Converg¨¨ncia va a resucitar
Con un discurso que incluye el modelo de financiaci¨®n, 1714 o el p¨¢nico inmigratorio, el partido de Puigdemont est¨¢ borrando el pasado para regresar al futuro
El advenimiento se produjo tras la celebraci¨®n de las elecciones generales. Hac¨ªa a?os que muchos lo esperaban: la resurrecci¨®n del esp¨ªritu de Converg¨¨ncia para que el pasado vuelva a ser futuro. Ese partido constitutivo del Estado del 78, que se implic¨® en su fundaci¨®n al coparticipar en la elaboraci¨®n de la Constituci¨®n y en los Pactos de La Moncloa, podrido por la corrupci¨®n, se hizo su particular harakiri el 27 de octubre de 2015. El ritual sacrificial se ejecut¨® en el lugar sagrado de un partido surgido para mandar desde all¨ª: la sala T¨¤pies del Palau de la Generalitat, donde se re¨²ne el Govern. Aquella ma?ana los consellers empezaron a recibir mensajes en sus m¨®viles porque su partido hab¨ªa registrado una resoluci¨®n en el Parlament que subvert¨ªa el orden y explicitaba su disposici¨®n a desobedecer al Tribunal Constitucional. La mayor¨ªa no pod¨ªa creer lo que estaba ocurriendo, pero Artur Mas estaba dispuesto a cruzar esa l¨ªnea roja para conservar la presidencia de la Generalitat. El control del poder auton¨®mico era lo que estaba en juego durante esas semanas. Pero ni eso fue suficiente. La CUP acab¨® por vetarlo y en el ¨²ltimo momento, ante el p¨¢nico de la repetici¨®n electoral, los asesores ¨¢ulicos de Mas se?alaron como delf¨ªn a Carles Puigdemont, que aceler¨® la v¨ªa unilateral desde la presidencia hasta provocar el colapso del autogobierno.
Desde entonces, sectores influyentes intentaron impulsar alternativas para ocupar el espacio abandonado por el nacionalismo que tradicionalmente hab¨ªa sido moderado y en ese per¨ªodo se hab¨ªa metamorfoseado en antisistema. Todos esos intentos bienintencionados fracasaron a lo largo de la pesada resaca del proc¨¦s. La hip¨®tesis de que exist¨ªa una bolsa de 300.000 votantes de orden esperando un partido que defendiera los postulados convergentes result¨® ser una falacia. Si alguien pod¨ªa y deb¨ªa actuar como h¨¦roe de la retirada, esperada por sus simpatizantes y cada vez m¨¢s por sus cargos, eran las ¨¦lites identificables con aquel partido central que al modificar su rumbo provoc¨® el naufragio de la pol¨ªtica catalana (para decirlo con la cr¨®nica cl¨¢sica de Lola Garc¨ªa). El actual giro autonomista, que no puede notarse ni defenderse abiertamente, no pod¨ªa realizarlo tampoco el star system independentista que a finales de 2017 coloniz¨® la lista encabezada por un Puigdemont que promet¨ªa volver a Catalu?a si ganaba las elecciones. Esa tropa ha sido desactivada o est¨¢ siendo marginalizada. La mayor¨ªa ha desaparecido de la primera l¨ªnea o, a pesar de los cargos org¨¢nicos o institucionales, no tiene influencia alguna. Que los tiempos estaban cambiando lo demostr¨® la exitosa candidatura del moderado Xavier Trias para la alcald¨ªa de Barcelona. Luego, cuando tras las elecciones generales hubo la posibilidad de negociar, el esp¨ªritu convergente fue nuevamente invocado. Puigdemont y su n¨²cleo de confianza atendieron las llamadas.
Porque no hubo una sola ¨²nica llamada. Este verano, el secretario general de Junts normaliz¨® la comunicaci¨®n con el PP, con el PNV y con el PSOE. A la hora de negociar la investidura de Pedro S¨¢nchez, logr¨® incluso que en la fotograf¨ªa del pacto ni se esperase a Salvador Illa. Esta es la principal virtud convergente. Aunque el 23 de julio solo les vot¨® el 11,16% de los catalanes que fueron a las urnas, nadie deslegitima el lugar que se otorgan: presentarse como el partido de la naci¨®n. Desde esa posici¨®n y con ese discurso, que incluye el modelo de financiaci¨®n, 1714 o el p¨¢nico inmigratorio, el partido de Puigdemont est¨¢ borrando el pasado para regresar al futuro. Lo hace virando ambiguamente su ret¨®rica. As¨ª, su acci¨®n en las negociaciones entra en el marco constitucional, mientras su portavoz en el Congreso utiliza un discurso confrontativo que excita el macizo de la raza y a la c¨²pula judicial, y las ¨¦lites econ¨®micas locales vuelven a apostar por el partido concebido para defender sus intereses. Ni es necesario que asuman responsabilidad alguna en lo ocurrido durante la d¨¦cada perdida. El mejor resumen de estos a?os lo escribi¨® Puigdemont al conocerse el desastre del informe PISA. ¡°Demasiados a?os mal enfocados, y una pol¨ªtica poco competente y acomplejada. La alarma se ha encendido¡±.
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