Plegaria para aguantar el horror
En este momento en que por todas partes estallan el odio y la violencia, no hay lugar para celebrar la vida como la celebraba el se?or Palomar de Italo Calvino
Detenerse en las cosas, parar un momento, dejarse arrastrar por cualquier minucia, o darle una vuelta a cuanto ocurre pero sin una direcci¨®n precisa, ni con urgencia alguna por encontrar certezas o certidumbres. Delante del mar, por ejemplo, no mirar las olas, sino fijarse en una en concreto y seguirla con suma atenci¨®n. Es lo que hac¨ªa el se?or Palomar, el personaje de Italo Calvino: ¡°Un poco miope, distra¨ªdo, introvertido, no cree pertenecer a ese tipo humano que suele ser calificado de observador¡±. Italo Calvino naci¨® hace 100 a?os, el 15 de octubre de 1923, y quiz¨¢ no sea una mala idea acudir al se?or Palomar para que nos acompa?e de nuevo, o lo acompa?emos nosotros en sus diferentes tareas y recorridos y reflexiones que son una manera de celebrar la vida, que tanta falta nos hace.
Palomar (Alianza) es una discreta invitaci¨®n a entrar en un tiempo distinto. Una manera de devolverle el valor a lo que hay, y es como si sobre el papel de fotograf¨ªa que se ha introducido en el l¨ªquido de revelado fueran apareciendo las formas poco a poco y cobraran sentido. Y de pronto se frenara el enloquecido ritmo en el que se vive habitualmente y hubiera tiempo para la lentitud y para el asombro.
El se?or Palomar mira una ola y la sigue en su recorrido, m¨¢s tarde se preguntar¨¢ cu¨¢les pueden ser las sensaciones de dos tortugas cuando se acoplan. Se da un ba?o vespertino en el mar, disfruta con el silbido de un mirlo y comprende, frente al c¨¦sped de un jard¨ªn, que ¡°contar las briznas de hierba es in¨²til, nunca se llegar¨¢ a saber cu¨¢ntas son¡±. Levanta la vista y ve la Luna y tambi¨¦n las estrellas y contempla Marte por un telescopio y se sorprende al comprobar que es mucho m¨¢s desconcertante de lo que parec¨ªa a primera vista. Las palomas de Roma, el geco que reclama su atenci¨®n en una pared cuando est¨¢ viendo en casa la televisi¨®n, el vuelo de los estorninos. El se?or Palomar va de compras y se entusiasma con la cantidad de quesos que encuentra en una tienda de Par¨ªs. Visita el zoo de Barcelona y mira a Copito de Nieve y encuentra en ¨¦l ¡°una lenta mirada cargada de desolaci¨®n y paciencia y tedio, una mirada que expresa toda la resignaci¨®n de ser lo que se es¡±.
¡°S¨®lo despu¨¦s de haber conocido la superficie de las cosas¡±, piensa el se?or Palomar, ¡°se puede uno animar a buscar lo que hay debajo. Pero la superficie de las cosas es inagotable¡±. Y es entonces cuando, pese al ritmo que impon¨ªa el personaje de Italo Calvino con sus tranquilas y sofisticadas consideraciones, vuelve inevitablemente ese desgarro que producen las im¨¢genes de estos d¨ªas. La superficie de las cosas es hoy solo violencia y violencia y horror y dolor e insensatez. Y cuanto uno observa vuelve a aparecer una y otra vez, como si ya no hubiera manera de darle la vuelta a lo que sucede y adivinar ese otro mundo que el se?or Palomar iba celebrando paso a paso. Ya solo existe el infierno. ¡°Cada uno est¨¢ hecho de lo que ha vivido y del mundo donde lo ha vivido, y esto nadie puede quit¨¢rselo¡±, dice tambi¨¦n el se?or Palomar. Por eso existe tanto odio acumulado y, por eso, resulta inevitable tirar de la manga de su chaqueta para caer junto a ¨¦l al suelo de rodillas y entonar una plegaria. Una plegaria que, como todas las plegarias, ser¨¢ desatendida.
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