El sue?o de una Europa blanca
En nuestras democracias occidentales, las fuerzas ultras lucen ya la oportunista bandera del antisemitismo para encubrir el hedor de su infame agenda
Desde ahora, ser¨¢ necesario un compromiso personal por escrito sobre ¡°el derecho del Estado de Israel a existir¡± para convertirse en ciudadano alem¨¢n en Sajonia-Anhalt, uno de los Estados donde la ultraderechista AfD tiene m¨¢s apoyo. Lo contaba la corresponsal en Berl¨ªn de este diario, Elena G. Sevillano. Tambi¨¦n habr¨¢ que comprobar, seg¨²n dijo la ministra del Interior del land, Tamara Zieschang, que el solicitante no muestre ¡°indicios de actitudes antisemitas¡± o, incluso, otras que vayan ¡°en contra del orden democr¨¢tico liberal b¨¢sico¡±. Todo este dislate podr¨ªa leerse como una pieza m¨¢s del discurso de responsabilidad hist¨®rica de Alemania por el Holocausto, pero tambi¨¦n como una pauta de comportamiento que empieza a asomar en nuestras queridas democracias occidentales, donde las fuerzas ultras lucen ya la oportunista bandera del antisemitismo para encubrir el hedor de su infame agenda: el sue?o de una Europa blanca, la semilla de las teor¨ªas del reemplazo de la poblaci¨®n de origen europeo orquestado por las ¨¦lites. El delirio.
La decisi¨®n tomada por el Estado alem¨¢n y el alto apoyo a AfD est¨¢n, claro, estrechamente ligados al racismo, en particular a una arraigada islamofobia que conoce bien, por ejemplo, la migraci¨®n de origen turco. Tambi¨¦n en Francia ha surgido un repentino inter¨¦s por lucir la bandera contra el antisemitismo, con Le Pen como la m¨¢s ferviente defensora de los jud¨ªos franceses, sin que importe que el fundador del antiguo Frente Nacional, su padre, Jean-Marie Le Pen, fuese condenado por provocar el odio racial y negar el Holocausto. Qu¨¦ tiempos aquellos. Tambi¨¦n lo vemos con nuestra ultraderecha, con un doliente Abascal visitando Israel para trasladarle en persona su apoyo a Netanyahu en su santa cruzada contra el terrorismo de Ham¨¢s.
Pero lo interesante ser¨¢ el debate m¨¢s amplio que tendr¨¢ Alemania en pocos meses, no ya sobre su posici¨®n con respecto a Israel, sino sobre la revisi¨®n de las normas de concesi¨®n de la ciudadan¨ªa. Dicho debate ser¨¢ un magn¨ªfico term¨®metro de c¨®mo la agenda ultra contamina al resto de fuerzas pol¨ªticas, incluida la coalici¨®n de gobierno entre socialdem¨®cratas, verdes y liberales, y sobre c¨®mo uno de los efectos globales de la guerra entre Israel y Ham¨¢s podr¨ªa proyectarse en el interior de las democracias como una guerra de civilizaciones monitoreada por la ultraderecha. Es en ese contexto donde se sit¨²an las recientes declaraciones de Macron advirtiendo sobre el peligro de confundir ¡°el apoyo a los jud¨ªos con el rechazo a los musulmanes¡±, despu¨¦s de que todos los l¨ªderes ultras, desde Zemmour a Marion Mar¨¦chal, confirmaran su presencia en la manifestaci¨®n contra el antisemitismo celebrada el pasado noviembre donde, por cierto, la izquierda de M¨¦lenchon, como siempre, les regal¨® todo el protagonismo no acudiendo a la misma. Detr¨¢s del sofisma de la ¡°Europa de las fronteras y las identidades¡± que reivindica la ultraderecha a seis meses de las elecciones europeas hay una vieja conocida: la Europa blanca, impoluta y autoritaria que nos llev¨®, hace no tanto, al m¨¢s absoluto de los desastres.
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