Josu Ternera, la cancelaci¨®n, la censura y la contrataci¨®n
Deber¨ªamos reclamar que en el ¨¢mbito creativo haya siempre espacios de libertad que no nos limiten ni Estados censores, ni poderes empresariales, ni hordas de ciudadanos que no toleran la pluralidad
Hace tiempo que le doy vueltas al uso ¡ªerr¨®neo¡ª con el que se est¨¢n utilizando una serie de t¨¦rminos que parecen lo mismo, pero no lo son: censura, cultura de la cancelaci¨®n y libertad de contrataci¨®n.
Y este batiburrillo sem¨¢ntico ha venido generado porque todo ha acabado siendo ¡±cancelaci¨®n¡±. Se cancela a Agatha Christie porque titula una novela Diez negritos y suena racista; a Mark Twain porque utiliza la palabra ¡°negro¡± en sus novelas; a Nabokov porque Lolita podr¨ªa parecer una apolog¨ªa de la pederastia; a Roal Dahl porque en sus novelas utiliza palabras que pueden ofender, a Dostoievski porque es ruso¡
Bueno, en realidad, en muchos de esos ejemplos casi tendr¨ªamos que hablar de ¡°se intenta cancelar¡±, porque, aunque a veces se logra, otras acaba imperando el sentido com¨²n y se evita la cancelaci¨®n. La cuesti¨®n es que en ocasiones ni siquiera es cancelaci¨®n, sino que se trata de censura y otras simplemente libertad de contrataci¨®n, lo que tiene matices y no son nimios.
Sin ir m¨¢s lejos, hace unos d¨ªas le¨ª que la pel¨ªcula Barbie ha logrado llegar a las salas de cine en Arabia Saud¨ª y Emiratos ?rabes Unidos. Me sorprendi¨® el comentario. ?Acaso no se estrenan todas las pel¨ªculas, especialmente las m¨¢s taquilleras, en la mayor¨ªa de pa¨ªses? Pues parece que no, y segu¨ª leyendo hasta enterarme de que al mismo tiempo la hab¨ªan ¡°cancelado¡±, entre otros, en L¨ªbano y Kuwait. Obviamente, no han cancelado nada. Cancelar es un conjunto de acciones ejercidas por parte de un colectivo sobre personas u organizaciones que opinan distinto e instan, mediante el descr¨¦dito, a que les hagan boicot, desde el p¨²blico a los contratadores, tratando, incluso, de ¡°matarlos¡± p¨²blicamente. A priori la cancelaci¨®n no se ejerce desde el Estado ni de las empresas, sino que la llevan a cabo un grupo de personas, principalmente a trav¨¦s de redes sociales. Es evidente que poco o nada tiene que ver la cancelaci¨®n con lo que ha pasado en esos pa¨ªses donde han censurado, o sea prohibido, el estreno por orden del Estado.
En la misma l¨ªnea, un par de d¨ªas antes, me enter¨¦ de que el director del museo de cultura pop de Seattle (MoPOP), a prop¨®sito de la Exposici¨®n que ten¨ªan sobre Harry Potter, anunciaba que toda referencia a la escritora de la saga ser¨ªa eliminada. ?C¨®mo? ?Censuraban a la autora de los personajes sobre los que ellos mismos hab¨ªan realizado una exposici¨®n? Dejando de lado la estupidez que supone, en este caso era m¨¢s acertado decir ¡°cancelaban¡± porque obedece a una campa?a que se inici¨® hace unos a?os cuando J. K. Rowling afirm¨® ¡ªy mantiene, como es l¨®gico¡ª que ¡°el sexo biol¨®gico es real¡±. Se cre¨® entonces una campa?a de los transactivistas intentando que no se vendieran sus libros, que se quemaran los que estaban en bibliotecas y que a ella se la ¡°matara¡± p¨²blicamente. Ni que decir tiene que cuando tienes una de las fortunas mayores del Reino Unido poco importa la cancelaci¨®n.
Censura es lo que hac¨ªa el franquismo, cuando prohib¨ªa editar algunas obras de Lorca o cortaban los besos sensuales en las pel¨ªculas. Sin embargo, no incluir esos libros o esas pel¨ªculas en la biblioteca de un ayuntamiento o no contratar esas obras de teatro en un municipio, es una estupidez, pero no es censura. Y llego as¨ª al ¨²ltimo de los t¨¦rminos: libertad de contrataci¨®n, que no necesita mucha explicaci¨®n. Basta con que nos situemos en el sistema neoliberal en que vivimos, o sea quien paga manda; o el empresario (en la faceta neoliberal privada), o el Estado (en su faceta estatal) y deciden aquellos espect¨¢culos por los que apostar. O sea, cambia un gobierno, cambian las programaciones; compro un teatro, programo aquello que me gusta¡
Por concretar. Cancelaci¨®n ser¨ªa una campa?a de la ultraderecha para que las editoriales no publiquen, se retire de bibliotecas y la gente no compre libros de Lorca; censura ser¨ªa que el Estado prohibiese su publicaci¨®n y ordenase el secuestro de los libros y libertad de contrataci¨®n ser¨ªa que una Administraci¨®n o instituci¨®n decidiese no comprar los libros o no representar su obra.
Establecidas diferencias y matices, lo que deber¨ªamos reclamar ¡ªme atrever¨ªa casi a decir exigir¡ª es que en el ¨¢mbito creativo haya siempre espacios de libertad que no nos limiten ni Estados censores, ni poderes empresariales, ni hordas de ciudadanos hiperventilados que no toleran la pluralidad.
Por eso me preocupa que haya personas ¡ªpol¨ªticos, fil¨®sofos como Fernando Savater o escritores como F¨¦lix de Az¨²a, Fernando Aramburu o Andr¨¦s Trapiello¡ª que hayan defendido que no se viera No me llame Ternera, del periodista Jordi ?vole, al que fuera jefe de ETA Jos¨¦ Antonio Urrutikoetxea en el Festival de San Sebasti¨¢n. Ya lo dijo Chomsky: ¡°Si no creemos en la libertad de expresi¨®n de quienes detestamos, no creemos en ella¡±. No quiero que nadie promueva la cancelaci¨®n, ni que el Estado censure, ni que la pol¨ªtica de contrataci¨®n de un festival impida que yo la vea.
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