?nfulas o Cruz Roja
Necesitamos solidaridad continental, alianzas estrat¨¦gicas y una regulaci¨®n migratoria cabal que permita la llegada de personas por otros medios que la mafia y la ruleta del mar
Ser¨ªa interesante analizar lo que ha ocurrido con el terremoto en Marruecos y las riadas en Libia no solo como un fen¨®meno de la naturaleza, sino tambi¨¦n como un episodio m¨¢s que habla sobre el car¨¢cter de los humanos. La incapacidad cerril para entender que la desigualdad econ¨®mica es un factor criminal se une al desprecio m¨¢s absoluto por la encrucijada clim¨¢tica en la que nos encontramos. Los miles de muertos ya ni se cuentan, pero si hubieran golpeado a una econom¨ªa puntera nos encontrar¨ªamos ante un drama de obligado luto. Los pa¨ªses repartidos entre mafias de poder, como es el caso de Libia, carecen de instrumentos de prevenci¨®n y ayuda. Sus ¨¦lites est¨¢n dedicadas ¨ªntegramente al saqueo. Por supuesto con nuestra complicidad, porque intervenimos para derribar los gobiernos que nos afrentan, pero luego somos incapaces de enderezar lo roto. Lo que no tenemos en cuenta del todo es que estamos hablando de dos desastres en lugares que son epicentros del conflicto migratorio. Marruecos efect¨²a para Espa?a un trabajo esforzado de contenci¨®n, y cada vez que nuestras relaciones con ese pa¨ªs se enfangan, es la presi¨®n migratoria la que se convierte en una guerra de guerrillas. Junto a Libia, Argelia y T¨²nez se han convertido en la escala m¨¢s escalofriante que atraviesan los emigrantes africanos. Seg¨²n sus relatos, la crudeza del mar y la perversi¨®n de nuestras vallas son poca cosa comparada con las violaciones, la esclavitud y el dolor que les espera en esos lugares.
Pese a que el desaf¨ªo migratorio es el gran problema de la Europa contempor¨¢nea, los l¨ªderes pol¨ªticos siguen ganando elecciones con una apuesta reaccionaria y autoritaria. Es el caso de Italia, donde Meloni, una err¨¢tica primera ministra, se aup¨® en las encuestas con la mano dura frente a la emigraci¨®n. Puede darse por satisfecha, pues su gesti¨®n no solo no ha frenado el problema, sino que la isla de Lampedusa ha recibido en apenas cuatro d¨ªas a 12.000 emigrantes de ?frica. Cuando uno piensa que la poblaci¨®n de Lampedusa es de 6.000 personas puede poner proporcionalidad al desastre. En ese contexto, toda la ret¨®rica vacua y fantasiosa de Meloni empalidece ante el esfuerzo de voluntarios, rescatadores y la asistencia constante de la Cruz Roja. Las ¨ªnfulas ultranacionalistas son una pamema, pues lo que precisamos es solidaridad continental, alianzas estrat¨¦gicas y, de una vez por todas, una regulaci¨®n migratoria cabal que permita la llegada de personas por otros medios que la mafia y la ruleta del mar.
El clima, unido a la enorme corrupci¨®n pol¨ªtica y militar alentada por China y Rusia, evitan que el continente africano se desarrolle en la direcci¨®n de progreso imprescindible para que alg¨²n d¨ªa Europa pueda sacudirse el conflicto de sus fronteras del Sur. Y, para colmo de nuestra irracionalidad, son precisamente las recetas equivocadas, todas dise?adas para convencer a cr¨¦dulos e indiferentes, las que triunfan electoralmente en una Uni¨®n Europea cada vez m¨¢s cerca de ser dirigida por un frente reaccionario de nacionalismos locales. A¨²n no hemos llegado al repugnante confinamiento en islas que organiza Australia para los emigrantes ni al ametrallamiento criminal que ha denunciado Human Rights Watch en la frontera de Arabia Saud¨ª contra los et¨ªopes, pero vamos camino de copiar esas f¨®rmulas indecentes si no enderezamos nuestro rumbo y comenzamos a afrontar como adultos lo que es un problema de adultos.
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