Soberbia europea
Todo ser¨ªa distinto si los Estados de la UE entendieran que compartir un espacio com¨²n es sin¨®nimo de una pol¨ªtica migratoria com¨²n. De lo contrario, seguiremos con escenificaciones vac¨ªas como el viaje de Von der Leyen y Meloni a Lampedusa
Ni los motores del avi¨®n pararon. En una visita rel¨¢mpago a Lampedusa, la presidenta de la Comisi¨®n Europea, Ursula von der Leyen, y la primera ministra italiana, Giorgia Meloni, escenificaron una vez m¨¢s la respuesta europea ante la inmigraci¨®n irregular. Lo m¨¢s llamativo fue lo que no pas¨®. Ni un gesto, ni unas palabras, ni una mano a los miles de personas migradas que se hacinaban en el centro de recepci¨®n de la isla. Ni tan solo para la foto. No es casualidad, es parte del mensaje: Europa se muestra indiferente ante lo que ya no duda en calificar como cuerpos a disposici¨®n de las redes de traficantes o en manos de los gobiernos autocr¨¢ticos en su ¡°guerra h¨ªbrida¡± contra Europa.
La soberbia es grande y, m¨¢s all¨¢ de las formas, es parte fundamental del problema. Porque si Europa escuchara, y se escuchara, la respuesta ser¨ªa muy distinta. Si escuchara qu¨¦ dicen las personas migradas reci¨¦n llegadas, sabr¨ªa que los temidos traficantes no son la causa, sino tan solo el medio. No es que los migrantes vengan enga?ados. Saben muy bien qu¨¦ riesgos les esperan. Por eso, las campa?as informativas financiadas por la Uni¨®n Europea en ?frica no funcionan. La investigaci¨®n acad¨¦mica lo demuestra una y otra vez. A pesar de ello, es uno de los diez puntos propuestos como soluci¨®n por Von der Leyen. No vienen porque no sepan; vienen porque no ven alternativa.
Si la Uni¨®n Europea escuchara qu¨¦ est¨¢ pasando en los pa¨ªses de origen y tr¨¢nsito, tambi¨¦n matizar¨ªa sus palabras. Los pa¨ªses vecinos no quieren ser simples subcontratas de las necesidades y miedos europeos. Si colaboran, es porque quieren algo a cambio y no solo dinero. El reconocimiento de la soberan¨ªa marroqu¨ª sobre el S¨¢hara Occidental es el mejor ejemplo. Aceptar ese ¡°intercambio de favores¡± no quiere decir que est¨¦n dispuestos a todo. Una cosa es limitar las salidas, cuando convenga y siempre de forma condicionada, y otra, muy distinta, aceptar los retornos. Meloni recordaba el d¨ªa 17 desde Lampedusa que ¡°el objetivo deben ser las repatriaciones, no la redistribuci¨®n de los migrantes¡±.
Sin embargo, con menos soberbia quedar¨ªa en evidencia que las repatriaciones no son posible sin la colaboraci¨®n de los pa¨ªses de origen. Es un principio b¨¢sico de la soberan¨ªa territorial de cualquier pa¨ªs. No pasa ni dentro de la UE, donde Italia ha dejado de aceptar los retornados por parte de Alemania bajo el sistema de Dubl¨ªn. Este so?ado retorno es m¨¢s dif¨ªcil a¨²n en pa¨ªses donde estas pol¨ªticas tienen m¨¢s costes que beneficios. ?Qu¨¦ Gobierno est¨¢ dispuesto a renunciar a las remesas de la inmigraci¨®n y a arriesgar ponerse en contra a la opini¨®n p¨²blica y los pa¨ªses vecinos (cuando las repatriaciones afectan a sus ciudadanos)? Los n¨²meros son muy claros: en la Uni¨®n Europea, menos del 10% de los migrantes africanos con orden de expulsi¨®n son finalmente retornados.
Tambi¨¦n las proclamas sobre la inmigraci¨®n irregular ser¨ªan distintas si los gobiernos escucharan a sus propios letrados. Muchas de las propuestas presentadas como la soluci¨®n son directamente inviables, no solo a efectos pr¨¢cticos (que tambi¨¦n), sino porque quedan inmediatamente bloqueadas en los tribunales. As¨ª pas¨® con los famosos retornos de sirios del uno por uno bajo el acuerdo entre la UE y Turqu¨ªa. Tambi¨¦n lo vimos con las propuestas de externalizar las peticiones de asilo con solicitantes que ya hab¨ªan llegado a Europa. Ahora vuelve a suceder, con Meloni pidiendo una ¡°misi¨®n europea naval¡± que impida las salidas y retorne a los migrantes a pa¨ªses que dif¨ªcilmente pueden ser catalogados de seguros. El principio de no devoluci¨®n, reconocido en la Convenci¨®n de Ginebra, directamente lo impedir¨ªa.
Finalmente, todo ser¨ªa distinto si los Estados miembros dejaran de mirarse a s¨ª mismos y entendieran que compartir un espacio com¨²n es sin¨®nimo, indefectiblemente, de una pol¨ªtica migratoria com¨²n. De lo contrario, seguiremos con esas escenificaciones vac¨ªas, con acuerdos que nunca se acaban de materializar, con acusaciones mutuas y recelos crecientes. El coste es inaceptable. Por un lado, esta gesticulaci¨®n inerte tiene un efecto directo sobre las vidas de las personas migradas, empezando por el abandono de aquellos cuya protecci¨®n es obligaci¨®n directa del Estado. Por otro, a nadie se le escapa que la disputa entre los Estados miembros, junto a las im¨¢genes de centros saturados y el incremento del n¨²mero de llegadas, son el mejor caldo de cultivo para la extrema derecha. Tambi¨¦n cuando esta misma extrema derecha, como en Italia, est¨¢ al mando.
No es que no haya soluci¨®n; es que no la hay ah¨ª donde la buscamos. La respuesta europea a las llegadas irregulares es m¨¢s que err¨¢tica. Desde su soberbia, la Uni¨®n Europea se empe?a en repetir f¨®rmulas que poco tienen que ver con la realidad. No es una cuesti¨®n de falta de conocimiento, los n¨²meros lo dejan claro. Meloni dec¨ªa desde Lampedusa que ¡°el futuro de Europa se juega aqu¨ª¡±. En eso, tiene toda la raz¨®n, aunque ella, junto al resto de mandatarios europeos, siga dando palos de ciego.
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