De lenguas y naciones
El veto a los idiomas regionales en Francia se fundamenta en su tradici¨®n pol¨ªtica y cultural, diferente de aquellos pa¨ªses que reconocen los beneficios del multiling¨¹ismo para la convivencia y la democracia
El pasado 21 de mayo, el Tribunal Constitucional franc¨¦s emiti¨® una sentencia contraria a la inmersi¨®n ¡ªconcepto en s¨ª problem¨¢tico¡ª ling¨¹¨ªstica en cualquier lengua ¡°regional¡± distinta del franc¨¦s en todo el territorio de la Rep¨²blica, retrotray¨¦ndose a la validez de una ordenanza de 1539, que establec¨ªa que el franc¨¦s era la lengua oficial del Estado. Es una medida que afecta a apenas unos miles de escolares franceses, que acuden a ikastolas, a escuelas Diwan en Breta?a o a calandretas en Occitania. En esos territorios y en otros, como Alsacia o C¨®rcega, pocas voces se alzaron contra la escolarizaci¨®n en lenguas regionales. Ning¨²n ling¨¹ista u observador m¨ªnimamente riguroso puede suponer que la hegemon¨ªa de la lengua francesa en toda la Rep¨²blica est¨¦ en peligro. Por el contrario, las estad¨ªsticas muestran el casi irreversible retroceso del uso del bret¨®n, del euskera, del catal¨¢n, del alsaciano, del occitano o del corso. Y no parece que la fuerza social y electoral de los nacionalismos subestatales en Francia, con la excepci¨®n de C¨®rcega, amenace con desestabilizar la cohesi¨®n territorial de un pa¨ªs que sigue siendo, con Portugal, uno de los m¨¢s centralizados de Europa. ?D¨®nde est¨¢, entonces, el problema?
Es, sin duda, una cuesti¨®n de enfoque y de tradici¨®n pol¨ªtica. Desde la Revoluci¨®n Francesa se consider¨® que la langue d¡¯oui, el franc¨¦s, era el idioma del nuevo orden liberal, de la naci¨®n basada en la voluntad ciudadana, de la raz¨®n y la ilustraci¨®n. El bret¨®n, afirmaba un miembro de la Convenci¨®n, era la lengua de la reacci¨®n. De hecho, los sectores legitimistas durante el siglo XIX, y los adversarios de la profundizaci¨®n de los valores republicanos hicieron bandera en ocasiones de las lenguas regionales, vistas como posible freno de la penetraci¨®n de las ideas imp¨ªas: euskaldun fededun, el vascohablante es creyente, rezaba un lema del clero vascofranc¨¦s que impuls¨® iniciativas culturales en euskera.
La I Guerra Mundial uni¨® a franceses de todos los or¨ªgenes en las trincheras de Verd¨²n y extendi¨® de forma definitiva el uso de la lengua francesa, completando la labor de los maestros. Aun as¨ª, los monumentos a los muertos de la Gran Guerra en Breta?a o en la orilla del Bidasoa tambi¨¦n recordaban a quienes dieron la vida por Francia en sus lenguas natales. Aunque el nacionalismo conservador franc¨¦s apost¨® por la colaboraci¨®n con los alemanes entre 1940 y 1944, la apuesta de algunos sectores de los d¨¦biles movimientos nacionalistas bret¨®n, alsaciano o corso por cooperar con el invasor asest¨® un golpe de gracia a la legitimidad de las reivindicaciones descentralizadoras, como si los idiomas fuesen los traidores. Las lenguas regionales eran miradas de soslayo, ignoradas y relegadas a meras expresiones folcl¨®ricas y coloristas de la pluralidad regional francesa. Esa tendencia no pudo ser alterada por el cierto resurgir de los movimientos nacionalistas en el territorio franc¨¦s en los a?os sesenta, influidos por la izquierda y los ecos anticoloniales que llegaban de Argelia.
Que la tradici¨®n republicana francesa predica una fuerte identificaci¨®n simb¨®lica y cultural con el idioma franc¨¦s es evidente. Lo es tambi¨¦n la apuesta por una centralizaci¨®n pol¨ªtica y administrativa desde Par¨ªs, canalizada a trav¨¦s de prefecturas y departamentos, que tiene escaso contrapeso en unas regiones dotadas de escasas competencias. El uso del idioma corso por parte del presidente de la Asamblea legislativa de la isla, Jean-Guy Talamoni, en su discurso inaugural, provoc¨® un vendaval de cr¨ªticas, desde el Frente Nacional de Marine Le Pen hasta la izquierda anticapitalista de Melenchon. Su argumento: un representante p¨²blico de la Rep¨²blica debe hablar en franc¨¦s. En 2018, el presidente Emmanuel Macron se mostraba dispuesto a algunas concesiones pol¨ªticas para reconocer la singularidad corsa en la Constituci¨®n, pero rechaz¨® de forma tajante la cooficialidad del idioma de la isla. En el fondo segu¨ªa considerando, como los jacobinos de otrora, que el franc¨¦s era la lengua del progreso. Un idioma que es defendido all¨ª donde se halla en posici¨®n minorizada, como en Ontario o en Louisiana. Una lengua, un Estado, una naci¨®n. Y una legitimidad pol¨ªtica.
Sin embargo, las manifestaciones que tuvieron lugar en varios puntos del territorio franc¨¦s el domingo 30 de mayo, con ¨¦xitos notables de participaci¨®n en Breta?a y el Pa¨ªs Vasco franc¨¦s, y menor seguimiento en otras partes del hex¨¢gono, mostraron que algo se mueve tambi¨¦n en Francia. El dogma de la homogeneidad cultural del Estado-naci¨®n no es aceptado por todos. Y en pleno siglo XXI, la falta de flexibilidad en ese aspecto en relaci¨®n con otros Estados de su entorno ¡ªdesde B¨¦lgica a Gran Breta?a y Espa?a¡ª causa estupor. Adem¨¢s de que las lenguas en s¨ª no son ni antirrepublicanas ni republicanas, sino instrumentos de comunicaci¨®n y de creaci¨®n, el derecho a usarlas con libertad e igualdad de opciones en el espacio p¨²blico es esencial en una democracia que se precie de serlo, lo que implica tambi¨¦n su uso en la administraci¨®n, los tribunales de justicia y la ense?anza. C¨®mo han de convivir entre s¨ª es siempre un tema complejo y objeto de deliberaci¨®n democr¨¢tica y leg¨ªtima.
Las perspectivas exteriores sobre la actitud del Tribunal Constitucional franc¨¦s son casi tan interesantes como su visi¨®n interior. Sin duda, para algunos observadores al sur de los Pirineos, los franceses marcar¨ªan el aut¨¦ntico camino a seguir: gente que no se anda con chiquitas y nunca tolerar¨ªa a catalanes, vascos o gallegos ¡°menospreciar¡± el idioma mayoritario. Otros prefieren callar, pues que la liberal y republicana Francia sea tan intransigente en materia ling¨¹¨ªstica y cultural ha causado siempre incomodidad a la hora de denunciar el atraso e intolerancia carpetovet¨®nicas de la derecha espa?ola. No siempre la intolerancia ling¨¹¨ªstica se asocia al fascismo. Se podr¨ªa argumentar que el nacionalismo de Estado franc¨¦s, en posici¨®n dominante (salvo quiz¨¢ en C¨®rcega, cuya importancia por lo dem¨¢s en la din¨¢mica pol¨ªtica estatal es muy reducida), muestra una suerte tendencia natural de los nacionalismos fuertes hacia la homogeneizaci¨®n cultural de sus territorios. Si otros nacionalismos, sea el belga, el anglo-canadiense o el espa?ol, han tenido que contemporizar y realizar concesiones, ha sido por la fuerza y capacidad negociadora de los nacionalismos subestatales, pero tambi¨¦n de los sectores progresistas que con visi¨®n de futuro asumieron con naturalidad la defensa de la pluralidad cultural y ling¨¹¨ªstica en una democracia de calidad. Para m¨¢s de un analista franc¨¦s, por el contrario, es preferible la intolerancia hacia los idiomas minoritarios para evitar que surjan problemas territoriales como Catalu?a o Escocia en el seno de la Rep¨²blica. O que los hijos de los inmigrantes magreb¨ªes exijan escolarizaci¨®n en amazigh¡ Pero quiz¨¢ ese camino sea el que acabe por provocar problemas.
Si algo muestra tambi¨¦n el ejemplo de las democracias en Estados multi¨¦tnicos y/o multinacionales en mayor o menor medida, es que huir de la equiparaci¨®n r¨ªgida entre lengua y naci¨®n, la acomodaci¨®n flexible de la diferencia cultural, la aceptaci¨®n de las identidades h¨ªbridas y m¨²ltiples, y las posibilidades de manejar varios idiomas, benefician a medio plazo a la convivencia y la calidad de una democracia. Y, en fin, al conjunto de la ciudadan¨ªa. Ser biling¨¹e hace m¨¢s f¨¢cil ser triling¨¹e o tetraling¨¹e. La riqueza idiom¨¢tica, parte insoslayable de la biodiversidad cultural del planeta, constituye adem¨¢s un activo econ¨®mico. Una ciudadan¨ªa educada con naturalidad en la multiculturalidad estar¨¢ tambi¨¦n preparada para asumir las grandes lenguas de intercambio internacional, el ingl¨¦s en primer lugar, y para la tolerancia intercultural. Ser¨ªa parad¨®jico que el ¨²nico pa¨ªs del que sali¨® en 1904 un premio Nobel de literatura que escrib¨ªa en una lengua subestatal, Fr¨¦d¨¦ric Mistral, lo olvidase.
Josep M. Fradera, Xos¨¦ M. N¨²?ez Seixas y Jos¨¦ M? Portillo son catedr¨¢ticos de Historia Contempor¨¢nea en las universidades Pompeu Fabra, Santiago de Compostela y Pa¨ªs Vasco, respectivamente.
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