Soberan¨ªa mal entendida
La arbitrariedad de Marruecos respecto a la ayuda internacional perjudica a los damnificados por el terremoto
Una semana despu¨¦s del terremoto que ha asolado una amplia regi¨®n de Marruecos, sigue abierto el balance de muertes ¡ªque ya alcanza la cantidad de 3.000 fallecidos¡ª, as¨ª como el de destrucci¨®n: el se¨ªsmo ha reducido a ruinas numerosos pueblos y aldeas del Atlas y da?ado o derribado una veintena de edificios del patrimonio hist¨®rico, incluidos algunos en la ciudad de Marraquech. Hay que destacar la ola de solidaridad que han suscitado los damnificados, especialmente en el mismo Marruecos, pero tambi¨¦n en Francia y en Espa?a, los pa¨ªses europeos m¨¢s pr¨®ximos, donde hay m¨¢s poblaci¨®n de origen marroqu¨ª y de donde sale buena parte del turismo que visita masiva y regularmente el pa¨ªs vecino.
Pero la desgracia que suele unir a las gentes m¨¢s diversas no act¨²a siempre de la misma forma cuando se trata de sus ¨¦lites. Lo demuestra el contraste entre la r¨¢pida y generosa reacci¨®n de los ciudadanos de a pie y la celosa gesti¨®n de la recepci¨®n de ayuda por parte del Gobierno marroqu¨ª. En su caso, sobre la urgencia y la gravedad de la tragedia ha primado la idea de un Estado fuerte que se hace cargo ¨ªntegramente del destino de su poblaci¨®n y administra las ofertas de auxilio seg¨²n sus conveniencias pol¨ªticas, sin interferencia exterior alguna. Pese a que Argelia abri¨® al instante su espacio a¨¦reo para facilitar la llegada de socorro exterior, son claros los criterios por los que Rabat ha desde?ado la ayuda argelina. La frontera entre ambos pa¨ªses se mantiene cerrada despu¨¦s de que rompieran relaciones diplom¨¢ticas hace dos a?os al agudizarse sus discrepancias en torno al S¨¢hara Occidental. Son, sin embargo, indescifrables los que le han llevado a aceptar, junto con la de Espa?a, la ayuda de los lejanos Qatar y Emiratos ?rabes Unidos o, de nuevo en Europa, la del Reino Unido ¡ªnada sensible ante la actitud marroqu¨ª en el contencioso saharaui¡ª, pero no la de Francia, la antigua potencia colonial.
Como sucedi¨® hace m¨¢s de 60 a?os en el terremoto que arras¨® Agadir, tambi¨¦n ahora la debilidad de las construcciones en adobe y un epicentro muy pr¨®ximo a la superficie han agravado la destrucci¨®n e incrementado el balance de muertos y heridos. Adem¨¢s, el rescate ha sufrido las mayores dificultades debido a las deficientes comunicaciones en una zona tan monta?osa, pobre y olvidada en las inversiones p¨²blicas. Y, como en Alhucemas en 2004, la tardanza en los auxilios y la lenta reacci¨®n de los poderes p¨²blicos han alimentado el descontento entre los afectados.
A pesar de los esfuerzos modernizadores y de la reforma constitucional de 2011, la verticalidad del poder mon¨¢rquico en Marruecos, impregnado de representaci¨®n teocr¨¢tica, impone a los ciudadanos la resignaci¨®n a la fatalidad ante cualquier cat¨¢strofe y la sumisi¨®n a los designios de un rey acostumbrado, como la mayor¨ªa de sus pares del mundo ¨¢rabe, a vivir alejado de sus s¨²bditos en residencias de zonas tur¨ªsticas o en capitales occidentales. La opaca y lenta gesti¨®n del Gobierno y de la Casa Real, la parsimonia de sus comunicados y apariciones, el silencio del titular de la corona y el desd¨¦n ante las ofertas de ayuda de pa¨ªses pr¨®ximos contribuyen a incrementar la distancia entre monarqu¨ªa y ciudadan¨ªa. La soberan¨ªa se presenta en este caso como un valor que prima sobre la solidaridad y los valores humanitarios. Si alguna lecci¨®n se desprende de la calamidad que se ha abatido sobre Marruecos, es que la calidad de sus gentes supera con creces a la de su clase dirigente.
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