Chile, vanguardia y espejo
Cada uno lo puede recordar a su manera, pero se dir¨ªa que son muchos los que participan en la proyecci¨®n del golpe de 1973 sobre la visi¨®n e incluso la organizaci¨®n del futuro

Hay acontecimientos tr¨¢gicos del pasado que reverberan como si sucedieran ahora mismo. Tal es el caso del golpe de Estado de 11 de septiembre de 1973 y la muerte de Salvador Allende, cuyo 50 aniversario se celebra estos d¨ªas. Cada uno lo puede recordar a su manera, pero se dir¨ªa que son muchos, viejos y j¨®venes, los que participan en la memoria rediviva y en la proyecci¨®n de aquellos hechos sobre la visi¨®n e incluso la organizaci¨®n del futuro.
Aquel d¨ªa el Ej¨¦rcito termin¨® brusca y brutalmente la ins¨®lita experiencia de la v¨ªa pac¨ªfica al socialismo ensayada durante 1.000 d¨ªas por el Gobierno de Unidad Popular. Para la izquierda m¨¢s alejada de la influencia sovi¨¦tica era trascendental que cualquier cambio se alcanzara pac¨ªficamente, respetando la legalidad constitucional, en un pa¨ªs de honda tradici¨®n democr¨¢tica como Chile.
El golpe y el suicidio de Allende rubricaron el fracaso. De la v¨ªa chilena al socialismo y del reformismo. Halcones de uno y otro lado se cargaron de raz¨®n: la de quienes solo cre¨ªan en una revoluci¨®n como la cubana y la de quienes denunciaban la violencia inevitable a la que conducir¨ªa el gobierno de izquierdas. Es probable que esta sea la clave del suicidio de Allende, traicionado por sus subordinados militares y aislado incluso entre los suyos, pero dispuesto a terminar dignamente, sin dimitir ni rendirse, menos todav¨ªa a someterse a las vejaciones o a la ejecuci¨®n humillante que le esperaba.
En vez de socialismo, hubo capitalismo a ultranza. Se abri¨® la puerta a la aplicaci¨®n tambi¨¦n por primera vez y con ¨¦xito de un programa neoliberal de reformas radicales de imposible aplicaci¨®n en condiciones de libertad y democracia. Chile fue un laboratorio para las pol¨ªticas de Thatcher y Reagan. No termin¨® aqu¨ª el car¨¢cter experimental del pa¨ªs sudamericano. Tambi¨¦n fue vanguardia del terror de extrema derecha, que es desbord¨® las fronteras chilenas, patrocinado por los servicios secretos pinochetistas, la siniestra DINA, con los atentados, desapariciones y asesinatos de la Operaci¨®n C¨®ndor.
Y como una venganza po¨¦tica lleg¨® tambi¨¦n lo contrario: gracias a Baltasar Garz¨®n, Pinochet fue detenido en Londres y entr¨® en un laberinto judicial que solo termin¨® con su muerte. Nunca desde N¨²remberg recibi¨® un mayor impulso la justicia internacional. Afect¨® a Estados Unidos, a Nixon, a Kissinger y a la CIA, sus patrocinadores. Destacados periodistas ¡ªSeymour Hersh, Christopher Hitchens, Peter Kornbluh¡¡ª dejaron casi todo aclarado en una de las mayores desclasificaciones de documentos secretos de la historia.
Y todav¨ªa habr¨ªa que seguir. La ca¨ªda de Pinochet gracias al final de la Guerra Fr¨ªa, no a su nula voluntad de dejar el poder. Luego la lenta transici¨®n, la trabajosa labor de la memoria, la dif¨ªcil reconciliaci¨®n y la reforma constitucional pendiente e improbable. Y ahora, un joven presidente allendista y un candidato rival pinochetista, en un pa¨ªs crecientemente polarizado y dividido, como en un eterno retorno, espejo fiel y cercano de la evoluci¨®n del mundo, aunque ins¨®lito y excepcional. Tan suyo, tan de todos.
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