Una desescalada b¨¦lica, por fin
La paz y el Estado palestino podr¨ªan abrirse camino con la pr¨®rroga de la tregua y luego un alto el fuego ya definitivo
La tregua ha dado sus primeros pasos. La liberaci¨®n de rehenes y prisioneros alivia el dolor de sus familias e insufla un soplo de esperanza en los corazones encogidos. Que haya empezado bien indica que puede seguir, alargarse e incluso conducir a la total liberaci¨®n de los secuestrados.
Regresa la vida a Gaza, sin la negra loter¨ªa de los bombardeos que han destruido la mitad de la Franja y acabado con m¨¢s de 14.000 vidas, en gran parte de ni?os y mujeres. Se interrumpe el asedio, la privaci¨®n de agua, alimentos y medicamentos y el sufrimiento de una poblaci¨®n aterrorizada, exhausta y hambrienta.
Es una desescalada en una guerra de peligroso potencial expansivo. Un ¨¦xito de la diplomacia en la tierra disputada donde solo hablan las bombas. Son muchos los que han trabajado para alcanzar esa tregua, que unos entienden solo como una pausa t¨¦cnica y otros quieren convertir en permanente.
Netanyahu quiere guerrear hasta obtener algo que se asemeje a una victoria, pero ha concedido la pausa por la presi¨®n de los familiares de los rehenes y la demanda humanitaria exterior, sobre todo de Estados Unidos, su imprescindible aliado. Quiere mantenerse en el poder por encima de todo, sin desprenderse de la extrema derecha belicista y mesi¨¢nica pero tampoco perder palancas internacionales. Su popularidad est¨¢ por los suelos, pero de todo saca provecho, del cierre de filas patri¨®tico ante el ataque de Ham¨¢s y de la tregua para liberar rehenes y proporcionar algo de alivio a los gazat¨ªes.
Todo es ambivalente en este Oriente complicado. Para Ham¨¢s la tregua alivia una inocultable y dura derrota militar, encajada tras su siniestra victoria terrorista del 7 de octubre. Los rehenes no le han servido para frenar la ofensiva israel¨ª, ha perdido la mitad de Gaza, han ca¨ªdo muchos de sus comandantes y se cuentan a millares los milicianos muertos o detenidos. Pero pol¨ªticamente es un ¨¦xito. Ha colocado a la causa palestina, eclipsada durante a?os, en el centro del paisaje mundial. Gracias al canje de rehenes, obtiene la hegemon¨ªa entera del nacionalismo palestino. Su rama militar podr¨¢ ser descabezada, pero su rama pol¨ªtica tendr¨¢ un lugar en la negociaci¨®n de la paz, y quiz¨¢s en la gesti¨®n de la nueva Gaza junto a la Autoridad Palestina, tal como demandan ya algunas voces sensatas.
Ant¨®nio Guterres, el deprimido secretario general de Naciones Unidas en sus horas m¨¢s bajas de la historia, ha salvado los muebles con la tregua que demand¨® con tanto ¨¦nfasis, hasta provocar la airada reacci¨®n de Israel, el pa¨ªs que m¨¢s debe y el que menos atiende a la organizaci¨®n internacional. En diplomacia, los m¨¦ritos se reparten entre Estados Unidos, Egipto y Qatar, pero solo tendr¨¢n pleno sentido si la tregua se alarga, se mantiene y al final se convierte en el alto el fuego definitivo y la ruta directa hacia la paz y el Estado palestino, contraviniendo as¨ª los designios de Netanyahu y sus halcones mesi¨¢nicos.
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