El d¨ªa despu¨¦s de la amnist¨ªa
Resulta inadmisible que quienes rompieron la norma, escamotearon el debate y conculcaron los derechos de la mayor¨ªa en 2017 en Catalu?a traten de imponer ahora las condiciones para una negociaci¨®n que aspira a devolverlos a la realidad
La conveniencia de recurrir a medidas de gracia con relaci¨®n a los procesados por delitos pol¨ªticos el a?o 2017, cuando una parte del espectro pol¨ªtico catal¨¢n se decant¨® por una acci¨®n al margen del marco constitucional y estatutario ¡ªel llamado proc¨¦s¡ª, no puede aislarse de un conjunto de consideraciones m¨¢s amplias. Parece claro que medidas de gracia de gran calado, una amnist¨ªa pongamos por caso, aquella que se reclama desde medios independentistas y que se considera en c¨ªrculos gubernamentales, es viable en los m¨¢rgenes de la Constituci¨®n espa?ola. Si no fuese as¨ª, el debate sobre el asunto no tendr¨ªa relevancia alguna, excepto en el supuesto de una reforma de la Constituci¨®n, que no se plantea. Su posibilidad depender¨¢ de algo distinto, de los motivos y la oportunidad de la misma, algo que escapa de la estricta discusi¨®n jur¨ªdica pero que deber¨¢ figurar expl¨ªcita y motivadamente en el pre¨¢mbulo de la medida que se tome. Es en este punto, menos explorado, donde debe situarse el eje de la discusi¨®n. Con la mayor brevedad: un pre¨¢mbulo de motivaciones que justifiquen una medida de tanta trascendencia es obvio que no puede satisfacer a todo el mundo, y no estoy pensando ahora mismo en adscripciones pol¨ªticas particulares. La gravedad del asunto, solo comparable a algunos momentos de las negociaciones con la ETA vasca, impide avanzar en la direcci¨®n que sea al margen del debate p¨²blico en una sociedad civil lo bastante madura para saber que se haga lo que haga no se hundir¨¢ el mundo.
El ejercicio de la gracia, sea en la forma que sea, amnist¨ªa incluida, no tiene otro sentido que contribuir a abrir una situaci¨®n nueva. Es la democracia espa?ola, con los s¨®lidos cimientos que le proporcion¨® la amnist¨ªa de 1977 y rubric¨® despu¨¦s su capacidad para sostener el embate del terrorismo separatista vasco y del terrorismo de Estado en mala hora concebido, la que puede permitirse conceder medidas de gracia sobre determinados supuestos, como pudo conceder unos indultos, y podr¨ªa concederlos de nuevo en el marco selectivo al que obliga la Constituci¨®n. Las exigencias desde fuera de este marco normativo y moral est¨¢n de m¨¢s. Es en este punto donde la posici¨®n del independentismo se?ala de nuevo sus l¨ªmites, los que le impone una argumentaci¨®n sostenida por un nacionalismo radicalizado antes que por el respeto a las normas de convivencia democr¨¢tica y al marco constitucional que las regula. Esta apreciaci¨®n m¨ªa no deriva de un argumento intelectual, muy propio del gremio profesional al que pertenezco (el de los historiadores) que se ha visto obligado a ocuparse una y otra vez de la cuesti¨®n del nacionalismo como fen¨®meno mundial en el siglo XX y el actual. Dif¨ªcilmente podr¨ªa ser de otra manera. En las circunstancias actuales conviene, sin embargo, tocar con los pies en el suelo y tratar de describir la situaci¨®n que se plantea del modo m¨¢s concreto posible.
Los sucesos de 2017 ¡ªlas conocidas como leyes de desconexi¨®n, el mal llamado refer¨¦ndum que de ellas se deriv¨® y mientras tanto la desaforada ret¨®rica independentista que acompa?¨® lo uno y lo otro¡ª significaron la imposici¨®n de una parte ni siquiera mayoritaria de la sociedad catalana sobre el resto, de una enso?aci¨®n que perturb¨® profundamente la vida civil y quebr¨® la convivencia, y eso es algo que entristece recordarlo una vez m¨¢s. En aquel momento desolador y oscuro, diputados en el Parlament como Joan Coscubiela y otros mantuvieron con firmeza la dignidad de la mayor¨ªa de sus compatriotas. Episodios de aquel orden autoritario continuaron produci¨¦ndose en momentos posteriores. Recordar aquellos momentos no resulta agradable, porque no lo es constatar la fragilidad de una sociedad educada a lo largo de m¨¢s de dos d¨¦cadas en un nacionalismo de la desconfianza y el resentimiento. El resultado no fue una lecci¨®n de democracia y de respeto a la minor¨ªa, m¨¢s bien lo contrario. Por esta raz¨®n resulta chocante e inadmisible que los protagonistas en romper la norma, en escamotear el debate c¨ªvico, en conculcar los derechos de la mayor¨ªa discrepante, en monopolizar hasta el abuso los medios de comunicaci¨®n p¨²blicos, traten ahora de imponer las condiciones para una negociaci¨®n que aspira a devolverlos al terreno de la realidad. Lo es tambi¨¦n que los responsables del Gobierno central incapacitado en todos los sentidos para responder entonces a aquel desaf¨ªo trate hoy de sacar pecho por obvias razones de oportunidad pol¨ªtica. Volviendo al asunto central, c¨®mo es posible que el mundo independentista en retroceso no perciba que no son ellos los que pueden imponer las condiciones del d¨ªa despu¨¦s de un perd¨®n general otorgado por el Gobierno de la naci¨®n. El futuro de Catalu?a no puede ser decidido m¨¢s que por un Parlamento de Catalu?a donde estemos todos representados, respetando las reglas del juego y garantizando los derechos de mayor¨ªas y minor¨ªas. C¨®mo es posible que se puedan exigir refer¨¦ndums o derechos de autodeterminaci¨®n sin mayor¨ªas, sin normas, sin debate c¨ªvico y parlamentario, como algo fijado de antemano por un ignoto mandato de la historia, que pretendan repetir una operaci¨®n que tuvo tantos costes para ellos y para los dem¨¢s, que dividi¨® sin contemplaciones a una sociedad a la pretenden representar a empujones.
Una medida de gracia es una concesi¨®n desde arriba, por la ¨²nica instancia que puede hacerlo. Quien la solicita no puede en modo alguno imponer las condiciones del d¨ªa despu¨¦s. Pero esta no es la ¨²nica cuesti¨®n que llama la atenci¨®n y clama al cielo. Si algo no puede pretender el independentismo es imponer al conjunto de la sociedad catalana opciones que son de parte. Son las instituciones catalanas que nos representan a todos las ¨²nicas que podr¨¢n en el futuro decidir sobre los destinos del pa¨ªs. Es esta una cuesti¨®n realmente de fondo en un mundo donde la pr¨¢ctica y la idea de soberan¨ªa se est¨¢ viendo sistem¨¢ticamente alterada por la reorganizaci¨®n del poder, la econom¨ªa y las migraciones en el mundo. Los acontecimientos de 2017 no fueron de ninguna manera un ejemplo de democracia y respeto al adversario. Reclamar ahora un programa pol¨ªtico obsoleto y perdedor para el d¨ªa despu¨¦s de un perd¨®n motivado es la demostraci¨®n m¨¢s patente del desprecio por las normas que impone vivir en un marco democr¨¢tico, aquel que les permite reclamar medidas de gracia que les reintroducir¨¢n en la lucha pol¨ªtica en la que la inmensa mayor¨ªa quiere vivir y el marco donde se resuelven de manera civilizada los problemas con los que se enfrentan todas las sociedades complejas. El problema que la amnist¨ªa o un indulto selectivo pretende resolver no se refiere a un siempre igual a s¨ª mismo conflicto entre Catalu?a y Espa?a sino, sobre todo, a los problemas entre dos partes de la sociedad catalana. El error de apreciaci¨®n del mundo del independentismo de pasar por encima de una de ellas para imponer sus objetivos pol¨ªticos sin deliberaci¨®n ni reglas ni garant¨ªas democr¨¢ticas, se?ala las limitaciones de un entramado ideol¨®gico y social desorientado. Por esta raz¨®n, la visi¨®n democr¨¢tica de hoy y para el d¨ªa despu¨¦s debe expresarse con claridad en el pre¨¢mbulo de una amnist¨ªa o de cualquier medida de gracia que debe concederse porque demarcar¨¢ con precisi¨®n qui¨¦n est¨¢ a cada lado de la divisoria inaceptable del a?o 2017, porque es abuso patente tratar de imponer determinadas soluciones pol¨ªticas para el d¨ªa despu¨¦s al margen del resto de compatriotas. Una medida de este estilo tomada con el mayor consenso posible reforzar¨¢ sin duda la posici¨®n de la mayor¨ªa cierta de catalanes que prefiere dialogar y negociar sobre lo que haga falta con el resto de espa?oles y en Europa antes que luchar con fantasmas y levantar castillos en la arena.
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