Estupidez artificial
Lo tenebroso no son las nuevas formas de trabajar, sino las viejas lecciones de vida que trajeron las tecnolog¨ªas pasadas y que no hemos aprendido
Lo que da miedo de 2024 no es la inteligencia artificial, sino la estupidez humana. Lo tenebroso no son las nuevas formas de trabajar y relacionarnos que traer¨¢ la tecnolog¨ªa futura, sino las viejas lecciones de vida que trajeron las tecnolog¨ªas pasadas y que no hemos aprendido. Y la principal es que cualquier cambio disruptivo ocasiona ganadores y perdedores y, si no te toman medidas proactivas, la enorme riqueza que genera una tecnolog¨ªa, como los molinos medievales o las m¨¢quinas de tejer en la revoluci¨®n industrial, acaba en las manos de una ¨¦lite y no de los campesinos, obreros o hiladoras.
Es la advertencia que Daron Acemoglu y Simon Johnson hacen en su libro Poder y progreso. Los datos apuntan a un aumento de la desigualdad tanto entre personas como entre territorios. Por ejemplo, en EE UU, el 90% del crecimiento en el sector de la innovaci¨®n se produce en tan solo cinco ciudades (Boston, San Francisco, San Jos¨¦, Seattle y San Diego), cinco oasis cada vez m¨¢s luminosos en el creciente desierto en el que se convierte el continente norteamericano.
La robotizaci¨®n est¨¢ eliminando y precarizando trabajos a la velocidad de un nanosegundo en el metaverso, pero no es inevitable. La inteligencia artificial puede tener dos efectos contrarios sobre el mercado laboral: automatizar los trabajos que hacen los humanos para, as¨ª, sustituirlos (como con los cajeros de supermercados) o aumentar los trabajos facilitando dispositivos tecnol¨®gicos a las personas que hagan m¨¢s valiosos sus puestos de trabajo. Es lo que ocurre cuando se facilitan aparatos de radio-imagen a los sanitarios para que los usen en visitas a domicilio, o software complejo a los mec¨¢nicos de coches.
Y, hasta ahora, automatizar ha sido la prioridad sagrada. Pero no es solo de las empresas privadas, obsesionadas por reducir costes laborales, sino tambi¨¦n de las administraciones p¨²blicas y los organismos que financian los proyectos cient¨ªficos de inteligencia artificial. El ingenio que se suele premiar con una beca o un trabajo es el de quien es capaz de desarrollar un algoritmo que haga lo mismo que una persona a un coste inferior. El objetivo es derrotar al ser humano, no hacerlo m¨¢s productivo.
Para conseguir una prosperidad compartida no necesitamos pues tanto un cambio de pol¨ªtica o econom¨ªa, como de filosof¨ªa: poner a la persona en el centro de la m¨¢quina. @VictorLapuente
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