto en su vida profesional como en la personal; el 59% afirma que duda entre varias alternativas al menos una vez al d¨ªa; y el 81% reconoce que esta situaci¨®n lo somete a situaciones de estr¨¦s y ansiedad.
El hecho de que tengamos cada vez m¨¢s datos disponibles para informar nuestras opciones no parece estar ayud¨¢ndonos porque, o al menos eso manifiestan los encuestados, eso nos hace dudar m¨¢s y agudiza el miedo a equivocarnos. Lo que podr¨ªa, en parte, explicar la creciente ansiedad ante la toma de decisiones.
Pero de ese agotamiento a renunciar a nuestra capacidad de opci¨®n hay un gran paso. Porque poder elegir es, al fin y al cabo, la vida, o una parte muy esencial de la misma. ?C¨®mo es posible que tanta gente quiera librarse de algo que nos es constitutivo?, y, por otra parte, ?confiamos tanto en la tecnolog¨ªa? Dejar nuestra capacidad de decisi¨®n en manos de una m¨¢quina, ?realmente queremos eso?
En su libro La tiran¨ªa de la elecci¨®n, la fil¨®sofa Renata Salecl propone ciertas ideas que podr¨ªan explicar qu¨¦ nos est¨¢ pasando. Sostiene la autora que hemos sucumbido a la idea de que todas las decisiones deben tomarse con el mismo m¨¦todo que se usa en el terreno de las compras o los negocios, de una manera calculada, ¡°racional¡±, sopesando pros y contras, etc., cuando, para dirimir acerca de asuntos de calado, lo razonable y normalmente m¨¢s provechoso, defiende, es poner en juego otras capacidades, como las emocionales, o incluso dejar actuar al inconsciente. Aceptar que la forma ¡°racional¡± de dirimir los asuntos de la vida es la ¨²nica, nos abocar¨ªa a situaciones imposibles. Para ilustrarlo, Salecl recurre al caso de una mujer de treinta y tantos que conoci¨® en una boda. Al parecer la mujer llevaba meses angustiada por la disyuntiva de congelar o no sus ¨®vulos, pero hab¨ªa sido, explicaba, incapaz de decantarse, abrumada por otras peque?as decisiones, como qu¨¦ vestido llevar a la susodicha boda, ya que sent¨ªa que, con su edad y los datos de que dispon¨ªa, no le quedaban muchas oportunidades de encontrar pareja.
Nuestro problema, como el de la chica de la boda, es m¨²ltiple. Por un lado, tenemos el sobrecrecimiento de las peque?as disyuntivas, derivado de nuestro modo de vida, por otro, la reducci¨®n de nuestra capacidad de elegir a un mero c¨¢lculo. Estos dos factores juntos nos abocar¨ªan a estar cada vez m¨¢s atrapados en la tela de ara?a, en un septiembre perpetuo.
Pero, adem¨¢s de todo esto, nos sucede otra cosa que Salecl solo apunta y que es, me temo, m¨¢s determinante, la sospecha de que, mientras estamos en la tela de ara?a, cada vez m¨¢s sumidos en ella, las decisiones de verdad importantes, como qu¨¦ tipo de sociedad queremos, c¨®mo administrar los recursos comunes, o qu¨¦ debe regir nuestra existencia, est¨¢n totalmente fuera de nuestro alcance. Normal que deseemos que la IA decida por nosotros. No es que confiemos tanto en ella, es que, ¨ªntimamente, sospechamos que nuestras decisiones han quedado reducidas a meras ¡°opciones t¨¦cnicas¡± que nos agotan, oblig¨¢ndonos a sopesar datos y datos para que nada realmente cambie. Dado el panorama, mejor que alguien decida por nosotros y nos libre de septiembre.
El problema es que esta tela de ara?a tan prodigiosamente tejida en la que nos encontramos, este ir cediendo por agotamiento, podr¨ªa hacer que nuestro futuro se pareciese al universo dist¨®pico que Marta Sanz describe en Persianas met¨¢licas bajan de golpe, su soberbia ¨²ltima novela: un mundo en el que las personas son controladas por unos dispositivos tecnol¨®gicos tramposos que parecen dise?ados para ayudarlas cuando solo sirven a los intereses de un tir¨¢nico y omn¨ªmodo poder. Esperen, pero ?no se parece esto ya mucho al presente?
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